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Análisis

El debate de los extremos

El careo de los candidatos, en el que destacaron Iglesias y Rajoy, según los expertos, giró en torno a la vieja dialéctica de izquierda-derecha

Hace seis meses, el debate electoral de los candidatos de PSOE, Podemos y Ciudadanos con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, sirvió para visualizar y anticipar el fin del bipartidismo en España, que iba a decretar el 20-D con la irrupción de Podemos y Ciudadanos en las Cortes. El debate del lunes de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera no fue tan clarificador. Ya no giró en torno a la nueva y vieja política, ya no versó sobre la casta y los aspirantes a dirigentes políticos, sobre los de arriba y los de abajo porque Podemos y Ciudadanos ya no son nuevos. Instaurado el multipartidismo, hubo una regresión, una vuelta al pasado, y el debate se situó de nuevo en la dialéctica clásica izquierda-derecha, y así se habló de subir o no impuestos, de la erosión del Estado del Bienestar como ataque a las clases más desfavorecidas o de Grecia y Venezuela, como antes se usaba el regimen castrista como arma arrojadiza. La polarización de la campaña la definió Pablo Iglesias, cuando aseguró que las opciones del 26-J se reducen a dos, o el PP o un gobierno de izquierdas, con la incógnita de si lo liderará Podemos o PSOE. También lo afirmó Pedro Sánchez: "El PP y Podemos son extremos que coinciden frente al PSOE. Por eso votaron en contra de mi investidura". Tres politólogos gallegos analizan para FARO el debate, que además no sirvió para despejar incógnitas en cuanto a por dónde irán los pactos posteletorales.

¿Quién ganó el debate?

No hay un ganador claro, aunque destaca Pablo Iglesias. Ninguno de los cuatro candidatos arrasó y ningun fue derrotado clamorosamente.Y para gustos se pintan colores, que dice el refrán. Cristina Ares, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Santiago, sostiene que lo más importantes es que "ninguno perdió". Eso sí, en su opinión, Mariano Rajoy estuvo "razonablemente bien", pues con su mensaje afianzó a su electorado y en cambio Pablo Iglesias, defraudó, pues fue "incapaz de visualizar la alternativa con el PSOE y parecía más un tertuliano que un presidenciable". Ares salva a Pedro Sánchez, que "supo dirigirse al electorado indeciso", de quien depende para no ver relegado el PSOE a tercera fuerza el 26-J, y a Albert Rivera porque logró "romper la polarización" de la campaña entre PP y Podemos. Una opinión diferente es la que tiene Miguel Anxo Bastos, profesor también en Ciencias Políticas en Santiago. "El debate se saldó sin ganadores porque ninguno logró alterar el escenario de cara al 26-J", sostiene. El mejor resultado lo obtuvo, según su análisis, Iglesias porque "conserva el impulso que le dan las encuestas y le sitúan como segunda fuerza", es decir ganaría porque no retrocede, aunque tampoco avanza. En cambio, Pedro Sánchez suspende porque "no fue capaz de dar la vuelta a los sondeos y sigue en retroceso". O sea perdería porque se queda tal cual llegó al debate. Los candidatos de PP y Ciudadanos pasan sin nota el examen. Un tercer dictamen arroja otro enfoque. Pablo Vázquez, profesor de Comunicación Organizacional en la Facultad de Humanidades en Lugo, vio "brillante" a Pablo Iglesias en su empeño de ir a por el voto indeciso de los socialistas y destaca que Rajoy salió indemne de un debate, donde vivió momentos donde sufrió "un frente de todos contra él". En cambio, según su parecer, los cabezas de cartel de PSOE y Ciudadanos "no fueron creíbles", el primero por pasar en el debate de diciembre de llamar "indecente" a Rajoy a casi no rozarle en el del lunes, y el segundo por el tono agresivo que exhibió y que recuerda más a Podemos que al partido naranja, que presume de centralidad.

¿Fue decisivo?

