Jaume Matas aporta un argumento incontrovertible para jubilar anticipadamente a los políticos. Su peripecia, de humilde aprendiz –con una quiebra a sus espaldas– a dueño de una segunda residencia con rango de palacete de millones de euros, obliga a modificar el aforismo de Lord Acton sobre el poder. "Todo poder corrompe y, con el tiempo, corrompe absolutamente".

La longevidad persuade a los incombustibles de que la política no está reñida con el lujo. De este modo, la cónyuge del ex president puede gastarse 75 mil euros en una sola tarde en Relojería Alemana, según los investigadores. A saber, las tres cuartas partes de los ingresos anuales declarados por su marido a Hacienda.

Nadie negará que Maite Areal –alto cago político de Esperanza Aguirre– ha sido la primera dama mejor vestida de Balears. Accedió a ambos rangos en 1996, cuando su esposo fue proclamado president del Govern por primera vez, sin someterse a unas elecciones. Una diseñadora belga instalada en Palma firmaba a la esposa de Matas.

Los espectaculares atuendos deslumbraron a Rosa Estarás, que inquirió a su portadora sobre la identidad de la autora del vestuario. Areal le proporcionó la información y, a continuación, telefoneó con reflejos centelleantes a su sastra, para que ni se le ocurriera venderle a la consellera de su marido.

Gusto por el lujo

Este afán por la exclusividad y contra la socialización del gusto, desde los días de su incipiente reinado, cohesiona la urgencia que para Matas tenía un palacete, el residuo mítico de la aristocracia palmesana vendida a los alemanes. No lo compró a pesar de que se acercaban las elecciones, sino precisamente por ello. Quería presumir.

Hoy es el único mallorquín que desea que su vivienda se devalúe. En cuanto a las tasaciones, basta con repasar las ventas de otros pisos en la misma comunidad, con lo cual se triplica como mínimo la cifra oficial.

Matas se gastó los ingresos íntegros de un año en redecorar su palacete o segunda residencia, dado que habita entre Washington y la babélica Miami, una plaza con notable presencia de las constructoras españolas. Más de 700 metros cuadrados, una palmera en el jardín, media docena de televisores en diez estancias y una fiesta inaugural servida por asistentas con cofia, ante los escandalizados ojos de los misioneros del Sagrado Corazón que habitan en el edificio adyacente.

Según se ve, Matas había saltado de imitador de Alexandre Forcades a clon de Zaplana. Calcados en la presencia exterior, llegaron a compartir un estricto y caro médico dietista. Políticos conservadores como Antoni Pastor se contagiaron de la obsesión por el adelgazamiento pautado. Entretanto, Maite Areal compraba en Madrid los acabados y últimos detalles de un lujoso piso en la capital.

El matrimonio de políticos asegura que la propiedad corresponde a Bartomeu Reus, y que sólo pagan un alquiler. Sin embargo, los suministradores han identificado a la ex primera dama en las fotografía que les presentaban los investigadores. Extraña situación, con la presuntos inquilinos adquiriendo artículos para una residencia que en realidad debería corresponder al presidente saliente de Gesa.

En la denuncia anónima de "un grupo de ciudadanos indignados" ante la fiscalía anticorrupción y ante la Agencia Tributaria, se menciona entre los vecinos del piso madrileño a los banqueros Nigorra, estupefactos ante el poderío económico adquirido súbitamente por sus vecinos. Por lo que respecta a los imputados varones, Fernando Areal, Bartomeu Reus y Jaume Matas quedan enlazados en el laberinto de un recibo comprometedor.

Actividad compradora

La cuarta residencia de los Matas son una serie de apartamentos consecutivos en la Colònia de Sant Jordi. En la supuesta adquisición, una caja de ahorros –y casi no hace falta especificar cuál– concedió un préstamo por veinte años a una octogenaria de recursos exiguos. Mientras tanto, Maite Areal telefonea desde Palma a selectas boutiques de Madrid, donde ya tiene asignada una dependienta específica.

Un ministro francés condenado por corrupción consideraba que su dedicación a tiempo completo a la République le permitía envasar su vida privada en su gestión pública, de modo que no debía abonar los gastos de la primera.

En el polo opuesto, Matas y Areal estaban tan absortos en fomentar la industria del lujo, que se creían merecedores de la compensación de sendos cargos políticos. Su actividad comprando casas y decorándolas fue agotadora, si se tiene en cuenta que se simultaneó con notables responsabilidades públicas.

Los factores psicológicos anejos a las numerosas residencias y dispendios de Matas escaparán a la investigación judicial. El ex president es un hombre sin intereses ni aficiones, incapaz de redondear ninguna pasión ajena a la política.

Cuando fue expulsado del paraíso del Govern por segunda vez, su universo se derrumbó. El dinero, incluso en las generosas cantidades desenterradas por la Guardia Civil, es un consuelo de segunda división.