El sacerdote Miguel Pajares, que ha fallecido en el Hospital madrileño Carlos III víctima del ébola, estaba invadido por el virus, que "se lo había comido por todos los lados", ha dicho hoy a Efe una fuente hospitalaria cercana al caso.

Pajares ha muerto este martes en el Hospital Carlos III de Madrid tras ser infectado por el virus del Ébola en Liberia, tras pasar una noche en la que su estado de salud se ha ido complicando progresivamente.

Según la citada fuente, entre las tres y las cuatro de la madrugada el sacerdote, que "estaba muy mal, e invadido por el virus", sufrió una parada respiratoria, ante la cual una junta de médicos decidió mantenerle sedado y sin intubarle. "Ahí comenzó el declive", ha lamentado.

El paciente tenía el riñón mal, de hecho ya no orinaba, padecía también tifus, sufría problemas cardíacos y "había perdido todas las defensas", con lo cual "la salvación de su vida no era posible".

Pajares, de 75 años, ha sido el primer europeo afectado por esta dolencia, para la que por el momento no existe vacuna, si bien desde el pasado sábado estaba recibiendo el suero experimental ZMapp, el medicamento que se está administrando en EEUU a los enfermos de ese país.

La misma fuente ha destacado que, independientemente del mérito médico, es "encomiable el trabajo técnico del personal de enfermería que ha mantenido la higiene del paciente", un factor fundamental para evitar cualquier propagación de la enfermedad.

Esta persona ha descrito el escenario en el que se ha trabajado estos días, en la misma planta donde estaba el cura y donde permanece en otra habitación contigua la monja Juliana Bonoha, que hasta el momento ha dado negativo en las pruebas del ébola pero que también está infectada de tifoideas.

"Cualquier movimiento mal hecho es peligroso", ha advertido, para recordar que "los trajes de protección (del personal médico y sanitario) se calientan y humedecen dentro hasta unos 40 grados centígrados de modo que el personal debe hidratarse de forma abundante para evitar una lipotimia".

El cadáver ha sido incinerado en el crematorio de Villaba cumpliendo los protocolos de seguridad recogidos en el decreto 124/1997 de Sanidad Mortuoria de la Comunidad de Madrid, según han informado a Europa Press fuentes de la Consejería de Sanidad.

El cadáver del sacerdote Miguel Pajares ha sido incinerado en el crematorio de Villalba cumpliendo los protocolos de seguridad recogidos en el decreto 124/1997 de Sanidad Mortuoria de la Comunidad de Madrid, según han informado a Europa Press fuentes de la Consejería de Sanidad.

El cadáver de Pajares salió del Hospital Carlos III-La Paz para proceder a su incineración sobre las 14 horas y el traslado corrió a cargo de personal de una empresa funeraria, que procedió a mover el cadáver cumpliendo también dichos protocolos.

Según el decreto, el cuerpo de Pajares se establece como cadáver de grupo 1 los que comprenden personas cuya causa de defunción represente "un riesgo sanitario tanto de tipo profesional para el personal funerario como para el conjunto de la población", según normas y criterios fijados por la Administración Pública.

El decreto también establece que los féretros deben tener una serie de características para este tipo de casos. Así, el receptáculo debe ser estanco para proceder a su traslado y en su interior debe contener material absorbente y deberá estar provisto de un dispositivo depurador para equilibrar la presión interior y exterior.

Fuentes hospitalarias señalaron que el paciente, quien cumplía su quinto día de ingreso hospitalario tras ser repatriado desde Liberia el pasado jueves, estaba en "condiciones críticas" y que, durante las últimas horas, experimentó una "bajada de constantes vitales".

Pese a que los médicos "probaron alguna medicación en un intento de estabilizarlo", la cámara y los monitores con los que era observado "mostraban que tenía problemas para respirar" hasta que el enfermo ha dejado de "mostrar actividad" esta mañana.

El pasado 4 de agosto se hizo público que el religioso español permanecía aislado en el hospital San José de Monrovia (Liberia), junto a otros trabajadores del centro sanitario, tras la muerte por ébola de su director, el hermano Patrick Nshamdze.

Los análisis confirmaron al día siguiente que Pajares había contraído la enfermedad, de la que finalmente ha muerto en Madrid, donde continúa ingresada la hermana Juliana Bonoha, que hasta el momento ha dado negativo en las pruebas del ébola.

El padre Pajares es el cuarto fallecido que trabajaba en el Hospital San José, después de que este lunes se conociera el fallecimiento del religioso George Combey.

La muerte de este ghanés se suma a la de la religiosa Chantal Pascaline, que perdió la vida el pasado sábado, y a la del director del centro sanitario, ocurrida el 3 de agosto, a quien cuidó el sacerdote español.

Mientras tanto, la religiosa de origen guineano y pasaporte español que fue repatriada junto a Pajares desde Liberia, Juliana Bonoha continúa su recuperación y su estado de salud permanece estable.

Entre tanto, sigue luchando contra esta enfermedad la hermana Paciencia Melgar, ingresada el fin de semana en el Hospital Elwa, en Liberia, gestionado por Médicos Sin Fronteras.

El cadáver será incinerado sin practicarle la autopsia

El cadáver del sacerdote será "sellado e incinerado", sin practicarle la autopsia para evitar la propagación de la enfermedad, de acuerdo con el reglamento de la Policía Sanitaria Mortuoria de la Comunidad de Madrid.

El manejo "post morten" de un cuerpo infectado por ébola, o con solo la mera sospecha de haberse contagiado con este virus, prohíbe la autopsia por "la alta carga viral de los fluidos corporales".

El contacto con los cadáveres debe realizarse "por personal entrenado" y no se procede, en estos casos, a ninguna preparación del cuerpo del difunto, han precisado hoy a Efe fuentes sanitarias.

A continuación, se procede al sellado del fallecido que finalmente es incinerado por la Policía Sanitaria Mortuoria.

En cuanto a las medidas de control ambiental, la norma exige la limpieza con desinfectantes de uso hospitalario de las superficies potencialmente contaminadas así como la incineración de la ropa o prendas que hayan estado en contacto con el cuerpo.