En el año 2011 uno de los grandes debates sociales volvía a estar relacionado con una parte importante del modelo de ciudad que se fue gestando en Pontevedra con el nacimiento del nuevo milenio. El gobierno local anuncia la implantación de la zona 30, que limitaba la velocidad de circulación en casi todo el casco urbano. Este plan incluía algunas calles en las que llegaba a reducirse hasta 20 kilómetros por hora, por mayor afluencia de público infantil, tanto por cercanía de colegios como de parques.

Peatones en un paso elevado en Reina Victoria. Abajo: imagen anterior a la reforma de Benito Corbal.

Esta medida impactó notablemente porque no había antecedentes de una ciudad que en todo su casco urbano impusiera una medida tan rigurosa. Por supuesto, la expectativa de cambios volvió a parecer traumática, sobre todo por otros elementos que forman parte de la reordenación y que para los técnicos y autoridades municipales son fundamentales.

Se trata de las rotondas y los “lombos”, evidentemente molestos para los conductores que deben superarlos a muy baja velocidad para evitar que el coche sufra roces con la calzada. Es evidente que son obstáculos que obligan a circular con otra mentalidad. El mensaje es claro: “en Pontevedra no se corre”.

Hay en la ciudad cerca de 230 pasos de peatones sobreelevados. Los famosos “lombos” están diseñados de forma tal que coincidan con la altura de las aceras. De este modo se da continuidad a la zona peatonal con la doble intención de facilitar el paso, sobre todo de gente con movilidad reducida, y de indicar al conductor del automóvil que será él quien invadirá una zona restringida y no al revés como siempre se ha creído.

Por otra parte, todas las calles de la ciudad fueron reformadas recientemente. Aceras más grandes y calzadas estrechas es una decisión constante en casi todas las zonas. Las razones son dos, más espacio para el peatón y restringir la voluntad de un uso violento o amenazador del conductor de vehículos, al que le queda solo el espacio imprescindible para una conducción prudente.

Asimismo, el actual callejero cuenta con 35 rotondas de distinto radio para mejorar los accesos en los cruces, pero que también sirven como elemento disuasorio para el exceso de velocidad, sobre todo aquel que se produce por pequeñas distracciones del conductor.

Esta apuesta del gobierno local de Pontevedra encontraba resistencia fundamentalmente porque la limitación de velocidad podía representar la relantización de un tráfico ya de por si bastante atascado en horas pico. Sin embargo, los expertos tenían una hipótesis en contra de esa posibilidad que según datos que maneja la Policía Local estarían comprobados en la práctica.

Una velocidad reducida no tenía por qué representar llegar más tarde a los sitios ya que no tiene sentido ir rápido hasta la esquina para después estar parado allí el resto de la mañana. Ahora, el tráfico avanza lento pero constante a una velocidad media de 20,83 kms por hora. Antes íbamos a 11,49 de media.

Estadísticas muy favorables

La disminución de la violencia viaria en Pontevedra está reflejada en las estadísticas. El calmado del tráfico es evidente, y la prevención de la siniestralidad refleja “con orgullo” el casillero de “cero muertos” desde 1999 en los espacios en los que se iban incorporando las nuevas normativas del sistema de movilidad.

Con menos coches en las calles y un sistema de prevención de violencia viaria, la percepción general de seguridad aumenta notablemente. Pero esta sensación se confirma con números. Los datos de siniestralidad son rotundos. De los 69 atropellos que se produjeron en Pontevedra en 1998 pasamos a 4 en 2013, y que además reportaron consecuencias mucho menos graves ya que se produjeron con vehículos circulando a menor velocidad.