La infanta Cristina se aburre mortalmente en el juicio del caso Nóos. Todo el mundo, menos Diego Torres, se aburrió ayer en las tediosas sesiones de mañana y tarde. ¡Y lo que queda!

La Infanta aprovechó algunos tiempos muertos de la vista para charlar con Salvador Trinxet, su compañero de banquillo y de confidencias. La Infanta se tapó la boca para no bostezar, pero sus tablas le impidieron exteriorizar el tedio como ha ocurrido en todas las sesiones del juicio.

A las nueve menos cuarto de la mañana llegó a la Escuela Balear de Administración Pública (EBAP) el exvicealcalde de Valencia Alfonso Grau, acompañado de su abogado Jesús Bonet y a bordo de un taxi. Grau fue abordado por los periodistas acerca de su detención y puesta en libertad el lunes por la Guardia Civil, pero no quiso dar ninguna explicación. El exvicealcalde de Valencia respondió un "por qué no" a la pregunta de si esperaba no poder acudir a la vista oral de Nóos. A otra cosa mariposa.

La revista "¡Hola!" informó ayer de que doña Cristina ha pactado con La Caixa, para la que trabaja como directora internacional de la Obra Social, un permiso no remunerado para poder asistir a las sesiones del juicio oral del caso Nóos. La excedencia se prolongará hasta julio, a pesar de que la hermana del rey Felipe VI podrá ausentarse de la sala de vistas cuando acabe la fase del interrogatorio de los acusados. Ella es la última en la lista de acusados y nada parecía ayer indicar que vaya a prestar declaración el viernes 26, como estaba previsto inicialmente.

La hija del rey Juan Carlos únicamente es acusada por Manos Limpias, el sindicato de funcionarios que le imputa el ser cooperadora de los dos delitos fiscales atribuidos a su esposo Iñaki Urdangarín y que pide para ella ocho años de cárcel. Urdangarín, que se sepa, está en el paro a consecuencia del caso Nóos.

El inicio del interrogatorio de Diego Torres volvió ayer a llenar la sala de prensa, que se había quedado en cuadro la semana pasada, coincidiendo con las declaraciones de los acusados valencianos. No obstante, a muchos de los enviados especiales solo les interesa cubrir la deposición de la exduquesa de Palma.

El público sigue brillando por su ausencia y apenas se presentan voluntarios para acceder a la sala de vistas. Ayer llegó un veterano policía nacional, ya jubilado, que quería ver de cerca la vista oral, pero no pudo pasar porque se presentó fuera del horario de acceso, que está fijado a las ocho de la mañana.

La veteranía es un grado y algunos acusados y sus abogados se están espabilando para, durante el receso de menos de dos horas para comer, acudir a restaurantes fuera del Polígono de Son Russinyol. Estos locales se abarrotan, durante las pausas para almorzar, de acusados, abogados, otras partes, periodistas y policías. Los clientes acuden a la vez, con hambre y con prisa.

El área industrial sigue con su particular ritmo al margen de la vista oral y de las medidas de seguridad, que, básicamente, restringen la posibilidad de aparcar cerca de la EBAP y conllevan el control de los transeúntes que circulan por los alrededores de ese edificio.

Pese a la presencia de periodistas y policías, los almacenes aledaños a la sede del juicio continúan atrayendo a compradores, especialmente uno de materiales de obra muy próximo al edificio del EBAP.