Mario Conde sigue conservando y luciendo los polos marineros de regata con el logotipo de Banesto, el banco que ahora dirige Patricia Botín y de cuya presidencia salió en 1993 para iniciar un periplo carcelario del que ahora habla con tranquilidad y, dice, sin rencores.

–¿No le trae recuerdos amargos el logotipo de Banesto?

–Puede ser un mensaje a los nuevos directores... No tengo miedo a revolver aspectos del pasado. Supongo que habré hecho cosas mal, porque cada vez que decides te equivocas, pero en conjunto creo que hice las cosas como me correspondía. No renuncio a nada de mi pasado y, aunque me costara la cárcel durante muchos años, me siento muy orgulloso.

–¿Echa de menos el poder?

–No. La vida se construye a golpes. En mis planes no estaba ser presidente de banco, ni siquiera ser financiero. No es lo que me gusta. Me gustan la intelectualidad y el derecho y, en el campo económico, el mundo de la industria. Nunca me ha parecido atractiva la banca. Imagínese que hubiera seguido siendo presidente de uno de los grandes bancos españoles o europeos... Estaría horrorizado con la que está cayendo. Menos mal que ya no estoy en ese puesto.

–¿Cómo analiza lo que está pasando en la economía mundial?

–En 1992, ante el Papa, y en 1993, ante el Rey, dije que estábamos en un modelo de capitalismo financiero que, si lo dejábamos en manos del mercado, era cuestión de tiempo que nos estallara, como así ha sido. Entonces empecé a desarrollar una idea que básicamente dice que el discurso de la eficiencia económica era una falacia, que había que conseguir una eficiencia social. Se trata de vivir en comunidad y razonablemente felices, y si para eso se necesita ser un poco ineficientes económicamente, pues bendito sea. La banca se estaba olvidando de hacer lo que tocaba, que era prestar a las empresas y se estaba metiendo en el lío de la riqueza financiera, que en realidad nunca supe qué era. Una falacia que nos ha costado un disgusto mundial. Ha habido un olvido de las empresas y, además, una codicia desmedida.

–Usted formaba parte de todo este engranaje.

–Lo que ha estallado es todo el sistema y con carácter irreversible. Si después de haber ensayado toda esta ortodoxia económica hemos llegado a producir cuatro millones de parados, significa que hemos fracasado y provocado angustia en la gente. Hemos producido un sistema en el que la banca, por sus problemas, está provocando cierres de empresas que iban bien. No supimos ver la experiencia de Argentina: una nación rica que acabó con quince millones de pobres. Entramos en el euro sin que la sociedad supiera qué es lo que estaba pasando. Vivimos un proceso de construcción de Europa absolutamente irreal, un tinglado virtual. Hoy hay dos tendencias: unos, los asustados, quieren que todo vuelva a ser como antes; y otros que estamos pensando por dónde van a ir las cosas conscientes de que nada será ya igual. Si volviéramos a lo mismo, estallaría de nuevo y no habríamos conseguido avanzar.

–¿Hacia dónde nos dirigimos?

–Creo que vamos a una revuelta social. Hay violencia contenida y a día de hoy sólo controlable. A mí se me ponen los pelos de punta cuando veo que en la crisis más importante que hemos creado las universidades y las academias callan, incluso callan los intelectuales que hasta hace nada presumían y que lo único que han sido capaces de decir es que la solución es el despido libre. Hemos construido una sociedad yerma donde, frente al poder del Estado, está el individuo asustado. Hemos construido empresas endebles que dependen del sistema financiero, bancos centrales de todo el mundo dirigidos por funcionarios que nunca han sentido la angustia de cobrar o no un salario a final de mes. Nos dirigen personas que desconocen la angustia de ser empresario y que si se equivocan no pasa nada.

–Ése era su mundo.

–Claro, y estuve hablando de ello. Nos hemos convertido en una sociedad de francotiradores, de sálvese quien pueda, y esto va a provocar una convulsión social muy seria. Pero es muy bueno, se lo garantizo, porque el capitalismo financiero, como lo tenemos, afortunadamente no va a volver. Volveremos a fabricar riqueza financiada por los bancos. El banquero no es el dueño del mundo, sólo un gestor del dinero de la comunidad. El empresario debe recuperar el valor social del crédito. Alguien dijo que para ser banquero había que tener instinto criminal, estoy de acuerdo.

–¿Cuándo se arreglará este desaguisado?

–Primero, hay que dar trabajo a los cuatro millones de parados que tenemos, que son personas, no números interpretados como déficit público. Detrás de cada parado hay un hombre frustrado, que ha perdido su autoestima. No se puede crear una sociedad de gente frustrada porque entonces se expresará la violencia.