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El blindaje del bipartidismo

La ley electoral dificulta a los partidos pequeños cazar los diputados que se reparten PP y PSOE - En más de la mitad de provincias suelen repartirse todos los escaños en juego

Recuento del voto emigrante en Ourense en las elecciones generales de 2011. // Iñaki Osorio

"Un 1% o un 2% puede cambiarlo todo". Esta es la frase repetida por varios expertos en política cuando se les pregunta por la incertidumbre del resultado de las generales que se celebran el día 20. La irrupción de dos nuevos partidos de ámbito estatal, Podemos y Ciudadanos, resulta la nota diferencial de estos comicios y la incógnita radica en su capacidad para superar los beneficios que aporta el sistema electoral español a los grandes partidos, favorecidos por el modo de reparto de los asientos en el Congreso de los Diputados en provincias pequeñas, donde los partidos diferentes a PP y PSOE cuentan con grandes dificultades.

En 2011, los populares lograron una mayoría absoluta arrolladora de 186 de 350 diputados. Lo hicieron con 10,8 millones de votos, que le dieron 32 sillones más que en la última victoria de Zapatero con apenas 600.000 sufragios más. El motivo fue el desplome del voto socialista, que pasó de 11,2 a 6,9 millones.

Ahora la incertidumbre radica en cómo afectará la distribución de escaños al nuevo mapa político que parece abrirse paso en España con Podemos y Ciudadanos como actores decisivos. La necesidad de pactos no resulta novedad alguna, pero sí lo será que no sean fuerzas nacionalistas las que tengan la llave del gobierno.

La ley electoral, por tanto, será determinante en una carrera donde las encuestas coinciden en señalar que el PP parte con ventaja tras perder de media 17 puntos, según una comparativa publicada por el diario digital Praza, y tres perseguidores que se reparten el descontento y las ganas de cambio.

Ahí entrará a funcionar la Ley D'Hont, el método utilizado para distribuir los escaños del Congreso de los Diputados, que es luego el que designa al presidente del Gobierno, por lo que sería plenamente legal que no resultase electo quien hoy ejerce de candidato de su partido.

España se divide en 52 circunscripciones, donde existen grandes diferencias en el botín a repartir. Ceuta y Melilla cuentan con un único sillón y el resto cuenta con un mínimo de dos, lo que suponen 102 escaños. Los restantes 248 se dividen en función de la población. En Galicia están en juego 23.

Una vez se produce el recuento, las autoridades aplican el sistema de atribución. Se divide el número de votos de cada fuerza por 1, 2, 3 y así sucesivamente hasta el número de escaños que se reparten en cada circunscripción: siete, por ejemplo, en el caso de Pontevedra o cuatro en el de Lugo. Los mayores cocientes logran escaño.

Por ello, donde más población reside, más juego habrá el próximo día 20, pues los entornos urbanos se presentan como los lugares donde mayor implantación tendrán Podemos y Ciudadanos. No en vano, en las pasadas municipales fue ahí donde asestaron los primeros, a través de plataformas populares, un serio golpe al bipartidismo al lograr las alcaldías de A Coruña, Madrid, Barcelona, Valencia o Cádiz.

Pero el sistema electoral español cuenta con 29 de 52 circunscripciones pequeñas donde tradicionalmente son PP y PSOE quienes se llevan todo el botín, según el profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y analista de la compañía de sondeos Metroscopia, Ignacio Urquizu. En total, afectan a 133 de los 350 escaños en juego.

En Madrid se reparten 36 diputados, mientras en Soria solo 2, por lo que un partido emergente debería superar a populares o socialistas para tener representación en esta última, mientras que en la primera lograría representación casi segura. En un escenario igualado como el que dibujan las encuestas, sin embargo, un 1 o un 2%, por ciento, podría variar sustancialmente el resultado y permitir a Podemos o C's acceder a ese granero, que afecta a provincias como Ávila, Soria o Segovia, además de Lugo y Ourense.

Un dato revela este blindaje a favor de PP y PSOE: la última vez que un partido diferente a ellos cazó un escaño por una provincia con menos de cinco asientos que no perteneciese a Navarra, Cataluña y Euskadi fue CDS en 1989 por Ávila.

En Galicia sucede algo similar con las provincias del interior, pues ni siquiera el BNG en su mejor momento pudo conquistar un diputado con más del 16% de votos que alcanzó en 2000. Con cuatro puntos menos, por ejemplo, sí lo obtuvo por Pontevedra hace cuatro años. El voto, por tanto, no vale lo mismo.

Si el primer esquema se reproduce en las provincias del interior de España el balance electoral podría ser menos dañino para PP y PSOE de lo que se espera. En la memoria, el caso de IU, que con 1,6 millones de votos apenas tuvo 8 diputados en 2011, cuando con 200.000 votos más en 1989 logró 17. Eso sí, en 2008 rozó el millón y solo logró un parlamentario. Ahora habrá muchos más actores y "un 1% puede cambiarlo todo".

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