OTR_Press  Madrid

Un grupo seleccionado de funcionarios de prisiones maneja desde hace varios meses un manual con el sello de confidencial en el que se alecciona sobre cómo detectar y controlar fenómenos de radicalismo islamista en el interior de las cárceles. En el manual, se dan órdenes precisas para controlar celdas, aparatos de audio y lecturas, entre ellas la del diario "Gara". Además, se detallan los cambios de actitud y aspecto propios de los procesos de radicalización y se recogen las expresiones en clave utilizadas por los "yihadistas," aspectos que pueden guiar al funcionario a reconocer si un preso ha decidido entregar su vida a la "yihad" (guerra santa).

Este documento, redactado por el departamento que dirige Mercedes Gallizo, pretende aleccionar a los funcionarios para que sean capaces de detectar a islamistas radicales que, sin embargo, han ingresado en prisión por delitos comunes.

De este modo, el manual insiste a los funcionarios en la importancia de conocer su recorrido anterior, ya que los "yihadistas" suelen tener antecedentes en sus familias, han recorrido varios países europeos y, en ocasiones, han combatido en conflictos armados. Si en un cacheo un funcionario encuentra una cicatriz y piensa que el interno fue herido en Chechenia, Bosnia o Afganistán, debe fotografiarla e informar a la dirección. El modo de actuar debe ser idéntico si se encuentra una celda empapelada con textos sagrados.

Los funcionarios tienen un doble encargo: vigilar a los presos ya radicalizados, algunos señalados por condenas de terrorismo, pero también a los presos comunes susceptibles de ser captados para la "yihad".

"La alta concentración actual de internos musulmanes en especial los originarios del Magreb, favorecen las actividades de proselitismo y radicalización", afirman los autores del documento.

En el apartado "Cambio en sus temas de interés", el manual advierte de la posibilidad de que presos musulmanes tengan en su poder periódicos como "Gara" u otras publicaciones de movimientos extremistas, ya que "a falta de otras más próximas, encuentran en éstas cierto apoyo a su visión del mundo y a sus métodos de acción".

Todas las alarmas se encendieron cuando dos meses después del 11-M la Policía detuvo en varias prisiones a los integrantes de un grupo que planeaba volar la Audiencia Nacional y que se había formado en la cárcel de Topas.