Vista a vuelapluma, la trayectoria política de José Manuel Soria parece impecable. Escalón a escalón, ha pasado por todas las administraciones: local, insular, autonómica y estatal. El único cargo de relumbrón que no pudo obtener fue el de presidente del Gobierno de Canarias por culpa de la complicada y singular política de las islas en la que el partido más votado no suele ser el que gobierna.

Soria presumía de que pudo haber sido consejero del Gobierno canario a propuesta del PSOE en la etapa del "pacto de hormigón" entre los socialistas y las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC). Corría el año 1991 y el ya exministro dirigía la empresa familiar que dejó su padre al morir. Venía de trabajar como técnico comercial del Estado en el ministerio que encabezaba por entonces el socialista Carlos Solchaga.

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria vivía en esos años sumergida en una crisis e inestabilidad política permanentes y era el momento ideal para buscar a un líder que pusiera calma y cordura al Ayuntamiento. El PP salía también de una profunda división interna a nivel municipal tras la espantada del alcalde José Sintes y varios concejales, quedando Josefa Luzardo como única representante de los populares en la Corporación.

El ya exministro entró de pie en la actividad política. Aprovechó bien el momento que se le presentaba y logró su primera mayoría absoluta en Las Palmas de Gran Canaria. Puso en cintura a los "guagueros", ordenó el derribo de la mayoría de las chabolas y llenó de césped la ciudad. Esa gestión, junto a las dotes de comunicador y el carisma que empezó a cultivar, le facilitó conseguir en 1999 una arrolladora mayoría en el Ayuntamiento. Y Soria mató dos pájaros de un tiro: la dimisión de José Miguel Bravo de Laguna al frente del PP canario le puso en bandeja alcanzar el liderazgo del partido y convertirse, con tan solo cuatro años en política, en el líder indiscutible del centro derecha en Canarias.

Con el respaldo de 19 concejales en el gobierno municipal, Soria empezó a mostrar su otra cara, la de los "tics" autoritarios dentro y fuera del partido. Ungido por un poder casi absoluto ninguneó a la oposición, pagó billetes de avión a Madrid a inmigrantes subsaharianos para desalojarlos del parque Santa Catalina y comenzó a dejar por el camino a aquellos que osaban discutir sus decisiones en el partido o se le enfrentaban por las candidaturas.

Actividad regional

En 2003 también logró la mayoría absoluta en el Cabildo de Gran Canaria y logró su primera acta de diputado en el Parlamento, con lo que también empezó su actividad política a nivel regional. Algunos de sus gestos como presidente insular le granjearon críticas por su concepto omnímodo del poder como los seis escalones que hizo construir en el salón de plenos de la Corporación insular o la macrobandera de Gran Canaria que colocó en la Fuente Luminosa.

Como presidente regional de los populares rompió dos veces el pacto autonómico con Coalición Canaria, primero en la etapa de Román Rodríguez y después bajo la presidencia de Adán Martín. Pero no hay dos sin tres y cuando él mismo formó parte del Ejecutivo regional, con Paulino Rivero de presidente, volvió a romper con los nacionalistas.

El exministro concurrió por segunda vez al Cabildo pero ya no logró su cuarta mayoría absoluta consecutiva; sin embargo, su habilidad para la supervivencia política quedó demostrada una vez más con un acuerdo en el Gobierno regional que le encumbró como vicepresidente del Ejecutivo regional y consejero de Economía y Hacienda. El PSOE alcanzó los 26 diputados de la mano de Juan Fernando López Aguilar, pero Soria aprovechó la avidez de los nacionalistas por mantener la presidencia del Gobierno y dejó fuera a los socialistas.

La apuesta por Rajoy

La visión política de José Manuel Soria también le fue muy bien en el partido en esos años. La crisis interna abierta en el PP al cuestionarse el liderazgo de Mariano Rajoy cuando perdió por segunda vez frente a José Luis Rodríguez Zapatero no fue óbice para que apostara decididamente por la continuidad de Rajoy, frente al sector que pretendía sustituirlo. Y la apuesta le salió redonda: el dirigente gallego salió fortalecido en el partido, Soria pasó a formar parte del núcleo duro de Rajoy y solo tuvo que llegar la crisis económica y los errores de Zapatero para poner en bandeja la victoria en las elecciones generales.

Fuera con intención o no el hecho fue que la bronca interna entre Rivero y Soria en el Gobierno regional de Canarias aumentaba por momentos, hasta que los consejeros populares se fueron del Ejecutivo a escasos meses de las elecciones autonómicas. En los comicios autonómicos de 2011 Soria recibió su propia medicina y, pese a ser el partido más votado y empatar en escaños con Coalición Canaria, no pudo alcanzar el Gobierno y esta vez fueron los nacionalistas con el PSOE los que impidieron que el líder popular alcanzara su añorada presidencia. Entonces fue cuando Soria empezó a preparar a conciencia las elecciones generales, ya que todo apuntaba a que el PSOE se hundía y el PP podía volver a la Moncloa.

Y una vez más volvió a acertar. Como cabeza de lista por primera vez al Congreso, el dirigente nacido en Telde consiguió unos resultados magníficos para su partido en Canarias. El PP logró mayoría absoluta a nivel estatal y ya todo el mundo empezó a dar por hecho que José Manuel Soria tenía todas las papeletas para ser ministro. Así fue y en diciembre de 2011 fue designado ministro de Industria, Energía y Turismo, lo que le convirtió en el cuarto político canario en alcanzar el poder en la Villa y Corte en la etapa democrática después de Luis Carlos Croissier, Jerónimo Saavedra y Juan Fernando López Aguilar.

Carrera en Madrid

Soria dejaba atrás 16 años de cargos públicos en Canarias pero no abandonaba totalmente la política de las islas, donde mantuvo la presidencia del partido. Las polémicas y los sucesivos casos de presunta corrupción que afloraron sobre su partido en Canarias y sobre él mismo le persiguieron también en su carrera política en Madrid aunque solo los pudo amortiguar durante sus primeros años como ministro.

Su gestión al frente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo ha sido controvertida tanto fuera como dentro de su propio partido. Los empresarios y operadores del sector de las energías renovables le acusan de legislar en contra de las fuentes limpias primero con las primas a las renovables y, por último, con el decreto de autoconsumo eléctrico. Las subidas permanentes del recibo de la luz, su polémica gestión del almacén Castor, sus enfrentamientos con el sector de la minería del carbón, su defensa del "fracking" o su política en torno al futuro de las centrales nucleares le han supuesto una lluvia de críticas en estos años.

Uno de los asuntos que más le ha pasado factura ha sido la autorización de las prospecciones petrolíferas en Canarias y su confrontación con su exsocio, Paulino Rivero. Más de dos años de enfrentamientos políticos que acabaron en nada porque Repsol no encontró petróleo de calidad cerca de las aguas del Archipiélago.