El pequeño paraíso que Mario Conde ha descubierto en A Mezquita (Ourense), una rehabilitada casa rectoral en el nexo de los antiguos reinos de Galicia, Castilla y Portugal, está plagado de fotos. Imagínense la de personajes que se han retratado a su lado. Él camina entre ellas como si nada. Quizás las tenga tan interiorizadas como las "cosas brutales" que le han pasado en los últimos 16 años. Los años del "lío" o "el follón", como los bautiza, y que hoy ve "como un privilegio" para llegar hasta donde ha llegado. ¿A dónde? A una especie de gurú que quiere "aportar" su experiencia "a la sociedad". "Y si no la quiere, no es mi problema", asegura. "Antes no me gustaba que quisieran parecerse a mí, ahora no me importa". Habla y habla, un discurso místico, emocionado cuando menciona a su mujer, fallecida poco antes de que saliera de la cárcel, y rotundo para criticar "el fracaso del sistema". Más allá del debate sobre su persona, ángel o demonio, el que fue el icono del éxito en los noventa, ha pagado por lo que pudiera hacer. Y se nota en su cara y sus palabras.

-Así que la vanidad que siempre se le atribuye, ¿viene de los demás?

-Creo que sí, sinceramente. Me acuerdo lo que hice el día de mi boda, el día que terminé la universidad, pero no sé lo que pasó la noche en que me nombraron presidente de Banesto. No tiene importancia para mí. Luego te empiezan a convertir en una especie de símbolo y sería estúpido decir que no sucumbes a un punto de vanidad.

-¿No sintió en algún momento que traicionó a los jóvenes que querían ser como usted?

-Al revés. El estereotipo, ¿cuál era? Un señor que con 39 años gana mucho dinero y llega al banco. Los cimientos que aguantaban ese edificio se rompieron, nadie reparaba en ser Abogado del Estado, en las miles de horas de trabajo y esfuerzo. Eso me obsesionaba. Ahora no me importa que quieran ser así, que quieran conocerse a sí mismos, antes no me gustaba. ¿Por qué este libro va ya por la octava o novena edición? Si Mario Conde escribe un libro y encima habla de la prisión, el morbo vale para 10.000 ejemplares. Los mismos que vendería si escribiera un libro de cocina.

-Además de los libros, tiene un blog que actualiza casi a diario. ¿Por qué reflexiona en alto?

-Siempre lo he hecho.

-¿Por qué?

-Es un acto de reflexión, una forma de comunicarme conmigo mismo. Me desnudo interiormente, sin pensar en lo que pensarán los demás. Estaría viviendo en ellos y no en mí.

-Roldán acaba de decir que el supuesto pago con fondos reservados para espiarle por orden de Narcís Serra lo efectuó el actual jefe de Gabinete de Presidencia.

-Yo lo sabía. Ha vuelto a la luz un tema muy grave para vergüenza de los que participaron. Él fue al juez Garzón y lo contó en su día. El magistrado ponente en el Supremo, casualmente gallego, Martín Pallín, dijo que no era delito. Lo más grave es que el Supremo entrara en ese juego que ni sé como calificar.

-¿Se cree que no tenga dinero?

-Sí. Me da la sensación que ese hombre ha hecho muchas cosas que están mal, algunas las ha reconocido, y no tiene ningún motivo para decir que eso no es así.

-¿Usted lo tenía?

-Tengo las cuentas desgraciadamente claras. En 1990, cuando nada se preveía, hice con mi mujer una separación de bienes. A lo mejor fue una inspiración. No tengo ni idea. Todo para ella, menos las acciones de Banesto y tres cuadros de Picasso, Juan Gris y Braque, que hoy valdrían mucho dinero y que se los quedaron por los 600 millones de Argentia-Trust. ¡Tiene bemoles! Las acciones superarían hoy 1.000 millones de euros. Cuando hablan de los daños de la intervención a los accionistas, que no se produjeron, nadie cae en la cuenta que yo era con mucho el principal accionista.

-¿Cómo ve las ayudas a las entidades ahora, sin que parezca que la situación vaya a salpicar a los gestores?

