La carrera de César Antonio Molina ha sido doblemente meteórica: por su velocidad y por su fugacidad. El poeta, ensayisa y periodista coruñés apenas ha completado un año y medio al frente del Ministerio de Cultura con una gestión marcada por luces y sombras y enconados enfrentamientos con algunos colectivos, como el sector del cine, que ayer estaban radiantes con la designación de su sustituta, Ángeles González-Sinde, presidenta de la Academia del Cine.

Molina, de 56 años, casado con la escritora Mercedes Monmany y padre de una hija, llegó al ministerio en sustitución de Carmen Calvo desde la presidencia del Instituto Cervantes, uno de los mayores buques insignia de la cultura española. Aunque se siente sobre todo poeta (“porque ser poeta es una manera de estar en el mundo”) y “escritor furtivo”, este licenciado en Derecho y Periodismo puso en práctica el Código de Buenas Prácticas que regula, entre otros aspectos, los nombramientos de los directores de los centros dependientes del ministerio. Esta decisión provocó algunas sonoras controversias como la protagonizada por el bailarín Nacho Duato, quien reprochó al ministro su salida de la Compañía Nacional de Danza, un grupo que dirigió tanto durante los gobiernos de José María Aznar como en el primero de Zapatero.

Molina también revisó las normas para designar los Premios Nacionales de Literatura y aumentó su dotación económica. El ministro también precipitó la salida estentórea de Rosa Regás al frente de la Biblioteca Nacional. En los últimos meses había anunciado nuevas leyes de la Música, el Teatro y la Danza, también nuevas normas de Archivos y y del Patrimonio Histórico Español. Todas se quedan en el aire.

El ya ex ministro de Cultura tuvo dos enemigos claros: uno dentro y otro fuera. Dentro del gobierno, el titular de Exteriores Moratinos, quien se negó a cederle la competencia del Instituto Cervantes, pese a la presión de Molina. Fuera, el mundo del cine, que no le perdonó que no hubiese sacado adelante la ley que prácticamente había dejado cerrada su antecesora Carmen Calvo. Actores, productores y directores, con los que mantiene una relación directa el presidente Zapatero han manifestado en público su rechazo a la gestión de un ministro, que llegó a la política de la mano de las musas y salió como de una película de cine negro se tratase. Un thriller con víctima incluida: él.