La reunión en la Zarzuela entre Urdangarín, Diego Torres y los máximos dirigentes políticos de Valencia es vista como una prueba de que el duque buscó el escenario ideal para recordar a posibles clientes quién era él y quién su suegro.

La residencia oficial del Rey fue convertida, al menos por un día, en un centro de negocios de altura. Le cedemos un salón gratis en palacio para sus reuniones y hasta le damos un café a sus invitados. Aquel peculiar encuentro estuvo precedido de una no menos amigable charla entre Rita Barberá, la alcaldesa valenciana; la Infanta Cristina y su marido. El mismo Jaume Matas, que ahora se despierta de su letargo procesal y solicita pruebas para alargar la instrucción, ha admitido que aceptó dar dinero público a Urdangarín porque era de la Familia Real y duque.

La pregunta es si Barberá y Camps hubieran accedido a regalar varios millones de euros públicos a un anónimo comercial, sin parentescos con la monarquía. Urdangarín, por la cuenta que le trae, rechaza haber mantenido aquella cumbre en la casa de su suegro. Pero ya fue cogido en un primer renuncio cuando tuvo que reconocer, a la fuerza, que jugó al pádel y habló de proyectos con el president Matas en Marivent, otro centro de negocios.