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Un terrorista arrepentido

Iñaki Rekarte: "Yo no sabía por qué mataba"

"Yo no sabía por qué mataba". "Independentista no he sido nunca, soy terrorista desde la primera vez que maté a alguien". "Quería ser alguien en la vida y en la década de los 80 a los etarras se les veía como héroes"

Iñaki Rekarte posa junto a su esposa Mónica. // Luis López de Zubiría

Iñaki Rekarte (Irún, 1971) dice que se le hace un nudo en el estómago cada vez que piensa cómo contarle a sus hijos que ha sido un asesino a las órdenes de ETA. No sabe qué decirles, como tampoco sabe por qué entró en una espiral de violencia sin causa que le llevó a pasar más de 20 años entre rejas tras asesinar a sangre fría a cuatro inocentes en dos atentados. En la prisión de Cádiz fue donde conoció a Mónica, "un regalo de la vida", asegura al referirse a su mujer, que le hace más llevaderos la vergüenza y los miedos que aún le impiden pronunciar los nombres de las tres personas que asesinó en 1992, cuando lideraba el comando Santander con tan solo 19 años. Los silencios de Rekarte son gritos que te hielan el alma cuando cabizbajo arranca un susurro para reconocer, en un hotel de Bilbao donde se celebra esta entrevista, que matar le parecía atractivo, pero que realmente no sabe por qué lo hacía. Arrepentido de las atrocidades que cometió y que ahora relata en "Lo difícil es perdonarse a uno mismo" (Península), el exetarra emplea su tiempo preparando pinchos en una antigua herriko taberna que ha reformado en Santesteban. En Ekaitza (tormenta) los parroquianos evitan hablar de política y el cocinero Rekarte, muy preocupado por educar bien a sus hijos para evitar que lleven una vida tan descarriada como la suya, vive sin miedo pero no indiferente por las represalias que pueda sufrir de los aún adeptos a ETA.

-¿Qué está pasando por su cabeza después de haber escrito un libro y de haber comparecido en un programa de televisión, relatando sin ningún pudor sus atrocidades en nombre de ETA?

-Prefiero no pensar. La verdad es que nunca creí que salir en la televisión iba a tener tanta repercusión y me llama la atención lo que ha sorprendido a la gente.

-¿Qué es lo que ha sorprendido?

-El funcionamiento interno de ETA. La gente pensaba que en ETA éramos una especie de 007 y en realidad no éramos más que unos chavales sin experiencia de ningún tipo. No nos interesaba la política y tampoco leíamos porque cuando lo hacíamos no entendíamos nada. La primera vez que leí la palabra autodeterminación tuve que coger un diccio- nario para saber qué significaba.

-¿Sabe ya lo que significa?

-La verdad es que no lo sé muy bien. Yo añadiría a autodeterminación "bakea da". Es decir, la autodeterminación es la paz.

-Supongo habrá reflexionado sobre sí mismo, sobre el personaje que cumplía felizmente la orden de matar a cuantos pudiera, y sobre el personaje que usted dice ser hoy, tan alejado de aquella vocación asesina.

-¡Qué fácil es torcerse en la juventud y romper tu vida! Es muy triste porque lo que yo hice no se puede llamar error. Mis padres no podían ayudarme porque me metí en un jaleo de los más gordos que existen y lo vi desde el primer momento.

-¿Por qué no dio marcha atrás?

-Me lo planteé pero una vez que has matado a alguien, ¿qué vuelta atrás existe? Estaba ya perdido porque no veía futuro alguno. ¡Fíjese lo equivocado que estaba!

-¿Cómo están digiriendo estos días usted y su esposa, la gaditana Mónica García, a la que conoció en la cárcel, lo que dicen de usted víctimas del terrorismo etarra como Irene Villa y tantos otros a quienes ustedes han destrozado sus vidas?

-En general, las opiniones son bastante positivas. Lo que más me ha tocado es leer la carta de Silvia.

-¿Habla usted de la chica a la que dejó huérfana de padre y madre en el atentado de La Albericia de Santander en 1992?

-Sí.

-Y usted ahora asegura que no recuerda ni el nombre de las tres personas que murieron en ese atentado.

-El dolor que tiene esa mujer no se aplaca porque yo sepa o no sepa los nombres de sus padres. Cuando leí la carta de Silvia se me revolvió todo, casi me derrumbo y pensé en mis padres. ¡Cómo explica la chica cómo le destrocé la vida! ¡Cómo recuerda que su madre le dejó la cena preparada antes de salir de casa sin saber que iba a morir! Yo intenté contactar con todos los familiares de las víctimas, pero es lógico que no quieran saber nada de mí.

