Treinta y tres años después del 23-F, del intento de golpe de Estado de Tejero y de una destacada nómina de militares, la polémica sigue viva y parece que incluso arrecian las voces, hasta ahora minoritarias, que tratan de implicar a don Juan Carlos en la intentona, cuando la versión comúnmente aceptada siempre lo ha situado en avanzada de los salvadores de la democracia y de la libertad en aquella tarde-noche tan aciaga. Fue su glorioso Rubicón.

Suárez ganó las primeras elecciones democráticas en 1977 y volvió a triunfar en 1979. La crisis económica era tremenda y el terrorismo arreciaba. Los generales, a los que el presidente del Gobierno había prometido que no iba a legalizar al PCE, se sienten traicionados por Suárez. Y la oposición de izquierdas se impacienta, quiere llegar al poder; así que dispara las críticas y fuerza una moción de censura muy teatral.

Don Juan Carlos había hecho la transición con Adolfo Suárez como gran aliado. También, o aun más en los primeros compases, contó Torcuato Fernández-Miranda. Pero aquel tiempo de complicidades tenía un límite. El Rey, con buen criterio, pensaba en la alternancia, una forma inteligente y justa de sumar al conjunto de la nación a la gobernanza. Suárez, claro, defendía su magistratura.

Las potencias internacionales mueven pieza. Francia habla con el equipo de la Zarzuela, y Alemania con los socialistas. Todos contactan a la UCD, que es un mar de contradicciones y conspiraciones. Y con los militares que tampoco sienten ninguna simpatía por el Estado de las autonomías.

El proyecto de un Gobierno de concentración o de salvación nacional se abre paso. La idea es que lo presida el general Armada, un militar prestigioso y fiel a don Juan Carlos. La carrera hacia el 23-F está abierta.

Como ha escrito el periodista Luis Herrero, Suárez, "cada vez que regresaba del palacio de la Zarzuela, traía el rostro demudado, sobre todo durante los últimos meses. El Rey trataba de conseguir desesperadamente que el Gobierno nombrara al general Alfonso Armada segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Adolfo se negaba en redondo. El jefe del Estado estaba convencido de que había un golpe militar en trámite y que la única persona capaz de desbaratarlo era Armada. El jefe del Gobierno estaba convencido, por su parte, de que las cosas eran justo al revés: el golpe militar lo estaba alimentando el propio Armada".

El juego de equívocos es insuperable. Con Armada ahí no cabe duda de que el Rey está a salvo. Pero también se puede pensar que capitanea una operación inspirada desde la Zarzuela. No sería un golpe de Estado sino, como se decía, un golpe de timón. Una maniobra que, salvando los formalismos de la democracia, impondría un cambio de rumbo.

Suárez descubre que varios diputados de UCD apoyan una moción de censura de acuerdo con la oposición. La han firmado y se guarda en una caja fuerte. Dimite el 29 de enero. En la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente irrumpe a tiros Tejero. Varios capitanes generales alertan o movilizan a sus tropas.

El Rey sale por televisión, avanzada la noche, con su uniforme militar, afirma su inequívoco compromiso con las libertades, recrimina a los sediciosos y en unas horas vuelve la normalidad. Don Juan Carlos ganó así la partida y el reconocimiento nacional e internacional.