Las amenazas de los piratas de entregar a tripulantes del atunero Alakrana a las familias de los corsarios presos en España cayó ayer "como un jarro de agua fría" sobre los allegados de los marineros gallegos. Así lo aseguraba Silvia Albés, la esposa de Pablo Costas, el engrasador del barco, vecino de la parroquia gondomareña de Mañufe, que ponía de manifiesto una vez más la situación de angustia que se vive en los hogares de los 36 secuestrados al cumplirse 27 días de cautiverio en aguas de Somalia.

Dentro de la tensión que les acompaña desde el pasado día 2 de octubre, fecha en que se produjo el ataque pirata al pesquero, la jornada de ayer contó con un "mal trago" añadido, relató la mujer de Costas, quien prefirió restar crédito a las declaraciones de un supuesto pirata a la prensa para mantener la calma que le sea posible en estas circunstancias. "Hay que tener cuidado y respeto a las familias. Estas cosas hacen mucho daño", solicitó a los medios de comunicación ante la duda sobre la amenaza pirata.

Silvia Albés cuestionaba ayer el aviso del supuesto asaltante debido a las informaciones que recibe por parte de fuentes oficiales. Como cada día, esta vecina de Gondomar atendió la llamada de representantes del Gobierno central, que le aseguraban que las amenazas de los piratas son falsas. Al parecer, según indicaron dichas fuentes, el portavoz de los secuestradores con el que se llevan a cabo las negociaciones nunca ha hablado en esos términos y las conversaciones continúan en la misma línea que los últimos días.

La casa armadora también se ha puesto en contacto con las demás familias de los tripulantes. Tanto la empresa como la familia del capitán sí pudieron ponerse en contacto ayer con el barco y manifestaron que todos estaban bien y que la situación continuaba sin novedades.

En similares términos se expresaba ayer Jesús Graña, marinero de Cangas que ya tendría que haber embarcado en el atunero para dar el relevo a su hermano Secundino. Este cangués considera que "es poco veraz" la advertencia de los piratas. "Hay que esperar", repetía ayer Jesús Graña, que sin embargo considera que las negociaciones para liberar al barco podrían estar más avanzadas.

La familia de Secundino Graña guarda silencio y, aunque se muestra más esperanzada sobre una pronta resolución, insiste en que no ha recibido ninguna confirmación en este sentido ni por parte de la armadora ni del Gobierno. Secundino Graña (padre) no ha podido hablar ni en una sola ocasión con su hijo y dice que si tuviera un momento de libertad está convencido de que le hubiera llamado, como ocurrió semanas antes cuando el atunero sufrió la primera amenaza de secuestro por parte de los piratas somalíes. Secundino Graña sí está preocupado por cómo saldrá su hijo de este secuestro, del que está convencido que sin dinero no se va a poner fin: "Sin dinero no los van a soltar", asegura este marinero jubilado de Cangas.