Las palabras de los políticos son más peligrosas que sus actos. El Rey no "renuncia" ahora al Fortuna. Arrinconó el yate hace años. Se aburrió del juguete, que languidece en su gigantesco arcón palmesano como candidato al escrache. El jefe de Estado lo cambió por el uso exclusivo de la escopeta, con un arma regalada por los jeques que le permite matar elefantes en Botsuana sin moverse de La Zarzuela. De hecho, el usuario más frecuente de la embarcación en sus últimas travesías era Urdangarin (véase más adelante).

El Rey tampoco "pone el Fortuna a disposición del Estado", como ensalzan los misacantanos. El yate siempre gozó de titularidad estatal, fue entregado a Patrimonio para que su usuario exclusivo se ahorrara los costosísimos mantenimiento y manutención, a miles de euros en combustible por cada salida de la barraca. Pregunten a los distinguidísimos empresarios que se vistieron de luces para entregarle la flamante embarcación al monarca, y se decepcionaron ante un funcionario gris que recibió el obsequio y se esfumó. Con él se desvanecieron las palmadas en el lomo del Jefe de Estado, la mayoría de suscriptores del regalo todavía no han cicatrizado la herida del desconsuelo.

La versión de La Zarzuela pregona un óbolo de los empresarios turísticos a la Familia Real, a cambio de una hipotética promoción -Clinton y su admirado Don Juan Carlos, duelo de carismas en el puente, ganó el primer presidente negro-. Falso, el Rey regaló el yate al Rey. El monarca estaba obsesionado con jubilar al viejo Fortuna, que un pescador tuvo que remolcar con Lady Di a bordo. Para autoobsequiarse, utilizó la estratagema de movilizar él mismo al empresariado a través del pseudopríncipe Zourab Tchokotoua, su íntimo y desaparecido para la justicia. La baraka que hoy se ha enmohecido y la providencial intervención de Sabino Fernández Campo evitaron iniciativas previas de los después encarcelados Mario Conde y Javier de la Rosa.

También es falso que el Fortuna fuera sufragado por la iniciativa privada. El Govern Matas comprometió casi tres millones de euros públicos que por supuesto no pagó, haciéndose cargo el primer ejecutivo de Antich. Cada familia de Balears ha abonado doce euros para adquirir un yate que, tras la anecdótica "renuncia", es un saldo en un mercado en caída libre. ¿Para qué quiere usted un yate? El cuadro de Miquel Barceló que alberga vale tanto como la nave entera.

Afortunadamente llegó la crisis, porque el Rey estaba a punto de recibir un velero que complementara su Fórmula 1. Urdangarin capitaneaba el Fortuna como si fuera de la familia. Mientras saqueaba las arcas de Balears, tenía que refugiarse en Sóller por la tormenta. Su última travesía fue frustrada por el escándalo entonces incipiente. Anunció a su amiga mallorquina que la recogerían en es Trenc. De palacio le prohibieron que sacara el Fortuna. Cuántas renuncias.