-A veces la vida te sorprende con ironía. En 1993, teníamos un ministro de Economía que se llamaba Solbes. El mismo que en 2008. Entonces fue al Parlamento, con una comisión de investigación. "El único que tiene la crisis es Banesto", dijo. En 2008, con una crisis real, silencio y ayudas para no dejarles caer. Inesperada esta ironía del destino. El que tuvo más gracia para explicarlo fue el señor Botín cuando dijo que la compra de Banesto había sido el mejor negocio de su vida.

-¿Tenemos los políticos que nos merecemos?

-Sí. La grandeza de la democracia consiste en que teóricamente tú eliges. Cuando me dicen que el señor Zapatero es un desastre, respondo que tiene 10 millones de personas detrás.

-¿Cómo le definiría con una palabra?

-Durante mucho tiempo pensé que era un hombre con buenas intenciones, acertadas o no. Nunca que fuera por detrás. Otra cosa es que haya levantado roces innecesarios, como la Ley de Memoria Histórica. Sin analizarla desde el plano conceptual, ¿por qué los muertos de un bando no van a tener el mismo derecho que los de otro? Con la crisis, pretendió negarla primero, minimizarla después y cuando ha empezado a tomas medidas, es un poco tarde.

-Le pedí una palabra.

-No puedo.

-¿Y a Rajoy?

-Cauto.

-¿Aznar?

-No tengo palabras.

-¿Narcís Serra?.

-Un personaje lamentable.

-¿Rosa Díez?

-Peyorativo.

-¿Qué le parece lo que dijo?

-Al principio, me hizo gracia incluso porque pensé que no tenía mala intención. Pero cuando se empecinó y nos volvió a insultar, me pareció un personaje, que o está endiosado, o no entiende nada. Un síntoma de que algo no le funciona bien.

-¿En qué sentido se siente usted gallego?

-En todos. Soy gallego por los cuatro costados. Ya antes de enviudar tenía pensado volver, a un sitio como éste. Un día con Juan Abelló en Vigo, al bajar del avión me quedé parado. Me preguntó qué me pasaba. "¡Joder, es que huelo a mi tierra!", dije. Fue como una experiencia catártica. Aquí me siento que soy de aquí. En otro lugar me quedo encantado, pero no soy de allí.

-¿Le quedan más amigos de la época dorada que de su paso por la cárcel?

-Yo no perdí ningún amigo. Bueno, sí, perdí uno o dos. Siempre tuve los mismos. Porque todos los que se aproximaban y siempre lo tuve claro, lo hacían al presidente de Banesto. Cuando encuentras personas que hablan con el lenguaje del corazón, te contagias. Esas personas grandes, dignas, me han sacado mucho de lo que yo llevo dentro y me permiten ver la vida de manera diferente.

-No pasó miedo en la cárcel.

-Nunca tuve sensación de peligro, en ningún momento.

-¿Pese al encuentro con uno de los etarras que iba a atentar contra usted?

-De nuevo la ironía del destino, que me vino a decir que si a mí no me llegan a meter en la cárcel por algo tan absolutamente injusto no estaría aquí. ¿Qué sucede con un equipaje emocional cuando recibe esta información? Lo primero que pensé es que vivía de milagro y lo segundo, ¿el milagro en qué consiste para que yo viva? Pues en una condena injusta dictada a sabiendas por el señor Pérez Mariño. ¡Cómo es la vida!

-¿Ese equipaje emocional es la explicación al fin de su sonrisa, si me permite, malévola?

-¿Sí?

-Sí.

-Era en muchos aspecto falsa, más que malévola. Dentro de mí convivía el personaje de banquero, que tenía que hablar a la junta de accionistas y que suscitaba la risa de los que realmente me conocían, y otro personaje que era yo. Si tú, yo y el fotógrafo montamos un banco y tenemos que dar una explicación a 20.000 personas, pues yo me volvería a poner el traje. Estaría interpretando la película. Tú me escribirías el discurso, él supervisaría el aparataje y yo sería el Banderas de turno.

