El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del general Franco, don Juan Carlos de Borbón y Borbón es proclamado Rey de España. Jornada de gran solemnidad en las Cortes. Presta juramento ya que en la tradición de la monarquía hispánica no existe la coronación como tal. Aquel niño que había llegado a una España con más enemigos que amigos y que había sorteado un mar de dificultades cumplía al fin con su destino y encarnaba la restauración de una institución que se remonta a la alta Edad Media. Arrancaba una gran aventura que lo convertiría en el monarca de la unidad y de la universalidad.

Don Juan Carlos nació el 5 de enero de 1938 en Roma, donde vivía exiliada la familia real, hijo de don Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona y jefe de la Casa Real española, y de doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans.

Estudió en España el Bachillerato y la carrera militar. El 14 de mayo de 1962 se casó en Atenas con la princesa Sofía de Grecia, primogénita de los reyes Pablo I y Federica. En 1963 nació la infanta Elena; dos años después, la infanta Cristina, y el 30 de enero de 1968 el Príncipe Felipe.

Franco nombra a don Juan Carlos Príncipe de España en 1969, un título hasta entonces inexistente. Era una forma de señalarlo como sucesor, pero no en la línea dinástica. En todo caso, la suerte está echada, los sectores del régimen que lo rechazan están en minoría. El asesinato del almirante Carrero Blanco abre la transición. Con la muerte de Franco accede al trono y su persona se convierte en el símbolo de la reconciliación de los españoles.

La monarquía se asienta, entre otras claves, sobre la sucesión mecánica de padres a hijos. Don Juan de Borbón -hijo de rey, padre de rey y nunca rey como se ha dicho- rompía esa regla a su pesar. El 14 de mayo de 1977, en una breve ceremonia celebrada en la Zarzuela, el conde de Barcelona renunciaba a sus derechos dinásticos con una frase que quedará para la historia: "Por España. Todo por España". El mes anterior había sido legalizado el Partido Comunista de Santiago Carrillo, una decisión discutida pero que, vista con perspectiva, solo puede calificarse de gran acierto para la nación y la monarquía.

Don Juan Carlos, aceptado por los ciudadanos aunque en España entonces apenas había monárquicos, ganaba espacio institucional y emocional. Quedaba lo más difícil. En junio de 1977, Adolfo Suárez, presidente del Gobierno por decisión del monarca, ganó las primeras elecciones generales en mucho tiempo, legitimándose plenamente y abriendo el proceso constitucional que a la postre sería la plataforma para que el Rey y la institución que representa se homologue con la realidad de los países avanzados, monárquicos o republicanos. El consenso social y laboral se logró con los pactos de la Moncloa, en octubre de aquel año, un acuerdo que permitió afrontar ajustes y medidas duras sin que se desestabilizase la aún frágil estructura democrática. De nuevo el carisma de don Juan Carlos influyó muy positivamente.

El 6 de diciembre de 1978 los españoles refrendan la Constitución que ya había salido pactada con apenas excepciones de las Cortes entre todos los partidos políticos, reflejo del gran acuerdo nacional que se había forjado en tiempo récord.

La segunda fase de la crisis del petróleo, con su momento más agudo en 1979 y el terrorismo de ETA sacudían España cuando lo más necesario era la estabilidad y la serenidad. Y, paradójicamente, el cierre del proceso constituyente con la promulgación de la Carta Magna desata las luchas entre los partidos. Ya no hacía falta extremar la prudencia; el país era como cualquier otro de nuestro entorno, así que incluso la ferocidad parlamentaria pareció razonable.

En todo caso, lo cierto es que la democracia era aún muy tierna y los lobos acechaban. El 4 de febrero de 1981, diputados vascos de Herri Batasuna intentan boicotear la primera visita oficial de los Reyes al País Vasco. La escena en la Casa de Juntas de Guernica es deplorable. Don Juan Carlos y a su lado doña Sofía mantienen la calma e incluso, con el legendario sentido del humor de los Borbones, el Rey hace alguna broma y gestos desenfadados. Calmada la encerrona, don Juan Carlos replicó a los boicoteadores diciendo que "frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia y no respetan nuestras instituciones, yo proclamo mi fe en la democracia y mi confianza en el pueblo vasco".

Solo unos días después, el 23 de febrero, el teniente coronel Antonio Tejero entra a tiros en el Congreso de los Diputados para vergüenza de todos los españoles.

Después de la tormenta, la calma. El 28 de octubre de 1982 el PSOE gana las elecciones con una amplísima mayoría. Felipe González forma Gobierno. La alternancia de la derecha y la izquierda es fundamental para la Corona. La Zarzuela y la Moncloa inician un período dulce de relaciones en el que España refrenda su entrada en la OTAN, ingresa en la Unión Europa y se mide de igual a igual con los principales países occidentales, como no ocurría desde la anterior restauración. El reconocimiento del Estado de Israel, en enero de 1986, cancela una anomalía y apuntala la monarquía juancarlista, que siempre tendrá presente la reparación de la ominosa expulsión de 1492.

El Príncipe Felipe, ya mayor de edad, jura lealtad a la Constitución y al Rey el 30 enero de 1986. La hoja de ruta de la sucesión, aún muy lejana, despeja cualquier obstáculo.

Las celebraciones por el V Centenario del Descubrimiento de América, con la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, ponen de moda a España y sitúan al Rey, con gran protagonismo en esos trances, como una destacadísima figura internacional. Navegante, esquiador, cazador... la dimensión deportiva de don Juan Carlos, aun sin alardes, es de dominio público y refuerza su imagen.

Don Juan fallece el 1 de abril de 1993. El Rey llora en público en los funerales por su padre. España atraviesa una nueva crisis económica que acaba desembocando en la llegada del PP de José María Aznar al Gobierno. Las relaciones entre la Jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno no son tan fluidas. Aun así, el fuerte empuje de la economía funciona como bálsamo entre las instituciones y en el seno de la sociedad española. ETA se bate en retirada. Los terribles atentados del 11 de marzo de 2004 convulsionan a la nación. El Rey aparece cargado de humanidad en esos momentos dramáticos.

El 24 de mayo don Felipe de Borbón se casa don doña Letizia Ortiz mientras de nuevo el turno lleva al socialista José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa. La crisis económica, la precaria salud y los escándalos rebajan la popularidad del Rey, que, sin embargo, no ceja en su labor moderadora y como gran representante de España en el mundo. La abdicación se produce con don Juan Carlos en plena actividad internacional.