Mariano Rajoy se presentó ayer ante los periodistas con el ánimo robusto del líder victorioso -hasta Aznar le ha felicitado-, pero también con el prudente resquemor que generan los triunfos insuficientes. Subido a tan disímil par de coturnos, el líder popular prodigó una dura serie de advertencias a quienes intenten impedirle formar Gobierno, a la vez que lanzaba sus invitaciones a los "moderados" con los que se empeña en compartir proyecto: el PSOE, en primer lugar, y, en caso de querer sumarse, Ciudadanos (C's). Los dos le dijeron que nones, pero la partida ni siquiera ha comenzado. Rajoy tiene hoy y mañana Consejo Europeo (el "Brexit", un día más) y no arrancará su ronda de aproximación hasta el próximo jueves.

Primero, las advertencias. Respaldado por sus actuales 137 diputados -tenía 123-, por los 10 puntos de distancia que le ha metido al PSOE, por sus 7,9 millones de votos y por la debacle del resto de sus grandes competidores, Rajoy cantó alto y claro que no va a renunciar a gobernar. Un mensaje a C's -que exige su retirada para llegar a algo con el PP-, sazonado con algo de sal gruesa dirigida a todos.

Para el presidente en funciones sería una "irresponsabilidad antológica" que otros partidos generasen la situación "verdaderamente grotesca" de no dejar formar gobierno al ganador del 26-J y forzasen unas terceras elecciones. Aunque a este ganador le falten 39 diputados para la mayoría absoluta. Por eso, conminó, a "hacer un gobierno y hacerlo ya", lo que quiere decir, a "finales de julio o principios de agosto".

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Ahora, las propuestas. Descartando por el momento que sus rivales puedan empecinarse en el no, Rajoy repitió la oferta que desde diciembre pasado viene haciendo al PSOE y que el PSOE viene rechazando desde diciembre pasado: formar esa gran coalición que, con 222 diputados, volaría a 46 escaños de altura sobre la mayoría absoluta y garantizaría un Gobierno para cuatro años, o sea, para toda la legislatura. Si C's quiere meter a sus 32 diputados en el crisol, miel sobre hojuelas, sugirió Rajoy. Serían 254 diputados de un total de 350. Pista libre.

¿Qué tipo de gran coalición? Rajoy no se metió en honduras, pero, para curarse en salud, admitió la posibilidad de que el apoyo venga desde fuera del Ejecutivo, mediante pactos sobre los principales asuntos. Incluso, yendo más lejos, se mostró abierto a "otras fórmulas", lo cual ya es un cambio de tercio, porque ahí no se está hablando de gran coalición sino de la más compleja, pero más factible, "vía menor". La que consiste en sumar sus 137 con los 32 de C's (169) y buscar siete más para llegar a la cifra mágica (176). Siete escaños preciosos y complicados que, en principio sólo podrían venir de PNV (5), Coalición Canaria (1) y Nueva Canarias (1), pequeña formación asociada al PSOE, que pudiera acabar convirtiéndose en la bisagra crucial de esa serpiente multicolor.

Si la vía menor es la más factible es porque el PSOE sigue en sus trece, aunque Rajoy no quiera enterarse. Nada más hablar el líder popular, el portavoz de campaña socialista, Antonio Hernando, proclamó que a su partido le corresponde estar en la oposición, sin respaldar a Rajoy ni abstenerse para facilitar su investidura. Hernando le indicó sin citarlo el camino que conduce a C's y el PNV, al invitarle a buscar sus apoyos "entre sus afines ideológicos y las derechas nacionalistas". Rechazando las interpretaciones del resultado electoral que han situado la pelota en el tejado socialista, Hernando fue terminante: "La pelota está en el tejado de la calle Génova", en alusión a la sede central del Partido Popular.

Casi a la vez que Hernando planteaba el rechazo socialista, el secretario de organización del PSOE, César Luena, cortaba en seco un desliz del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, quien se había despertado conciliador y había propugnado que su partido no debería oponerse a un Gobierno de Rajoy.

Desde Ciudadanos apenas llegaron cantos más agradables a los oídos de Rajoy, aunque su líder, Albert Rivera, se mostró dispuesto a negociar con un PP que haya dejado de estar guiado por el presidente en funciones. Rivera quiere poner en marcha una mesa tripartita -con el PSOE y el PP- para ir negociando un programa común. Está claro, dijo, que no se integrará en un Gobierno de Rajoy ni lo apoyará con sus votos, pero tal vez -lo dejó en el aire- podría abstenerse. En cualquier caso, como ya hiciera el domingo por la noche, le pasó la pelota al PSOE, al decir que los únicos votos imprescindibles ahora mismo son los socialistas, no los naranjas.

Rivera obviaba, claro, la posibilidad de la "vía menor". Desde esa galaxia, el PNV lanzó ayer sus primeros globos sonda. Y lo hizo filtrando desde el entorno de su dirección que ve "muy, muy difícil" un acuerdo con Rajoy, porque tendría que dar un "giro de 180 grados" a muchas de sus políticas (la cuestión territorial, los "ataques al autogobierno", la derogación de la LOMCE, la de la reforma laboral...). Sin embargo, casi a la misma hora, uno de sus diputados electos, Pedro Azpiazu, adelantaba que los peneuvistas están dispuestos a "poner sobre la mesa sus cinco votos", sin limitaciones ni líneas rojas, pero con la contrapartida de avanzar en "la agenda vasca". La partida está servida.