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Joaquín Riera: "La gran mayoría de los españoles no quería la Guerra Civil"

"Fueron muchos los que se automutilaron o desertaron para no participar en la contienda"

Riera. // Maite García

En la sociedad había crispación, pero no hasta el punto de querer una guerra que atizada desde el exterior movilizó a dos minorías, fascistas y comunistas, hasta someter al resto de los españoles a un cruento enfrentamiento, cuyas causas analiza Joaquín Riera (Tormos, 1975), historiador , investigador y escritor, en su reciente obra "La Guerra Civil y la Tercera España" (Almuzara). Riera atribuye el principal protagonismo al pueblo llano que pagó en silencio las consecuencias de aquella barbarie indeseada, echa de menos entre los franquistas arrepentidos una denuncia de los crímenes del bando sublevado como las que hicieron Chaves Nogales y Clara Campoamor de las tropelías de los radicales republicanos y lamenta el relato cainista de la Memoria Histórica.

-El levantamiento de Franco en julio de 1936 dividió el país que acabó envuelto en una sangrienta Guerra Civil que duró tres años. ¿Es así o no?

-Así es, pero no hay que olvidar que en esta guerra participaron potencias extranjeras. De no haberlo hecho, el levantamiento habría quedado en un golpe de Estado fallido o en un conflicto no tan largo.

-¿Que tuvieron que ver Hitler y Stalin en el estallido de la Guerra Civil española?

-España fue un ensayo de la gran guerra que se produjo poco después. Era un territorio estratégico en el Mediterráneo que deseaban el fascismo italiano y el nazismo alemán y Stalin en su estrategia de expandirse hacia el oeste. Todos invirtieron y probaron armas en esta contienda que usaron después en la II Guerra Mundial. La Guerra Civil española terminó cuando la Unión Soviética firmó un pacto de no agresión con Alemania, dejó de enviar armas a los republicanos y les abandonó a su suerte.

-¿Estaba la sociedad española tan radicalmente dividida como para desencadenar un conflicto que produjo tantos miles de muertos?

-Existía cierta crispación pero no ansias de exterminio. Los resultados de las elecciones de febrero de 1936 evidenciaban que la sociedad no estaba tan polarizada. El 51 por ciento de los españoles eran moderados, había un 5,2 por ciento de votantes de extrema derecha y un 10,8 por ciento de extrema izquierda. El resto de los votantes estaban crispados pero no hasta el punto de querer una guerra.

-¿Cómo es posible que dos minorías, el fascismo y el comunismo, llegaran a provocar un enfrentamiento tan violento y sanguinario?

-Esas minorías controlaron pronto los resortes coercitivos del Estado. Eran pocos pero con las armas que consiguieron fueron capaces de someter bajo amenaza al resto de los españoles.

-Deme pruebas de que los españoles de ambos bandos se sumaron a la guerra forzados por las circunstancias más que por su ardor bélico.

-La gente por lo general no quiere sacrificar su vida y menos por ideas abstractas que vienen del extranjero. Las circunstancias obligaron a los españoles a cuadrarse por razones geográficas en uno de los dos bandos pero fueron muchos los que se automutilaron o desertaron para evitar participar en esta guerra.

-¿Quiénes formaban esa Tercera España que según usted no estaba a favor del conflicto entre hermanos?

-Había un nutrido grupo de intelectuales, periodistas como Manuel Chaves Nogales y políticos como la republicana Clara Campoamor. Todos creyeron en un principio en los ideales republicanos pero pronto se dieron cuenta de que esos ideales habían quedado en manos de una minoría radical que imponía al resto su voluntad por la fuerza.

-¿Qué postura adoptaba el pueblo llano?

-El pueblo llano era parte fundamental de esa Tercera España y sobre todo los hombres jóvenes en edad militar que no querían verse afectados directamente por el conflicto.

-¿Por qué esa Tercera España ha sido silenciada hasta ahora?

-Porque incomodaba tanto a las élites de los vencedores como a los líderes de los vencidos. Franco tenía que justificar las agresiones de los sublevados y cuando llegó la democracia, la izquierda también se sintió incómoda con aquellos intelectuales republicanos que habían manifestado su desacuerdo con lo que se hizo sobre todo al principio de la guerra en ciudades como Madrid.

