El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, justificó ayer la remodelación de su Ejecutivo en la necesidad de imprimir “un cambio de ritmo” a la lucha contra la grave crisis económica que atraviesa el país y de preparar la recuperación con un nuevo modelo de crecimiento y de cohesión territorial, labor que encomienda al nuevo vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves, hasta ahora presidente de la Junta de Andalucía. Zapatero se mostró convencido de que el nuevo gabinete, que celebrará hoy su primera reunión, es un equipo “fuerte, activo y con gran experiencia política” que será capaz de afrontar el contexto político y la situación económica “con un nuevo impulso y mayor fortaleza”.

A juicio del presidente del Gobierno no hay “nadie mejor” que quien ha dirigido la mayor comunidad de España durante casi veinte años, Manuel Chaves, para realizar un trabajo que exige respeto al Estado de las autonomías, capacidad de negociación política para desarrollar los estatutos y una contrastada experiencia de gobierno.

Tiene fama de conciliador, lo que le convierte en un referente a la hora de resolver conflictos internos del partido. La primera muestra de ello la dio en 1977, al conseguir normalizar el PSOE andaluz en pleno enfrentamiento entre «guerristas» y «renovadores». Una operación que le valió distanciarse del entonces vicepresidente del Gobierno, el andaluz Alfonso Guerra.

Falta le va a hacer ahora, en su nuevo puesto, ese talante dialogador. Andalucía ha sido una de las comunidades que más ha influído con el anterior ministro de Economía, Pedro Solbes, para que en la reforma del modelo de financiación autonómica pese la población más que ningún otro factor.

Ahora, Chaves tendrá que buscar la fórmula que permita un pacto entre todas las comunidades autónomas, también Cataluña, y que Pedro Solbes no concluyó.

Zapateroaseguró hace unas semanas que quería acelerar y cerrar cuanto antes la financiación autonómica. Ahora corre prisa, porque ya está encima la campaña electoral para las elecciones europeas, que se celebrarán en junio y en las que se volcarán todos los esfuerzos socialistas para conseguir la victoria.

El jefe del Ejecutivo premia la lealtad de Trinidad Jiménez con el Ministerio de Sanidad y Políticas Sociales, de la que destacó su “capacidad política y sensibilidad social” para entregarle la cartera.

La remodelación supone devolver la política universitaria al Ministerio de Educación, bajo la batuta de Ángel Gabilondo. Zapatero justificó este cambio en la necesidad de aplicar el proceso de Bolonia y en la trayectoria profesional del propio ministro, pero reconoció que se pudo equivocar al incluir las universidades en el Ministerio de Ciencia e Innovación.

Una de las mayores sorpresas fue no obstante la elección de González-Sinde como ministra de Cultura, encargada de proyectar el trabajo de los creadores españoles en el exterior. Zapatero destacó la necesidad de impulsar las “enormes posibilidades” de la cultura española y consideró que la hasta ahora directora de la Academia del Cine, como creadora y persona reconocida por el cine español, es “especialmente idónea” para lograrlo.