Rodrigo Rato, en otros tiempos vicepresidente económico con José María Aznar, director del Fondo Monetario Internacional, presidente de Bankia y ahora en el punto de mira de la justicia, concluyó este jueves en Madrid un curso de formación para voluntarios en un comedor social de las Hijas de la Caridad.

Animado por su entorno más cercano, Rato asistió durante dos tardes, junto con otras catorce personas, a un cursillo del proyecto Integral de San Vicente de Paúl para quienes quieren destinar parte de su tiempo a contribuir a la asistencia y promoción de los más desfavorecidos.

En el comedor social de las Hijas de la Caridad se atiende en una jornada a cuatrocientas cincuenta personas en situación de exclusión. Esta institución privada dispone de un centro de día, un centro de acogida, un comedor y pisos de inserción en los que colaboran desinteresadamente setenta voluntarios a la ¬semana.

La noticia saltó este jueves cuando Rodrigo Rato, imputado por el "caso Bankia", fue visto saliendo del centro de las Hijas de la Caridad. "Esto no es noticia, es un tema personal", se limitó a decir a los periodistas.

Compañeros de cursillo explicaron que Rodrigo Rato es un hombre reflexivo e interesado en el voluntariado. "Creo que es positivo que se preste a ayudar", dijo uno de ellos. El cursillo del proyecto Integral San Vicente de Paúl incluye los derechos y deberes de los voluntarios, así como los conocimientos y actitudes necesarios para prestar ayuda.

Esta inesperada dedicación solidaria al voluntariado social cogió por sorpresa a antiguos compañeros del otrora político conservador. La iniciativa de Rato contrasta con los escándalos en los que como banquero se vio afectado, como las tarjetas negras de Caja Madrid y la salida a Bolsa, así como su cuestionada gestión en Bankia.

Rodrigo Rato se enfrenta a un nuevo requerimiento del juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, quien dio tres días de plazo a Bankia para que le entregue los contratos originales de las polémicas tarjetas, de las que él y Miguel Blesa fueron titulares. Desde su forzada dimisión al frente de Bankia, Rato no tiene quien le llame desde las altas esferas del poder que tanto frecuentó. Tanto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como los integrantes de la cúpula del Partido Popular han evitado hablar con él. Esa marginación fue el paso que precedió a las presiones internas exigiendo su expulsión y que el pasado año le llevaron a pedir la baja en la formación conservadora.

Las cosas siguieron complicándose para él. Los peritos del Banco de España le acusaron de inflar el valor de Bankia en su salida a Bolsa en julio de 2011 y denunciaron que hubo "voluntad de ocultación de las tarjetas B". A consecuencia de ese informe se llegó a decir en diciembre pasado que Rato puede ir seis años a prisión por mentir al accionista de Bankia.