-¿Cómo es posible que no recuerde el nombre de las personas que asesinó?

-Quizás es una herramienta de autoprotección. Me gustaría que un psiquiatra me dijese qué debo de hacer: si recordar o mantener en el olvido. Lo cierto es que no hay excusas para lo que hice.

-¿Qué fue usted antes: independentista o terrorista?

-Independentista no he sido nunca y terrorista desde el primer momento que maté a alguien.

-¿Sabía usted por qué mataba?

-Realmente no. ¿Por Euzkadi? ¿Por Euskal Herria? No me paraba a pensar. Yo me dedicaba a trabajar y luego hacía los trabajos de ETA. En los 80 era algo muy excitante y atractivo.

- Usted vivía bien, tenía un buen trabajo ¿qué le convenció de que ETA podría satisfacer mejor sus sueños?

-Nada. Todo fue culpa de llevar una vida alocada. Cada vez que me he reunido con una víctima de ETA y me ha hecho esa pregunta le contesto lo mismo: yo era un loco. He encontrado en la mayoría de esas víctimas comprensión y respeto.

-¿Quería usted ser un héroe?

-Pues ahora que lo dice, creo que sí.

-Pero héroe, ¿de qué?

-Quería ser alguien en la vida y en la década de 1980 a los etarras se les veía como héroes, se les entendía y apoyaba hasta el punto de que en Francia eran refugiados políticos. Seguía los pasos del IRA, del Grapo y de todos esos grupos revolucionarios. ¡Hasta me gustaba el Che Guevara y no sabía muy bien quién era!

-¿Qué pensó tras aquel su primer atentado que acabó destrozando a toda una familia de Irún?

-Ni lo pensé. Mi amigo Juanra y yo matamos a un traficante que el pobre vendía solo para consumir. Creo que pensábamos que era un acto de heroicidad porque la consigna de ETA era matar a traficantes de droga.

-¿Por qué?

-Porque creíamos que estaban matando a la juventud nacionalista vasca con droga que les pasaba la policía.

-¡Pero si usted también fue un drogadicto!

-Muy poco tiempo, pero probé de todo. Luego me pasé a ETA.

-Tras el asesinato de Irún se fue a París. ¿Qué impresión le causó conocer a los jefes de ETA?

-Era muy emocionante porque conocía a personas que idolatraba. Me dieron dinero y armas pero no recuerdo de lo que hablamos. Supongo que me hablaban de política pero yo no les hacía ni caso. Daban la orden de matar y punto. Lo que me quedó claro es que no quería estar en ETA pero que ya no había marcha atrás. Mire lo que le pasó a Yoyes.

-¿Cómo influyó en usted el asesinato de Yoyes por sus propios compañeros etarras?

-Yo conocí en las cárceles a los que mataron a Yoyes. Ese asesinato fue una advertencia para los que se planteaban dejar la organización. Fue un toque de miedo. Más que de miedo, fue un toque de pánico.

-¿Vive usted con miedo?

-Con miedo no, pero sí con cierta preocupación. El arma más poderosa que ha tenido ETA ha sido el miedo.

-¿Qué le pareció Mújika Garmendia, alias Pakito, que le mandaba a ustedes, unos críos que no llegaban a veinte años, matar todo lo que pudieran?

- !Pena no haberle conocido antes! Así me habría dado cuenta del tipo de persona que es. ¡Cómo me arrepiento de haber idolatrado a un personaje como ese!

-¿Cómo reaccionó cuando lo detuvieron jugando al ping-pong?

-Poco pude reaccionar. Durante milésimas de segundo pensé que aquello era un sueño porque no me lo esperaba. De ahí, a la cárcel.

-¿Cómo vivió las torturas a las que según su versión fue sometido en la comisaría?

-Como pude. Fueron cinco días de interrogatorio muy duros.

-Y al final cantó ¿no?

-Al final y al principio, pero nunca dices todo porque la mente te pide que no te desmorones. Se me iba la vida y hablaba, pero tenía dos o tres coartadas preparadas.

-Dice usted que en la cárcel empezó a estudiar la historia de su pueblo, en nombre de la cual se había convertido en asesino sin tener la menor idea de qué se trataba.