-¿Dónde guarda el Honoris Causa?

-Pues no lo sé. Le tengo mucho cariño por el discurso, que es muy, muy bueno -y perdón por la inmodestia-, contiene muchas de las claves de lo que luego pasó, como contaré en mi próximo libro, y estuvo previamente hablado con el Rey. Fue el discurso que desencadenó todo, el final. Si ves las fotografías... Allí está todo el sistema. Desde el gobernador del Banco de España, hasta Suárez. En fin.

-¿Y qué siente cuándo las ve?

-Que el sistema es una red de intereses. No le pidas sinceridad, honradez, no le pidas dignidad.

-¿Hay un mundo paralelo, con conspiraciones? ¿No es todo mucho más sencillo, con las llamadas pasiones bajas?

-Las conspiraciones son el método para trabajar con las pasiones bajas, que son las causas.

-¿Pero realmente existen las conspiraciones?

-Absolutamente. De repente aparece un señor en escena, no nos interesa, vamos a conspirar para quitarlo del medio. Pero eso no pasa nada. Lo importante es cuál es el tejido de valores del que se alimenta nuestro sistema. Intereses. El sistema ha fracasado.

-Hasta el Rey ha intervenido, ¿no? Aclárelo. ¿Son o no amigos?

-He querido entrañablemente a don Juan, su padre, y creo que él a mí. Al Rey le conozco desde hace mucho tiempo. En la época de Banesto, como consecuencia de que terceras personas usaban al Rey para finalidades financieras, hubo un distanciamiento. Luego sí tuve una magnífica relación propiciada por su padre. Magnífica. Y ahora sigo teniendo una relación basada en el afecto. Evidentemente no estoy ni mucho menos todos los días en Zarzuela. No quiero nada del Rey, nunca le he pedido nada. Ésa es mi máxima libertad y prueba de fidelidad. No soy monárquico, pero creo que a ambos les debemos mucho sobre la convivencia.

-¿Cómo se ve ahora?

-Es quizás la etapa en la que estoy más contento en lo que hace referencia a mí mismo. Durante los 15 años de este lío he aprendido a conocerme bien, en ese sentido fue un privilegio. Intuimos nuestra capacidad de resistencia, pero no la sabes hasta que la pruebas, como dicen los sufíes. Algunos esperaban que me muriera, que me murieran -porque en la cárcel te pueden morir fácilmente-, que me volviera loco. Ahora sí me definiría como un hombre libre en el sentido estricto y toca aportar esa experiencia a la sociedad para lo que la sociedad quiera. Y si no la quiere, no es mi problema. Me han pasado cosas brutales. El gran acontecimiento es la muerte de mi mujer. Pero también la he entendido, me ha costado, porque una persona muere en ese sentido cuando tú admites interiormente la ilógica de la muerte.

-¿La muerte le ha hecho ver que no somos vencibles?

-Siempre lo he pensado. Siempre he tenido un concepto del ser humano nada magnífico, levantando la vista para arriba. La visión cósmica del universo demuestra la gran pequeñez. Cuando entiendes que tu entendimiento tiene limitaciones brutales para entender lo más importante, que es morir y vivir, eres una persona diferente. En el ocultismo se dice que una cosa es la aproximación a una idea, un ejercicio intelectual, y otra la interiorización, un ejercicio casi biológico. Fue muy difícil, pero un día me di cuenta que lo había aceptado.

-Dice que no le importa que ahora se fijen en usted...

-Incluso me agrada, ¡eh! Si sirve para que aprendan el valor del esfuerzo y entiendan que en la vida las dificultades se superan y depende mucho de ti mismo. Que te pueden encerrar en una cárcel, pero no te encierran tu espíritu y puedes aguantar y vivir.

-Vamos, que en el fondo le gusta ser un referente.

-Mira, a mí en estos momentos, casi nada me gusta nada. Bastante tengo con mis libros, con leer, con mis amigos, con vivir en paz. Porque he tenido una vida muy complicada. Si quieren convertir en referente, que me conviertan. Si me quieren en no referente, que me conviertan en no referente. Eso es sólo una imagen.