José Luis Rodríguez Zapatero se marcó ayer casi una sola prioridad de su Gobierno para los próximos años: salir cuanto antes de una crisis económica “que entra en una fase decisiva”, fortalecer la cohesión social y territorial y abordar las reformas y cambios “que demanda la segunda década del siglo XXI”. Y para pilotar ese complejo empeño colocó ayer a dos gallegos al frente: Elena Salgado, que deja la cartera de Administraciones Públicas y asume la Vicepresidencia Segunda y el Ministerio de Economía; y José Blanco, que entra en el Ejecutivo al frente del todopoderoso Fomento. Además, se incorporan al Gobierno, Manuel Chaves, como vicepresidente tercero para la Cooperación Territorial, Ángel Gabilondo, en Educación, Trinidad Jiménez, en Sanidad y Ángeles González-Sinde, en Cultura. Pedro Solbes, Magdalena Álvarez, Bernat Soria, Mercedes Cabrera y el coruñés César Antonio Molina abandonan sus responsabilidades. Con los cambios introducidos, Zapatero calificó a su nuevo equipo de “fuerte, activo y con un gran peso político”.

La ourensana Elena Salgado es la pieza angular sobre la que girará toda la nueva política económica. Zapatero se mostró ayer convencido de que ella es la persona idónea para “imprimir un cambio de ritmo, acelerar y poner toda la energía que podamos en combatir la crisis económica”. El presidente elogió el perfil de Salgado. “Ha sido ministra desde 2004 y en todas las tareas he visto una extraordinaria eficacia en la gestión”. Además, le puso los deberes a la nueva vicepresidenta: no sólo debe tomar medidas, sino que éstas “tienen que ser eficaces, llevarse a la práctica con la máxima celeridad y llegar al tejido económico y social”.

Salgado deberá, además, poner en práctica las políticas diseñadas recientemente en Londres por los líderes mundiales durante la reunión del G-20, unas políticas que, a juicio del presidente, han sentado las bases de un nuevo orden económico internacional”.

A Elena Salgado le espera, pues, una ardua tarea por delante. A corto plazo deberá dar con un modelo de crecimiento económico que sea más equilibrado y que mejore la competitividad y la productividad.

Poner freno a la hemorragia del desempleo es otra de los objetivos preferentes de la nueva vicepresidenta. En estos momentos la cifra de parados ya supera los 3,6 millones y los expertos vaticinan que llegará a los cuatro. Atajar el fuerte incremento del déficit público (un 8% a fin de año), la situación financiera de las cajas y bancos españoles (sobre todo tras el caso de la Caja Castilla La Mancha) y la liberalización del sector servicios (que acapara el 66% del PIB de la economía española) son otras de las responsabilidades que tiene por delante Salgado.

Otro de los aspectos capitales de su gestión es cerrar el nuevo modelo de financiación autonómica, un proceso que ha abierto y cuyo desenlace es insospechado pues se trata de la cuadratura del círculo al tratar de conciliar todas las exigencias de los gobiernos autonómicos. Cataluña, Valencia y Madrid, por unos motivos, y Asturias y Extremadura, por otros, han sido comunidades que se han mostrado muy críticas con la propuesta presentada por el hasta ayer vicepresidente económico Pedro Solbes.

Por su parte, el lucense José Blanco asume la cartera más inversora del Gobierno: Fomento. Zapatero justificó su nombramiento por poseer “una clara visión de conjunto, autoridad, sensibilidad política y capacidad para reconocer las necesidades reales de cada territorio, equilibrar decisiones y ordenar prioridades conforme al interés general”.

Blanco, que se mantendrá como vicesecretario general del PSOE, tendrá en su poder uno de los más poderosos instrumentos dinamizadores de la economía a través de la inversión pública, y por extensión garante de cohesión social.

La decisión de Rodríguez Zapatero de reformar su equipo de gobierno se produce apenas un año después de haber ganado las elecciones en marzo de 2008. Entonces el presidente electo destacaba “la fuerza política y la notable capacidad de gestión” de las personas de su flamante Ejecutivo. Un año después empleó prácticamente similares términos para definir a los nuevos ministros.

Desde que llegó al poder en 2004, el presidente español ha introducido hasta siete cambios, por diferentes motivos. Hoy, cinco años después sólo tres personas se mantienen en el equipo fundacional: María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta las dos legislaturas, Miguel Ángel Moratinos, titular de Asuntos Exteriores y la gallega Elena Espinosa, que tras dirigir Agricultura y Pesca asumió también la competencia en Medio Ambiente.

Ésta crisis de gobierno, sin embargo, es especialmente sintomática del desgaste que había sufrido el Ejecutivo socialista por dos motivos: haberse producido en un año de mandato y por haber afectado a seis carteras y con cinco caras nuevas.

Pese a que algunas quinielas daban por hecha la salida de ministras como Bibiana Aído, responsable de Igualdad, Carmen Garmendia, en Ciencia o Investigación, o incluso Beatriz Corredor, al frente de Vivienda, las tres finalmente han conservado sus cargos, si bien han visto mermadas sensiblemente sus competencias.

Zapatero parece haber confeccionado un gobierno con un marcado más político, con más pesos pesados y como de dos divisiones, con departamentos de primera y segunda división.