-¿Era el periodista Manuel Chaves Nogales uno de los máximos representantes de esa Tercera España?

-Era un ciudadano con ideas liberales al que le pilló la Guerra Civil en Madrid mientras trabajaba en un periódico afín al presidente de la República, Manuel Azaña. El periódico quedó bajo el control de un comité obrero y no salió corriendo de Madrid, aceptó esa nueva situación. Pronto se dio cuenta de que esos camaradas que se habían apropiado de empresas privadas se dedicaban por la noche a matar a los que consideraban sus enemigos y más tarde vio como el gobierno republicano abandonaba Madrid, en noviembre de 1936, dejando a su suerte a los ciudadanos y a los que estaban en prisión. Chaves decidió entonces que no podía estar ni con la España golpista ni con la republicana.

-¿Qué es lo más llamativo del testimonio de la guerra de Clara Campoamor?

-Fue testigo también en Madrid de la violencia de las autoridades que sustituyeron al gobierno republicano cuando marchó hacia Valencia. Vio los crímenes que cometieron en nombre de la revolución y del pueblo una minoría de exaltados que se erigió como representante de ese gobierno que había tenido que salir. Ella sabía que esos crímenes se producían en el bando rebelde, pero se dio cuenta de que pasaba lo mismo en el bando republicano.

-¿Dónde estaba en realidad pese a sus contradicciones Miguel de Unamuno?

-Era un hombre de ideas conservadoras pero de espíritu socialista. Al principio estuvo a favor de los sublevados y eso le valió la destitución de los cargos que tenía en la Universidad de Salamanca. Luego fue rehabilitado por las autoridades rebeldes franquistas pero todo se volvió a torcer cuando tuvo un encontronazo con Millán Astray, a quien dijo aquello de "venceréis pero no convenceréis".

-¿Por qué enfriaron tan pronto su entusiasmo republicano intelectuales como Ortega y Gasset, Sánchez Albornoz, Madariaga o Menéndez Pidal?

-Cuando agonizaba la dictadura de Primo de Rivera, ellos creyeron que la llegada de la II República iba a significar la regeneración política de España y la modernización de su economía. Sin embargo pronto se dieron cuenta de que no era así, sobre todo, cuando en mayo de 1931 se produjo una quema de conventos consentida por el gobierno. Vieron que eso no era lo que esperaban de la República que debería beber de los principios de la Ilustración, no ser una imitación de la revolución soviética.

-¿Es equiparable esa rectificación a la de Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo o José Luis Aranguren que acabaron repudiando el franquismo que habían apoyado?

-La diferencia es que durante la guerra, estos intelectuales sí que manifestaron claramente su posición a favor de uno de los bandos. Después de la guerra fue cuando expresaron su disidencia pero nunca se produjo una denuncia de los crímenes franquistas como sí hicieron respecto a las tropelías republicanas tanto Chaves Nogales como Clara Campoamor.

-¿Se está acaso idealizando tanto la República en la democracia como se la llenó de denuestos durante el franquismo?

-Sí. Durante el franquismo, la República fue vista como un desastre que provocó la Guerra Civil. Ahora es al revés y parece que era el reino de Jauja. Hablar mal de la República hoy en día está mal visto cuando fue su propio verdugo.

-¿Qué opinión le merece el movimiento de la llamada Memoria Histórica?

-Es muy respetable la finalidad de recuperar y dar digna sepultura a las víctimas de la represión franquista, pero condeno el revanchismo que propone a través de un relato cainista de nuevo de la Guerra Civil.

-A usted le acusan de tratar por igual a los dos bandos. ¿Es así?

-No se les debe tratar por igual a los dos bandos si hacemos un balance de lo que ocurrió durante la guerra y los siguientes 40 años de dictadura. Reconociendo la culpa de los sublevados, hay que saber también que las élites republicanas fueron responsables de lo que pasó y fueron autores también de crímenes, los consistieron o abandonaron a la población civil mientras se exiliaban tranquilamente. No olvidemos que Largo Caballero llamaba a la guerra civil en sus discursos.

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