Quizás la frase más conocida de Sabino Fernández Campo fue aquella que espetó al jefe de la Acorazada Brunete la noche del 23-F cuando éste le preguntó si estaba en el Palacio de la Zarzuela el general golpista Alfonso Armada. "No está aquí ni se le espera" fue la respuesta enérgica de Sabino, por aquél entonces secretario general de la Casa del Rey, una actitud que fue clave para desmontar la intentona golpista y continuar la consolidación democrática en España.

Ayer, en el Tanatorio de la Paz de Alcobendas, en el momento de rendir honores y recordar la figura de uno de los hombres clave de la transición democrática española, estaban todos y a todos se esperaba. Entre ellos a los Reyes, quienes sobre las 18.30 horas se fundían en un emotivo abrazo con la viuda del Conde de Latores, María Teresa Álvarez, y sus hijos Luis y Miguel. Don Juan Carlos y doña Sofía, con semblante serio y circunspecto, estuvieron durante unos veinte minutos en la sala en la que reposaban los restos mortales de Sabino Fernández Campo, cuyo féretro estaba flanqueado por cuatro grandes coronas enviadas desde la Casa Real, dos de ellas con los colores de la bandera de España. A la salida los monarcas –la reina vestida de luto riguroso–, volvieron a mostrar su cariño y afecto con la esposa y los hijos del fallecido, especialmente con María Teresa Álvarez con la que se fundieron, otra vez, en un entrañable abrazo. Los Príncipes de Asturias llegarían al tanatorio poco después, pasadas las nueve de la noche.

María Teresa Álvarez que había llegado al Tanatorio la Paz poco antes de las 10.30 de la mañana y que, visiblemente afectada, confesó a los periodistas que "Sabino murió sin dolor y vivió 91 años plenos". La periodista y escritora explicó, sin embargo, que su mayor pena había sido "no encontrarme junto a Sabino en el momento en el que justo murió". Emocionada, resaltaba: "No me creo que se haya ido".

Momentos antes que la viuda habían accedido hasta el recinto en el que se instaló la capilla ardiente el resto de la familia del general asturiano, con sus hijos Luis y Miguel a la cabeza. A partir de ese mismo instante allí se vivió un incesante peregrinar de personalidades que quisieron dar su último adiós a un hombre bueno, sabio y que durante su vida rindió un gran servicio a España.

Un hombre, en fin, que cosechó con su gran humanidad y con su quehacer en la vida pública algo tan difícil como la unanimidad entre todos los que le trataron y quienes supieron de su trayectoria vital de 91 años. Desde Manuel Fraga a Santiago Carrillo, desde Gregorio Peces Barba a Fernando Suárez, desde José María Aznar a Nicolás Redondo, desde Esperanza Aguirre a Alberto Ruiz Gallardón, desde Jaime Mayor Oreja a Cándido Méndez, desde, en fin, el secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, o el arzobispo emérito castrense, monseñor Estepa, al fundador de Mensajeros de la Paz, Padre Ángel García... no hubo nadie que no alabara la vida y obra de Sabino Fernández Campo. "Un gran patriota y un gran servidor del Estado", coincidieron el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, y el actual titular del Congreso, José Bono. Así hablaron de Sabino todos, de los primeros a los últimos en acercarse hasta la capilla ardiente.

Y de las primeras fueron las infantas Elena y Cristina, a quienes siguieron después políticos como Adolfo Suárez Illana, el hijo del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, quien recordó emocionado la gran relación y lo mucho que vivieron juntos en aquellos duros años de la transición su padre y Sabino, el ex vicepresidente y ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, que entró por una puerta trasera y apenas se dejó ver, los que fueran presidentes del Congreso, Landelino Lavilla y Gregorio Peces Barba, o el delegado del Gobierno asturiano en Madrid, Miguel Munárriz.

Y asturianos fueron muchos quienes quisieron despedir a su paisano porque aparte de algunos de los ya citados hasta allí se acercaron los periodistas José María García, José Luis Balbín, Ladislao de Arriba o Juan Ramón Lucas, la actriz Mary Paz Pondal o la cantante Massiel.

Particularmente significativa fue la presencia de la Fundación Príncipe de Asturias, una institución que no hubiera visto la luz sin la ayuda de Sabino Fernández Campo. El más afectado, sin duda, el director de la Institución, Graciano García, quien sin poder contener le emoción ni en sus ojos ni en su rostro aseguraba haber perdido "un segundo padre". Junto a Graciano García llegó hasta el tanatorio el secretario general de la Fundación, Juan Luis Iglesias, y a lo largo de la mañana el presidente de la misma y vicepresidente del Banco de Santander, Matías Rodríguez Inciarte, y alguno de sus antecesores en el cargo como Plácido Arango y José Ramón Álvarez Rendueles.

La primera en llegar por la tarde fue la Duquesa de Alba. Doña Cayetana repitió las palabras más oídas durante la jornada, "se nos ha ido un gran hombre". A la aristócrata le siguieron Manuel Fraga, Rodrigo Rato, los presidentes del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, Carlos Dívar y María Emilia Casas, o la ministra de Defensa, Carme Chacón, que lo hizo acompañada del jefe del Estado Mayor de la Defensa, José Julio Rodríguez. Chacón, haciendo suyo el lenguaje militar que corresponde a la ministra del ramo y honores al fallecido, dijo que se había ido "uno de nuestros mejores hombres".

Emoción y tristeza

Para entonces todos los familiares de Sabino Fernández Campo ya estaban de vuelta en el tanatorio después de abandonar sus dependencias por espacio de algo menos de una hora durante el mediodía. María Teresa Álvarez lo había hecho, con el rostro cada vez más vencido por la emoción y la tristeza, del brazo de la ex ministra socialista Cristina Alberdi.

Hasta allí fueron a consolarla alguna de sus amigas como la investigadora Margarita Salas o el presidente de la Real Academia de Historia, Gonzalo Anes, o el empresario Jorge Cosmen.

Y es que todo parecía poco para honrar la memoria de un hombre al que según el veterano dirigente comunista Santiago Carrillo, que tantas vivencias compartió con él, "todos debemos un homenaje", al menos, precisó, "todos los que apreciamos la democracia y el sistema de libertades que se ha dado este país".

A última hora de la tarde, y tras el funeral que se celebró en la propia capilla ardiente, con los restos mortales de Sabino Fernández Campo flanqueados por cuatro grandes coronas enviadas por la Casa Real seguía siendo incesante la llegada de personas queriendo honrar a uno de los tres hombres a los que, como aseguró el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, bastaba con su nombre para saber de quién se trataba durante la época de la transición: Suárez, González y Fernández. Esto es, "Adolfo, Felipe... y Sabino". Tres nombres para una época.