Una vez que el modelo urbano impuesto en la ciudad de Pontevedra fue evolucionando, y los vecinos aceptaron las medidas para una mejor convivencia entre peatones y el tráfico rodado, el nivel de aceptación de la reforma fue creciendo sensiblemente. La evidencia de las mejoras era palpable.

Carreteras de Campañó donde se implantaron medidas de velocidad reducida por seguridad.

Esto llevó a varios colectivos vecinales, y plataformas de comerciantes, a exigir el mismo tratamiento para sus barrios que se estaba aplicando a la zona monumental y a las calles comerciales del centro de la ciudad. En ese sentido se puede observar como el paisaje urbano de gran parte de la ciudad ha ido cambiando sensiblemente. La calle San Antoniño, Loureiro Crespo y todos los viales que quedan en medio han sido renovados. La zona este también mejoró hasta llegar a la calle Juan Carlos I.

La humanización del barrio de Fontesanta, es otro ejemplo singular de como se puede mejorar la calidad de vida de la gente con un tratamiento adecuado de la normalización viaria. A Seca, Os Cotos, O Burgo, los barrios empezaron a disfrutar de mejores aceras, viales con velocidad reducida y la posibilidad de disfrutar de la calle a pié.

Llega el turno del rural. En los denominados núcleos de centralidad parroquial se desarrolla una actividad social similar a la de los barrios. Suele haber algún establecimiento hostelero, un pequeño comercio y generalmente está el local social donde puede haber movimiento de tráfico y gente. Evidentemente, exigir seguridad en estos puntos es totalmente razonable.

Para estos núcleos el Concello está desarrollando una normativa especial con criterios similares a los estándares y la calidad ofrecida al centro de la ciudad. Como ejemplo valen las reformas realizadas en Cabaleiro, en Campañó, que lleva un par de años disfrutando de un modelo eficiente.

En este núcleo, en el que hay varios restaurantes, un hotel, la Casa Cultural y varias viviendas, confluyen permanentemente tráfico rodado y peatonal. Por ello se redujo el límite de velocidad a 20 kilómetros por hora, se instalaron “lombos” señalizados, se cambió el firme por uno antideslizante y, a mayores, se canalización las aguas pluviales para mayor comodidad del peatón en los días de lluvia.

La intención es elevar los estándares de calidad de vida de los vecinos del rural, teniendo en cuenta que medidas de este tipo solo se pueden aplicar en los núcleos de centralidad parroquial, ya que sería contraproducente llevarlo a todas las zonas pobladas de un municipio.

Lombos con una parte superior antideslizante ya están muy visibles en otras zonas de las parroquias con más viviendas. Son reconocidas por la pintura roja que llevan por encima y que permiten, además de reducir la velocidad de los conductores, cruzar las pistas andando con mayor seguridad para los vecinos. Además, se ha aumentado la señalización. El resto será más Educación Vial y responsabilidad para alcanzar el ideal de muertes cero por accidentes de tráfico.

Con derecho a caminar

En el rural parece necesario reivindicar el derecho a caminar. Pistas estrechas y conductores demasiado confiados obligan a los peatones a arriesgar demasiado. Son conscientes y por eso es habitual verlos enfundados en chalecos reflectantes o portando luces en la cabeza y linternas en sus manos. Esto no debería ser así. Por ello estas medidas intentan que, por lo menos, en los nucleos donde se concentra mayor actividad social y comercial se pueda andar con tranquilidad. El término “peatonalizar” parecería ser exagerado para una pista en el rural, sin embargo, sí se pueden tomar medidas que hagan comprender a los conductores que el derecho de la gente a desplazarse a pié, así como a otros conductores a aparcar y cruzar la calle con seguridad, también son importantes y necesarios.