El mensaje navideño del Rey, cuyos dos ejes fueron la crisis económica y -sin nombrarla- la crisis política abierta por la deriva soberanista de CiU, fue acogido ayer con amplia división de opiniones por los partidos. Mientras PP y PSOE saludaron las llamadas del Monarca a la unidad, IU consideró que el discurso estuvo "lejos de la realidad", una apreciación muy próxima a la del PNV, que lo encontró alejado del día a día de los ciudadanos. Por su parte, UPyD lo calificó de "demasiado políticamente correcto".

Las reacciones que más atención suscitaron fueron las de los dos partidos catalanes embarcados en la proa de la nave soberanista. CiU y ERC descifraron con toda claridad las alusiones a la actual crisis independentista que se estaban implícitas en el mensaje real.

El president de la Generalitat, Artur Mas, puso por delante que no vio el mensaje -de diez minutos, emitido a las nueve de la noche del lunes y colgado desde entonces en múltiples sitios de interne- porque tenía "un trabajo prioritario": cerrar la composición de su nuevo Govern, que presenta mañana, jueves.

A los llamamientos a la unidad lanzados por el Monarca, Mas respondió que su intención es sumar fuerzas, pero dentro de una Europa "sin el esquema antiguo de los Estados tradicionales. Somos los primeros que queremos integrar fuerzas dentro de la UE", añadió. ¿La conclusión de Mas? "Estamos de acuerdo con lo que dijo el Rey dependiendo de con qué escala lo miremos".

El secretario general de Convergencia (CDC, una de las dos patas de CiU), Oriol Pujol, respondió al llamamiento real de unidad pidiendo que "el respeto sea mutuo y que se aplique a la voluntad del pueblo que el 25N decidió que sería bueno ejercer el derecho a decidir en el marco legal que sea necesario".

Desde ERC, su presidente, Oriol Junqueras, respondió a la llamada real a la unidad haciendo gala de la doble condición independentista y republicana de su partido. Junqueras subrayó que ERC defenderá "la libertad de los catalanes y sus derechos" y resaltó que su objetivo es conseguir un Estado propio para Cataluña, por lo que "lo que opinen otros (en referencia al Rey) es responsabilidad de ellos", dijo.

Estas críticas están en las antípodas de las valoraciones de los dos principales partidos españoles, PP y PSOE. El vicesecretario general de Organización del PP, Carlos Floriano, consideró que el mensaje navideño del Rey volvió a demostrar "por qué es el jefe del Estado" al identificar "perfectamente" cuáles son los problemas que amenazan a España y atisbar las soluciones.

En el mismo sentido, la vicesecretaria del PPdeG, Marta Rodríguez Arias, sumó a su partido a la llamada a la unidad hecha por el rey y pidió al resto de fuerzas políticas "que superen ideologías para estar a la altura de las personas a las que representan".

Rodríguez Arias apostó por "no alimentar la crispación desde los partidos" y por trabajar para evitar "algunos episodios que tuvieron lugar en el pasado", según un comunicado del PPdeG.

Por su parte, la secretaria de Política Social del PSOE, Trinidad Jiménez, destacó la "cercanía hacia los ciudadanos y sensibilidad social" mostrados en el mensaje. "El discurso es muy ajustado a la realidad política, social y económica de nuestro país", afirmó Jiménez, quien subrayó la petición a los partidos políticos para que "todos" trabajen "unidos para salir adelante".

En declaraciones a los medios en la sede del partido en Ferraz, Jiménez aseguró que don Juan Carlos mostró "cercanía hacia los ciudadanos y sensibilidad social", como es habitual en sus últimos discursos.

La portavoz del BNG en el Congreso, Olaia Fernández Davila, reprochó al Rey la "total falta de autocrítica" en su tradicional discurso de Nochebuena en un año de "enorme descrédito de la monarquía".

Davila se refirió a episodios como el del viaje del Rey a Botsuana o a la "deriva del caso Urdangarín". En relación a la crisis económica, la diputada del BNG criticó la "condescendencia" de Don Juan Carlos con las "venenosas políticas" de recortes del Gobierno.

Las claves del mensaje

En su mensaje del lunes por la noche, y además de las alusiones a la crisis catalana, el Rey comenzó anunciando que iba a hablar de "la crisis económica, la fortaleza de España (...) y la necesidad de reivindicar la política como instrumento necesario para unir las fuerzas de todos". Acto seguido expresó su impresión de que "vivimos uno de los momentos más difíciles de la reciente historia de España".

Respecto a la crisis, don Juan Carlos glosó su amplitud y persistencia, "que nadie imaginaba"; los daños que provoca en el bienestar "de no pocas familias" y la "inseguridad y desánimo" que transmite a los jóvenes.

Tras admitir que el pesimismo se ha instalado en la sociedad y ha deteriorado el clima social, se hizo eco del "desapego hacia las instituciones y hacia la función política" desencadenados por ese pesimismo, frente al que reivindicó que "cabe encontrar nuevos modos y formas de hacer algunas cosas que reclaman una puesta al día". En cuanto a las recetas económicas, defendió que "austeridad y crecimiento deben ser compatibles" y reivindicó "la protección de los derechos sociales, que son seña de identidad de nuestra sociedad desarrollada".

Una democracia coronada tiene un problema cuando el mensaje de Navidad del Rey supera en audiencia a las dosificadas y abúlicas intervenciones del presidente del Gobierno. Volvió a ocurrir el lunes, y el Monarca no ahorró ninguna de las causas que están "generando un desapego hacia las instituciones y hacia la función política", donde cabe recordar que la nómina institucional incluye a la Corona.

Por desgracia, el certero diagnóstico no se acompaña de un tratamiento fiable, porque Juan Carlos de Borbón se remite "a la actitud abnegada y leal" de familias y organizaciones benéficas, amén de apelar a las protocolarias virtudes navideñas de la "generosidad" y "solidaridad". Ni la sombra de un reproche a la codicia y el pésimo ejemplo de quienes han compartido los viajes y cacerías del Rey. A diferencia del prescindible Rajoy, el Rey no abdica de sus funciones en la breve alocución navideña. El mensaje se remite a la transición a la democracia, investida con todo el peso de la cronología. Así, promueve "valores que hace más de tres décadas" crearon "un nuevo marco de convivencia". Y no evita la personalización, "a lo largo de los treinta y siete años de mi reinado". Es decir, el Rey se aferra al trono, cuando está a punto de cumplir los 75 años que suponen un mojón con sello de retirada.

Urdangarín y Cataluña se han quedado para otro mensaje navideño. Las omisiones endurecen las reprobaciones al Gobierno, al reclamar "la protección de los derechos sociales". Con sus carencias, el tono del Rey contrasta con el desesperante Rajoy, que se dirigió ayer a las tropas en el exterior con la nada estimulante referencia "al mundo que nos ha tocado vivir". Nueva apelación a la fatalidad de un presidente que invita al desistimiento y fomenta que "la política no viva hoy sus mejores horas", en la valoración del monarca. En el desenlace, el jefe del Estado comparte con gobernantes y economistas la ignorancia absoluta sobre las vías de solución de la mayor mutación económica de la humanidad. De ahí que apele castizo a la confianza en "nuestras posibilidades de salir adelante". A ciegas.