"Todas mis decisiones las revisaba la Casa Real". "No hacía nada sin consultarlo a Carlos García Revenga, el secretario de las infantas". "Solo cobré 710.000 al instituto Nóos por mi intervención en tres ediciones de los foros". Estas tres frases resumen la larga declaración de ayer de Iñaki Urdangarín en el juicio del "caso Nóos". Urdangarín, mucho más seguro que el viernes al contestar al fiscal, Pedro Horrach, apareció suelto en sus explicaciones, pero poco convincente y, sobre todo, sin salirse ni una sola vez de la línea de defensa, que se basa en negar toda irregularidad, desmarcarse de todas las decisiones económicas de Nóos y defender hasta la última de sus decisiones. Y, por supuesto, separar a la infanta Cristina, de cualquier gestión, en Nóos y en Aizoon.

El fiscal fue dividiendo por temas el interrogatorio. Empezó por el proyecto del equipo ciclista, que patrocinó el Govern. Urdangarín no dijo más de lo que ya se sabía. Se lo propuso a Pepote Ballester. Pero a partir de ahí, ni un detalle más.

Horrach mostró facturas de los honorarios que Urdangarín cargó a Nóos desde Aizoon. Los justificó diciendo que esas facturas respondían a "sus honorarios profesionales", sobre todo por sus intervenciones en los congresos que se celebraron en Valencia y Balears.

Pudo explicar, e incluso recrearse, cuando explicó el origen del Instituto Nóos, un proyecto casi romántico para sus creadores. "Lo valioso del Instituto Nóos eran los proyectos, no las personas. El conocimiento era la piedra angular de este proyecto". Es decir, según Urdangarín, este instituto sin ánimo de lucro era una especie de fábrica de ideas, que después se desarrollaban a través de los foros y de otros trabajos de investigación.

La idea de crear Aizoon tampoco fue suya. Se la propuso su asesor Miguel Tejeiro y le pareció bien, porque "era un método para canalizar mis ingresos en Nóos. Añadí a mi señora porque pretendía que se implicara en mis proyectos, pero no tuvo ninguna participación en la gestión", dijo.

En ningún momento citó a su suegro, el Rey emérito, ni siquiera en la decisión que tuvo de enviarle a su abogado personal, el conde de Fontao, para que analizara los proyectos que realizaba en Nóos, tras aparecer las primeras críticas en la prensa. El marido de la Infanta restó importancia a este capítulo. Confirmó que tuvo varias reuniones con el asesor legal del Monarca. "Me aconsejó, debido a las críticas que aparecieron, que era mejor que dirigiera mi profesión hacia otros proyectos y que me fuera apartando del Instituto Nóos. No me dijo que hubiera ningún problema en los proyectos que habíamos hecho en Nóos".

Una de las acusaciones más sólidas contra Urdangarín son dos delitos fiscales que le atribuye la Agencia Tributaria. Delitos que se refieren a que, ya desvinculado del Instituto Nóos, se dedicó a canalizar y declarar sus ingresos como asesor de empresas privadas a través de su sociedad Aizoon y no a través de la declaración de IRPF. Así pagó menos impuestos, porque la cuota impositiva es menor y además podía declarar como gasto el trabajo de sus asesores, aunque casi ninguno trabajara para estas sociedades.

Analfabeto fiscal

Urdangarín se presentó ayer casi como un analfabeto fiscal. No sabía la diferencia que supone declarar a través del impuesto de sociedades o hacerlo a título personal. Pero insistió en que "siempre tuve el convencimiento de que las cosas se hacían bien. Siempre hice lo que me indicaron mis asesores y creía que estos consejos eran correctos".

La abogada del Estado le preguntó sobre el nombre de Federico Rubio Carvajal, el inspector de Hacienda que hacía la declaración de impuestos de todos los integrantes de la Familia Real. Urdangarín señaló que este asesor del Estado revisaba, no solo la declaración tributaria de su mujer sino también la suya. "Nunca vio nada raro", dijo. También confirmó que desde el año 2009 dejó de prestarle este asesoramiento tributario, sin detallar las razones.