Marco Tejeiro, el arrepentido excontable, desnudó ayer al instituto Nóos, confesando facturas falsas, contratación de empleados ficticios y maniobras para sacar el dinero de España. Una confesión que complica, más si cabe, la situación de Urdangarin, pero sobre todo la del propio cuñado de Tejeiro, Diego Torres, quien no dejó de gesticular mientras declaraba el contable.

Marco fue el primero de la familia Tejeiro que cruzó la línea de la confesión, tras alcanzar un pacto con la fiscalía. Un acuerdo que le obligaba a confesar todas las irregularidades contables: maniobras para ir acumulando ingresos, la mayoría procedentes de fondos públicos gracias a la influencia que ejercía el entonces yerno del Rey, para después sacar el dinero del país. Un plan pensado y ejecutado por Torres, pero posiblemente, aunque no lo llegó a aclarar Tejeiro, con el conocimiento de Urdangarin.

El interrogatorio que encabezó ayer el fiscal Pedro Horrach fue intenso y en él, después de abordar con todo detalle el fallido proyecto de los Juegos Europeos, salió a relucir la cuestión de los empleados ficticios. Tejeiro fue citando uno por uno los nombres de las personas que fueron contratados en falso. Cuando más empleados tenían contratados, más subvenciones recibían, aunque fuera engañando a la administración. A estos empleados se les daba de alta en la seguridad social, pero "no se les pagaba nada. Se hacía un talón con su sueldo, pero lo cobraba yo", señaló el contable. "Después le daba el dinero a Torres o a Urdangarin".

El excontable también explicó el sistema de Torres para sacar de España los beneficios. El método era relativamente fácil. Se compraron dos sociedades, una en Belice y otra en Londres. Estas empresas presentaban facturas por supuestos trabajos a las sociedades de Nóos y se ingresaba el dinero en las cuentas bancarias previamente abiertas en el extranjero. Después se traspasaba el dinero a la cuenta personal que Torres y su mujer habían abierto en Luxemburgo.