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Elecciones generales

Un debate decisivo para finiquitar el bipartidismo

Los expertos apuntan que el ganador fue Iglesias - Sánchez perdió ante la pinza de Ciudadanos y Podemos - Santamaría aguantó el tipo pero le faltó músculo político - Rivera flojeó y se le notó nervioso

Más de 9,2 millones de espectadores siguieron en la noche del lunes el debate de PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, y dos millones de ellos tuiteaban 12.000 mensajes por minuto en las redes sociales para comentar los aciertos y las meteduras de pata de Soraya Saénz de Santamaría, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Se convirtió en el programa de televisión más visto en lo que va de año. La entrevista de Bertín Osborne a Mariano Rajoy no alcanzó los 4,5 millones de televidentes y la de Pedro Sánchez, se quedó en 3,3 millones. ¿Fue entonces decisivo el debate? Sí. Porque además el 41,6% de los electores llamados a las urnas el próximo 20 de diciembre están indecisos, casi doce puntos más que hace cuatro años. Eso sí, tan decisivo es el debate, como el postdebate. Es decir, la valoración, la reflexión, el análisis, las opiniones y los titulares que alrededor del debate han surgido desde las doce de la noche del lunes. ¿Y qué mensaje caló? Que el debate lo ganó Pablo Iglesias, pese a errores como el del referéndum de Andalucía o el de "House Water Watch Cooper". Fue el mejor orador y el más eficaz al dirigirse a sus potenciales votantes y herir a su rival, el PSOE, y por el contrario Pedro Sánchez, lo perdió, ante la pinza de Ciudadanos y Podemos. Soraya Sáenz de Santamaría aguantó el tipo, pero le faltó músculo político, y Albert Rivera flojeó tras haber batido a Iglesias en el cara a cara en el programa de Jordi Evolé. En ocasiones, se gana y se pierde, en función de las expectativas, y las creadas en torno a Santamaría y Rivera eran máximas. También se pierde, no porque hayas cometido errores de bulto, sino porque los demás lo hicieron mejor que tú. Fue el caso del líder socialista, que tendrá el próximo lunes la oportunidad de resarcirse, pero ya no bajará a la arena con Rivera e Iglesias, solo con Mariano Rajoy. ¿Llegará a tiempo o ya quemó la última bala? ¿Tendrá más audiencia el cara a cara de Rajoy y Sánchez que el debate a cuatro? Si no sucede quedará claro que la sociedad española ya ha finiquitado el bipartidismo y que solo espera al 20-D para extender el certificado de defunción.

La portavoz del candidato se olvidó de la emoción

La vicepresidenta del Gobierno, quizás eras la que menos arriesgaba en el debate. No es la candidata y acudía como portavoz de su jefe, Mariano Rajoy. La conclusión de los expertos consultados es que resultó competente, pero no deslumbró. En consecuencia, también frena el debate sobre sus posibilidades como potencial sucesora de Rajoy. No es casual que desde el PP, que asume que perderá la mayoría absoluta y aspira a mantenerse como primera fuerza, oficiosamente se proclamara ganador del debate a Pablo Iglesias, y no a ella, de la que se destacó que había cumplido la misión. ¿Cuál? Sustituir al jefe, capear el temporal de las críticas por la crisis y la corrupción y presentar al PP como un partido con una imagen joven y moderna. ¿Por qué los populares no podían encumbrar a Santamaría? Porque inmediatamente se les preguntaría por qué no es entonces la cabeza de cartel y porque además si ganaba por goleada se lo ponía muy difícil a su jefe, que el lunes que viene debate con Pedro Sánchez. La número dos puede ser alumna aventajada, pero no adelantar por la izquierda a su maestro.

"Cumplió con su labor de escudera del presidente, pero es una técnica, no una política, así que se olvidó de la parte emocional que siempre debe haber en política, y ahí falló", expone el profesor del Máster en Dirección Pública y Liderazgo Institucional de la Universidade de Vigo José Enrique Varela, para quien Santamaría parecía por momentos "una abogada del Estado, que lo es, recitando una oposición".

El profesor de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago Miguel Anxo Bastos destaca la profusión de "datos" que ofreció y le reprocha su "tono profesoral". Se le nota que no está acostumbrada a los debates, que no es una profesional de los medios de comunicación, como Iglesias o Rivera", apunta Bastos, para quien la número dos del Gobierno erró en su respuesta a los ataques que recibió, los más duros, por la corrupción. Pablo Vázquez, que trabaja en el campo de la comunicación política y acaba de ganar un premio con sus tesis sobre el compenente emocional de las campañas electorales, sostiene que "el PP salió bien parada con ella, cumplió a la perfección su labor, aunque no estuvo brillante" y su peor momento, en su opinión fue el minuto final. "Erró en el mensaje y la mirada", apunta. También la aprueba pero sin darle matrícula Bruno González, uno de los creadores de la app que permite contestando a un cuestionario descubrir el grado de afinidad con los partidos políticos del 20-D: "Solventó la papeleta, y aguantó el chaparrón de la crisis y la corrupción, quizás en su discurso económico, ofreció más datos y con demasiadas cifras los telespectadores siempre se pierden".