No, coinciden los expertos. ¿Por qué? Porque se celebra en el arranque de la campaña, y cuando los electores acudan a las urnas ya se habrán olvidado del careo y porque los partidos así lo quisieron. Salieron a no perder, así que no arriesgaron. "El planteamiento fue conservador, los candidatos fueron a repetir los argumentarios elaborados por sus asesores y poco más", opina Pablo Vázquez, para quien en general los debates no son determinantes. Son solo un elemento más para conformar la opinión. Miguel Anxo Bastos apunta que "en tres días nadie se acordará del debate, sobre todo de este debate, donde los cabezas de cartel no se salieron del guion y no lograron movilizar el voto indeciso". El mismo argumento repite Cristina Ares.

¿Quién fue el mejor orador?

Pablo Iglesias y Albert Rivera se disputan el premio al mejor orador. Pablo Vázquez no lo duda y la distinción se la concede al líder de Podemos, sobre todo porque logró "apelar a las emociones en su minuto final, espantando el voto del miedo y llamando a la esperanza y la alegría". Cristina Ares apuesta por el cabeza de cartel de Ciudadanos, quien "mejoró" con respecto al debate de diciembre y fue el que "cometió menos errores" ante el atril. Bastos duda entre Iglesias, que es "un profesional del debate que sabe llegar al corazón del votante" y Rivera, porque resultó "el más creíble".

¿El mejor discurso?

Puedes ser muy bueno hablando, cautivar la atención del espectador, pero no tener nada interesante que decir o explicarte mal. ¿Qué candidato hilvanó el mejor discurso? Rajoy, replica sin dudarlo Pablo Vázquez, porque desarrolló el discurso "más coherente y mejor desarrollado". Tenía muy claro lo que quería vender, su experiencia como gestor público frente a los novatos de prácticas, y su promesa de crear dos millones de puestos de trabajo. Tampoco lo hizo mal Pablo Iglesias, que fijó su consigna de que las opciones son dos el 26-J, "o el PP o un gobierno de cambio de Podemos y PSOE". En cambio, apunta el profesor de Lugo, "los marcos de Pedro Sánchez y Rivera quedaron más diluidos". Para Miguel Anxo Bastos, el mejor discurso fue el del líder del Partido Popular, sobre todo en el bloque económico, pues en "corrupción pinchó, ya que se le notó que no está acostumbrado a que le lleven la contraria en el tú a tú". Cristina Ares contradice a sus compañeros de profesión y prefiere los discursos de Rivera, porque siendo el cuarto fue capaz de ganar protagonismo, y Pedro Sánchez,con un discurso "eficaz" que señaló las debilidades de Podemos "sin ser agresivo" habida cuenta de que tras el 26-J es su potencial aliado.

¿El mejor estratega?

Para Bastos, fue el cabeza de cartel de Podemos porque acertó con su plan de aparecer "contenido, moderado, nada agresivo, espantando el voto al miedo al que tanto apelan en el PP y así intentar captar votos del PSOE". También dio en el blanco, en su opinión, cuando tendió puentes con Sánchez, intentando visualizar que el Gobierno del cambio era posible. Pablo Vázquez prefiere a Rajoy, por su discurso presidencialista, porque "salió vivo del debate contra tres rivales, porque no se amilanó e hizo frente a las críticas". Cristina Ares señala al candidato socialista con su estrategia de asimilar a PP y Podemos como los dos "extremos" que se pusieron de acuerdo para evitar el "gobierno del cambio", tras el 20-D.

¿El más creíble?

Rajoy, sin ludar a dudas, opinan los expertos porque para bien o para mal el presidente en funciones del Gobierno español "permaneció fiel a su estilo y forma de ser". En cambio, los otros tres candidatos hubo momentos en que jugaron a ser quienes no eran y despistaron a los electores. Rivera, "con un tono bronco que no le pega y que le identifica con la vieja política de la que reniega", dice Pablo Vázquez, o Pablo Iglesias, "en plan socialdemócrata" ,comenta Cristina Ares, y Pedro Sánchez, porque se le notaba "descolocado", apunta Bastos.

¿Hubo debate?