-No me interesa mucho la historia de mi pueblo. No es más que otra historia y es diferente según quién la cuente. Tampoco me interesaban las reuniones que los presos de ETA hacían en Alcalá Meco.

-¿Iba usted a esas reuniones?

-¡Como para no ir! Allí hablaban tres y escuchábamos treinta.

-¿E hizo huelga de hambre en la cárcel por la autodeterminación o la independencia de Euzkadi?

-Por la autodeterminación que ni me importa. Todo estaba programado para las acciones de protesta mientras los jefes seguían comiendo. Éramos bastante tontos, las hornadas de ahora de ETA no tienen tanto aguante.

-¿Qué le decía a usted la consigna "Eta mátalo"?

-Es ridículo que alguien pueda lanzar esa consigna. ¿Cómo puede alguien dar de comer a sus hijos mientras pide que maten a alguien?

-¿Cómo vivió el asesinato de Miguel Ángel Blanco, a quien usted reconoce ahora que "mataron como a un perro"?

-Fue terrible. Se pasaron todos los límites, aunque, claro, yo también los pasé con creces. Ese asesinato no sirvió para nada. Creo que fue una venganza de ETA por la liberación de Ortega Lara.

-¿Qué significó la aparición de Mónica, una andaluza, en su vida de presidiario?

-Fue un regalo de la vida en una situación muy difícil. Los dos hemos luchado mucho para estar juntos y aquí estamos.

-¿Cuándo entendió por primera vez que usted fue un racista?

-Cuando empecé mi relación con Mónica. Todo era una contra- dicción pero hice un curso acelerado para sacudirme mis complejos de racista. Más que racista era un ignorante. Cuando nació mi hijo en Cádiz me pareció algo terrible. No concebía que un hijo mío naciese fuera del País Vasco y mira?

-¿En qué momento tomó la decisión de abandonar ETA?

-Definitivamente fue después del atentado en la T4, cuando nació mi hijo.

-¿Cuál fue la razón de ese atentado?

-El presidente Zapatero engañó a ETA. Se había firmado una tregua en abril que ya estaba rota en mayo. Zapatero no les daba nada a pesar de que les había prometido el oro y el moro. Ese al que llamaban "bambi" les engañó en toda la cara.

-¿Cómo vivió su familia, sobre todo su madre, una catequista de Irún, su pertenencia a ETA?

-¡Imagínese, la pobre! Ella sigue pensando que soy un experto en meterme en líos. Desaparecí con 18 años, cuando mis padres podrían haber empezado a disfrutar de mí. No les he pedido perdón, pero le aseguro que mi padre es mi mejor amigo.

-¿Hubiese usted perdonado si el asesinado hubiese sido su padre?

-No lo sé. No hay nada que no haya perdonado. He perdonado hasta a los que me torturaron.

-¿Qué son sus hijos: vascos o andaluces?

-Iñaki es de Cádiz y lo lleva con mucho orgullo. Hegoa nació en Pamplona.

-¿Qué le dice la película "Ocho apellidos vascos"?

-En mi casa ahora no son ocho, son cuatro. Puse la película en el bar que regento con Mónica y nos gustó mucho.

-¿Cómo le va a explicar a su hijo que su padre ha sido un asesino sin causa?

-No lo sé. ¿Cómo se le dice a un niño que has matado pero que no eres una mala persona? A lo mejor ya le dicen cosas en el colegio. Él dice que no, pero yo sospecho que algo le han dicho. El que mata no es necesariamente una persona mala.

-¿Cómo piensa educar a sus hijos?

-En positivo y lo mejor que pueda ensalzando los valores de respeto, convivencia y amor a la familia y a los amigos. Les educaré en el trabajo y en la disciplina. Luego serán ellos los que tomen sus decisiones.

-¿Le basta con declararse arrepentido?

-Es la actitud que he tomado ante la vida y no lo he hecho para sentirme mejor porque perdonarse a uno mismo en mi situación es muy difícil.

-¿De qué habla usted con los parroquianos de su bar?

-Yo hablo poco porque me paso el día en la cocina preparando pinchos. Algunos me han dado la espalda, pero no me importa. En el bar se habla del campo, de la huerta y de las ovejas. ¡Bastante tenemos todos con trabajar!

-¿Qué espera de la vida?

-Lo único que quiero es ver crecer a mis hijos lo más que pueda. Con eso me conformo y con que sean buenas personas y felices, aunque solo sea a ratos.

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