Con gesto serio y cara de decepción el líder de Podemos, Pablo Iglesias, reconocía que los resultados de su partido en las elecciones no habían sido buenos. "No son satisfactorios. Teníamos unas expectativas diferentes, estas cifras han sorprendido a todo el mundo, no solo a nosotros. Es el momento de reflexionar", afirmó. Ni ruptura del bipartidismo, ni hachazo al PSOE, ni espectacular subida de los votos como le pronosticaban muchas encuestas y los sondeos a pie de urna. La repetición de las elecciones dejó a Unidos Podemos en la misma casilla en la que había quedado en diciembre. Clavados en el mismo lugar en el reparto de sillones parlamentarios, pese a haber perdido un millón de votos, como tercera fuerza política, con 71 diputados a 14 de los socialistas, y mucho más lejos del PP (a 66).

Iglesias, que compareció entre el líder de IU, Alberto Garzón, y el número dos de los morados, Íñigo Errejón, aseguró sentirse muy preocupado por el avance en votos que había experimentando el "bloque conservador". Aún así dejó la puerta abierta a hablar desde ya con el líder del PSOE, Pedro Sánchez. "Es el momento de potenciar el diálogo entre las fuerzas progresistas", señaló en su intervención. Lo que sí destacó fueron las bonanzas de su unión con IU, pese a que la confluencia no había fructificado en las urnas en forma de votos. Aunque señaló que en los siguientes días llevarán a cabo una discusión interna, "en frío", para evaluar qué ha fallado para no conseguir unos mejores resultados. Eso sí destacó que "lo que hemos hecho estos dos años (de vida del partido) es histórico, pero consideramos necesario ganar y no renunciaremos a ello, y vamos a seguir peleando para conseguirlo".

De la euforia de los primeros sondeos al cierre de las urnas, que aventuraban que el partido que lidera Iglesias quedaría por delante del PSOE, los dirigentes morados pasaron a la decepción, que no ocultaron en sus declaraciones. Cuando comenzó el escrutinio esa ventaja que reflejaban los primeros pronósticos se esfumó de un plumazo. Pero las caras largas no estaban solo en los atriles de las comparecencias, sino también en la calle. Ese paso, de la alegría a la decepción fue palpable en la plaza del Reina Sofía de Madrid, donde se había reunidos muchos de sus simpatizantes. Pese a la desilusión, con el paso del recuento cada diputado que los podemistas conseguían subir se celebraba como si fuera un gol entre el público, sobre todo si era a costa de "robárselo" a los socialistas.

Minutos antes de la comparecencia de Iglesias, cuando aún quedaba un tercio de los votos por escrutar, Íñigo Errejón reconocía también que los resultados "no son buenos, ni son los que esperábamos". Y fue un poco más allá asegurando que esto supone retrasar el "proceso de cambio político en España que comenzó con el movimiento del 15-M, a veces estas modificaciones no se consiguen a la velocidad que quisiéramos". Prometió que "seguiremos dando la cara como hasta ahora con nuestros votantes y tenderemos la mano para formar un Gobierno progresista que revierta los recortes del PP". "Nos mantendremos como el vector más dinámico de cambio para España", concluyó.

Una de los pesos pesados del partido, la alcaldesa de Barcelona, Ada Cola,u estaba en una estrecha línea entre alegría y tristeza. Reconocía estar contenta por losvotos conseguidos por En Comú Podem en Cataluña, pero decepcionada por los nacionales. "Nunca tiraremos la toalla", señaló la regidora.