Poco y porque los partidos no quisieron. Pactaron el formato, y éste era rígido, acartonado, un marco para no correr aventuras, con los tiempos de intervención muy tasados, y casi nada dejado a la improvisación. Era un salto con red. Fue una decepción tras el debate de diciembre de los cabezas de cartel de PSOE, Podemos y Ciudadanos con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. A los expertos tampoco les convenció el plató con "un decorado muy oscuro", y una disposición de los atriles que "no favorecía el diálogo entre los candidatos". Que hubiese tres moderadores tampoco ayudó a la agilidad del debate, según Ares. "Fue aburrido, careció de humanidad. Los candidatos fueron a largar su argumentario", sentencia Bastos.

¿Hubo novedades?

"Todo sigue igual" , concluye Cristina Ares, y eso significa, que no hay avances. Los partidos llegan a la segunda vuelta del 26-J evidenciando ante los electores "enormes dificultades" para entenderse, cuestión grave, porque no habrá mayoría absolutas, y se impone el diálogo. La sombra de unos terceros comicios planea en el ambiente, pero a Bastos y Vázquez no les preocupa especialmente. "Es lógico que no despejen la incógnita de con quien van a pactar", analizan. Rivera y Sánchez, especialmente, tienen que mantener la incertidumbre. Si, explican, Ciudadanos señalase como interlocutor al PP, los electores podrían pensar que mejor entonces apostar por Rajoy y si Sánchez tendiese puentes con Iglesias habría votos que se le escaparían por el centro hacia Ciudadanos y PP y por la izquierda hacia Podemos. Además los acuerdos dependerán de la posición final de cada uno en el tablero final. Por primera vez puede suceder que el PSOE se vea relegada a tercera fuerza y no es lo mismo para el PP negociar con 130 o 140 escaños.

¿Rivera y Sánchez firmaron un pacto de no agresión?

No se sabe, ellos lo niegan, pero lo parecía, sospechan los expertos. El debate fue todos contra todos, excepto PSOE y Ciudadanos que no rivalizaron entre sí. La razón, el fallido acuerdo de gobierno firmado tras el 20-D. Era una cuestión de coherencia, pero quizás se pasaro de la raya, porque se ignoraron. Parecía que no se veían. Además como ambos pusieron en el punto de mira a PP y Podemos, señalaron sus miedos: hay que derribar a quien gobierna y minar las opciones de victoria de quien está en ascenso y es rival. Con su estrategia, Sánchez y Rivera le dieron protagonismo a Iglesias. Uno ataca a quien puede hacerle daño. En el primer bloque del debate, parecía que iba a ser todos contra Rajoy, pero pronto Albert Rivera descubrió sus cartas y atacó también a Podemos por proponer subir a los impuestos. Pedro Sánchez tardó un poco más en decidirse en ir a por quien le está comiendo las papas en los sondeos y el 26-J puede arrebatar al PSOE el liderazgo histórico de la izquierda española, pero al final entró al trapo. Como no podía ser de otro modo, el más cuestionado fue Rajoy, y luego Podemos, que como fuerza en alza, intentaba ser bloqueda por socialistas y Ciudadanos.

¿Qué importa más el debate o el post-debate?

Más de diez millones y medio de españoles se sentaron el lunes por la noche para ver el primer debate de cuatro candidatos de la democracia española, pero la noticia no terminó ahí. Desde el segundo uno que terminó el debate, los partidos pusieron en marcha su maquinaria para vender que su candidato había sido el ganador, especialmente en las redes sociales. Y tan importante es lo que hicieron ante el atril los cabezas de cartel cómo lo que los demás dijeron que habían hecho o cómo lo habían hecho porque los españoles llamados al voto el 26-J son 36 millones, y 26 millones pasaron del careo de candidatos. Alguien tiene que contárselo y conformar su opinión. Un sondeo de la Sexta proclamó ganador a Iglesias y Rajoy, segundo. Otra encuesta de El País aupaba ayer al líder de Podemos al podio y también situó en la segunda plaza al candidato conservador.

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