Policías científicas, investigadores forenses o laboratorios de análisis genéticos en general han de agradecer que la bioquímica asturiana Margarita Salas haya pasado más de cuarenta años junto a un curioso compañero de laboratorio: el virus Ø29 (Phi29), que ha resultado ser una joya cuando infecta al "Bacillus subtilis"-el bacilo sutil, delicado-. De dicha contaminación entre virus y bacilo sale el ADN Polimerasa, un producto que multiplica por miles, o por millones, el tamaño una pequeñísima muestra de ADN -el código de la vida-, que sería inanalizable sin tal amplificación.

Pero, además, esa joya del Phi29, unido al talento de Margarita Salas Falgueras -que hoy mismo cumple 70 años y que, desde el pasado julio, es marquesa de Canero, su localidad natal, en el concejo de Valdés-, se han convertido en un mina, al haber conseguido la investigadora asturiana la patente que produce la mitad de los ingresos por royalties del Centro Superior de Investigaciones científicas (CSIC), la institución que más patentes solicita en España.

Por la patente de la doctora Salas, el CSIC ha ingresado desde 2003 -año de la explotación plena del producto- 3.750.596 euros, cifra que la convierte en una de las más productivas de España, país en que se tramitan unas 3.200 patentes al año, de las que cerca de 400 son solicitadas por las universidades y por el CSIC, los OPI (organismos públicos de investigación).

"Con el virus Phi 29 llevamos trabajando muchos años", explica Margarita Salas, "y descubrimos que este virus infecta la bacteria ´Bacillus subtilis´ y produce la síntesis de una serie de proteínas, entre ellas, la DNA (ADN) Polimerasa viral". Dicha proteína "tiene unas propiedades que la convierten en la encima ideal para amplificar DNA a partir de cantidades muy pequeñas, ya que produce miles o, incluso, millones de copias de este DNA".

Por tanto, su utilidad consiste en que "si uno tiene una muestra muy pequeña de DNA (humano, o de plantas, de bacterias, de virus...), ésta no se puede analizar, pero con este sistema se produce una gran cantidad analizable", agrega Salas.

El descubrimiento de este ADN se produjo en el lugar de trabajo de la doctora Salas, el laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa -su maestro y mentor-. Este laboratorio es compartido por el CSIC y por la Universidad Autónoma de Madrid.

Salas dirigió el equipo de investigación del descubrimiento, compuesto por Luis Blanco, Antonio Bernad y José Maña Lázaro. "El hallazgo de la DNA Polimerasa es de 1982 y la patente, de 1989, propiedad del CSIC; la licencia de explotación la adquirió en 2001 el laboratorio norteamericano Amersham Biosciences, que fue absorbido después por General Electric Healthcare, la firma que hoy comercializa dos kits para la multiplicación del DNA, el TempliPhi? DNA y el GenomiPhi".

Respecto al resto de patentes del CSIC, Domingo Represa, responsable de la oficina de transferencia de tecnología de este centro, comenta: "Nuestra institución tramita unas 120 solicitudes de licencias al año, de las que el 30 por ciento obtienen interés industrial y el 70 por ciento se convierten en patentes internacionales". Explica asimismo que los procesos de explotación son lentos, ya que "la DNA Polimerasa Phi29 tardó en comercializares unos diez años, puesto que a veces son los laboratorios de las empresas los que disponen de más tecnología para realizar la investigación aplicada".

No obstante, "los niveles de investigación pública son altos en España, pero nos falla que las empresas utilizan poco el sistema de patentes, un derecho en exclusiva que evita que otra firma explote el mismo o similar producto". El caso contrario es el de Estados Unidos, "donde una universidad como la de California tramita 430 patentes al año, pero en ese mismo país hay empresas que solicitan hasta 3.000 en un año".

Margarita Salas estudió la carrera de Química y se doctoró en Ciencias por la Universidad Complutense de Madrid. En sus inicios, comenzó a investigar con el equipo de Alberto Sols, en el Instituto Gregorio Marañón y, después, viajó a Estados Unidos para realizar parte de su tesis doctoral en Nueva York, en el laboratorio del premio Nobel asturiano Severo Ochoa, investigador del que ella ha sido la heredera científica.

Salas ha sido la primera española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Es, asimismo, miembro de la Organización Europea de Biología Molecular y de la Academia Americana de Microbiología. Dirigió durante nueve años, de 1995 a 2003, el Instituto de España, organismo que agrupa a la totalidad de las reales academias españolas, y ocupa el sillón "i" de la Real Academia Española. En 1994, recibió el premio Jaime I de investigación y fue premio nacional de investigación Santiago Ramón y Cajal en 1999, año en el que también fue designada por la UNESCO "Investigadora europea".