La marea de Podemos que se cierne sobre el bipartidismo amenaza también los planes de los soberanistas en Cataluña y el País Vasco. Observadores de distintas sensibilidades coinciden en que puede hacer saltar por los aires la correlación de fuerzas imperante en esos territorios desde hace 35 años. Alguno en concreto pone el acento en que "cogiendo la bandera de la vieja lucha de clases y canalizando el descontento" le está comiendo la tostada al independentismo radical de Bildu y ERC.

El imparable ascenso de la formación de Pablo Iglesias ha disparado las alarmas del Gobierno. Acuciado por los negros augurios de los sondeos, el PP ha reactivado sus propuestas de gran coalición a las que PSOE se resiste, aun cuando el nuevo partido parece haber entrado a saco en los caladeros de votos del centro-izquierda. Los soberanistas, entre tanto, han pasado al ataque contra Podemos.

La frustración de la clase media, golpeada como nunca por la crisis, los recortes y el paro, unida al hartazgo de un país indignado por la corrupción de sus políticos, están detrás del "efecto Podemos", un fenómeno meteórico que siete meses después de las elecciones europeas tiene contra las cuerdas al bipartidismo de populares y socialistas en la política española.

Sin reparar en fronteras interiores ni en el ADN, el ciclón de Podemos ha irrumpido en Cataluña y el País Vasco hasta el punto de que la hegemonía nacionalista está ahora en el aire. Los de Pablo Iglesias son, según las encuestas, una alterativa al poder establecido en esas comunidades que viene desafiando la soberanía nacional.

En ambos casos, los sondeos sitúan a la formación de izquierdas como segunda fuerza y eso sin estructura organizativa ni líderes conocidos. El hecho de que Podemos crezca, sobre todo, a costa de los votos radicales de Esquerra, Bildu y otros grupos menores contribuye a debilitar el frente soberanista, lo que en Cataluña pone en cuestión la viabilidad del proyecto secesionista de Mas.

Podemos está logrando capitalizar para su proyecto de izquierda radical el descontento de vascos y catalanes que los separatistas venían canalizando hasta la fecha. Un fenómeno que, sumado a los efectos devastadores del escándalo del clan Pujol, amenaza con acelerar el declive del discurso rupturista del soberanismo.

La irrupción del partido de Pablo Iglesias en Cataluña coincide con una caída de nueve puntos en el apoyo a la independencia, según el barómetro de la Generalitat. Sin ETA, Podemos es en el País Vasco la gran beneficiaria de que la preocupación ciudadana por los problemas socioeconómicos se anteponga al sueño identitario.

El crecimiento de Podemos a costa del independentismo inquieta tanto que ha acaparado la reciente reunión de Iñigo Urkullu y Artur Mas. El lendakari y su anfitrión no dudaron en acusar a la formación izquierdista de utilizar los casos de corrupción para ir "contra aquellos adversarios que no comparten su modelo de Estado".