Se cumplió el guion. El Congreso rechazó ayer la investidura del candidato popular, Mariano Rajoy, con los 170 votos a favor de PP, Ciudadanos (C's) y Coalición Canaria (CC) y los 180 en contra del resto de los grupos. Mañana por la tarde se celebrará la segunda votación que, salvo sorpresa, también registrará un rechazo. Se abrirá así la puerta a un nuevo intento de investidura, a la espera de lo que ocurra en las elecciones del 25-S en Galicia y en el País Vasco, o a las terceras elecciones en un año. En el seno del PP se confía en que una mayoría absoluta de los populares en los comicios gallegos propicien un cambio en la postura inamovible de Pedro Sánchez en las filas socialistas.

La derrota de Rajoy culminó la segunda jornada de la investidura, dedicada a las réplicas de los grupos al discurso del martes del candidato. Abrió el fuego el socialista Pedro Sánchez, con más dureza facial que de contenidos. Su objetivo era doble: enrocarse en su rechazo a la investidura y, a la vez, evitar el sambenito de ser responsable de unas terceras elecciones.

Sánchez basó su "rotundo" no en que Rajoy "no es de fiar", tolera la corrupción, ha amputado derechos y libertades, ha hecho "recortes y más recortes" y recurre al "chantaje" de las terceras elecciones para presionarle. El socialista concedió que "España necesita un Gobierno", pero matizó que "no un mal Gobierno" e hizo culpable a Rajoy de que la crisis territorial se haya agudizado, haciendo más precisa que nunca una reforma federal. Sánchez, para quien la "responsabilidad de ser incapaz de lograr apoyos es exclusivamente" de Rajoy, tuvo una mención para el líder de C's, Albert Rivera, a quien afeó que "algunos piden el voto por patriotismo y otros están dispuestos a perder toda credibilidad por la Patria".

La intervención del líder de Podemos, Pablo Iglesias, animó bastante el debate, que hasta entonces solo se iba salvando por los apuntes de ironía de Rajoy. Iglesias levantó el puño, recordó que el PP fue fundado por ministros franquistas y tildó a Rivera de "chicle de MacGyver del régimen, que vale para todo".

El líder morado arremetió contra Rajoy sin cortapisas -"ustedes son la corrupción" y "un desastre para la gente corriente"- y se enorgulleció de ser su "antagonista" y merecer "el odio de los poderosos". Con todo, el fondo de su intervención estuvo destinado a invitar a Sánchez a liderar una alternativa de izquierda.

Tras Iglesias fue Rivera quien subió a la tribuna, empeñado en desgranar la lista de reformas que serían posibles gracias a su pacto con un Rajoy del que dijo no fiarse. Empeñado en nadar entre dos aguas, Rivera compaginó el autobombo con llamadas a que el PSOE permita gobernar a Rajoy para luego poder controlarlo, labor en la que ofreció su complicidad.

Transcurridas cuatro horas de debate llegó el turno de los pequeños grupos. Lo encabezó el portavoz de ERC, Joan Tardà, quien elevó varios grados la temperatura del hemiciclo con una proclama independentista que comenzó por un "no les tenemos miedo", dirigido tanto a Rajoy y a Rivera como al Tribunal Constitucional. Como haría luego, en el turno del heterogéneo Grupo Mixto, el representante del PDC (antigua Convergencia), Francesc Homs, Tardà ofreció a Sánchez su apoyo si permite un referéndum sobre la independencia de Cataluña.

Un poco antes, abriendo la sesión de tarde, el discurso del portavoz del PNV, Aitor Esteban, se situó a la sombra de los comicios del 25-S y no permitió aventurar cómo será el día después. Esteban, abierto a hablar más adelante, dejó clara la situación actual: ellos no dan el voto y el PP no lo pide.