"El príncipe hizo en Pontevedra una vida de enorme sencillez", asegura Rafael Landín en su libro "Pontevedra, de aquélla". El cronista fue uno de los que trató especialmente al monarca en la casa de la familia Fonseca.

Se trata de un chalé de planta baja ubicado en Chancelas, en Poio, con impresionantes vistas a la ría de Pontevedra y la isla de Tambo, vendido unos años después de que el príncipe concluyese sus estudios.

El cronista considera que el monarca se refugiaba en esta casa. "Creo que buscaba allí el calor de aquel hogar tan hospitalario y acogedor".

Y es que recuerda del joven su cordialidad y un "no se qué infantil", obligado a enfrentarse a un intenso programa formativo.

Tras aquellos meses en la Escuela Naval, don Juan Carlos, ya rey, realizaría diferentes visitas oficiales a la ciudad del Lérez. La primera en julio de 1976, en la que los monarcas inauguraron la Ciudad Infantil Príncipe Felipe.

Fueron recibidos por el entonces alcalde, Joaquín Queizán, y participaron en una ofrenda en el santuario de A Peregrina, una ceremonia en la que el monarca señaló que "Pontevedra tiene una gran personalidad", elogio en un discurso en el que recordó retos como el crecimiento de población, la "razonable exigencia de un más alto nivel de vida, las crecientes dificultades en la defensa del medio ambiente y la naturaleza".

La pareja real volvería en distintas ocasiones para encabezar la entrega de despachos en la Escuela Naval, peregrinar por el camino Portugués o inaugurar, en 2006, el centro social de Novacaixagalicia, pero aquel verano en el santuario central de la ciudad fue especialmente simbólica la actitud de un rey que, un año después de morir Franco, despedía su intervención con un: "Viva Pontevedra, Viva Galiza, Viva España".