Un mensaje disperso y demasiados frentes que atacar

Fue el perdedor del debate, junto al ausente Mariano Rajoy, aunque del segundo los expertos apuntan que hubiese perdido más si hubiese acudido al debate de anteayer y se hubiese dejado fotografiar con Sánchez, Rivera e Iglesias. Es cuestión de telegenia.

¿Y Sánchez? El secretario general del PSOE desperdició una valiosa oportunidad para frenar el avance de Ciudadanos, que le roba votos por la derecha y le amenaza con quitarle la segunda plaza, lo que sería una auténtica debacle para el PSOE, y Podemos, que le sustrae electores por la izquierda. Un día después del debate, le puso la puntilla el propio líder del PP, Mariano Rajoy, y poco acostumbrado a hablar de los líos de casas ajenas, dio por perdedor al PSOE, al elucubrar sobre la que se puede montar en su partido rival tras el 20-D. Sánchez tiene aún la bala del debate del próximo lunes, el cara a cara con Mariano Rajoy, pero quizás llegue demasiado tarde. Queda tocado, opinan los expertos. "Tenía que arriesgar, necesitaba un golpe de efecto, pero estuvo demasiado a la defensiva, respondiendo a los ataques de Iglesias y Rivera, y no supo colocar sus propuestas", resume Miguel Anxo Bastos, quien añade: "No dio la talla como líder de la oposición". José Enrique Varela es más benévolo con los errores de Sánchez: "Le faltan tablas y es cierto que no basta con sonreir, pero el problema no es él, es el partido, el aparato de Ferraz que no le deja salirse del marco establecido". Bruno González entiende que el candidato del PSOE se vio desbordado porque "tenía muchos frentes que atacar y de los que defenderse, erigirse como alternativa al PP, dejar claro que Ciudadanos es de derechas y que Podemos no tiene opciones de ganar, y el resultado fue qe su mensaje se dispersó". Para Pablo Vázquez, Sánchez perdió sobre todo con su comunicación no verbal y su estrategia. "Abusó de la sonrisa y su tono era atropellado y se equivocó en el planteamiento. Fue contra todos y no debió salir a defender a Felipez González, en la discusión con Iglesias sobre las puertas giratorias de los expolíticos".

Colocó su mensaje pero no concreta su proyecto

"Nervioso". Así vieron los expertos a Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, quien empieza a acusar la presión de ser el fundador de un partido que con solo diez años de existencias las encuestas ven como decisivo para la gobernabilidad de España tras el 20-D y con firmes opciones de enviar al PSOE a la tercera plaza, en el Congreso, lo que ya sería otro hito histórico. No fue el mejor debate de Rivera, ni mucho menos. "Miraba para arriba, para abajo, movía las piernas ... demostraba inseguridad con su lenguaje no verbal", apunta Bruno González. Fue ganando tranquilidad, según avanzaba el debate, un debate en el que además no arriesgó. Sabe que está subido a una ola expansiva y que debe ceñirse a no cometer errores. No es el caso de Sánchez e Iglesias que necesitaban remontar. De ahí, según Bruno González, que se situara en "la centralidad política y repitiera los mensajes y las propuestas, sin avanzar en los detalles, que lleva exponiendo toda la campaña".

"Es un profesional de los debates. Está entrenado y acertó con golpes de efecto como sacar la portada de El Mundo con el escándalo de Bárcenas que dejó descolocada a Santamaría", afirma Miguel Anxo Bastos, pero empieza a no ser suficiente: "Se repite demasiado, no es original ,no quiere asustar a sus potenciales electores y repite clichés y no concreta su proyecto", lamenta Bastos.

Otra vez la comunicación gestual de Rivera. "Se colocaba el traje, jugaba con el botón de la chaqueta, ...". Eso fue lo peor del líder de Ciudadanos en el debate, para Pablo Vázquez. Eso sí, "colocó su mensaje", al erigirse en referente del cambio y situar el debate en el esquema de nuevo- viejo, y colocar al PSOE al lado del PP.

La actuación de Rivera el lunes por la noche demuestra que "nadie es infalible". En el debate de Salvados, Rivera ganó a Iglesias, y en esta ocasión el líder de Podemos se la devolvió, opina Enrique Varela. Al líder de Ciudadanos, partido al que el CIS le atribuye que puede irrumpir en el Congreso con 66 diputados de golpe, "le faltó frescura, se le notó la presión, se ajustaba el traje, se colocaba la corbata", sostiene Varela. "La sobreexposición le está pasando factura a Rivera", que empieza a necesitar que la campaña acabe ya, mientras que Iglesias necesitaría alargarla para culminar la recuperación, observa Varela, quien también ve como uno de los mejores aciertos de Rivera blandir la portada de El Mundo.

El mejor orador, pero ¿un presidente con coleta y en vaqueros?

Las redes sociales proclamaron ayer vencedor del debate a Pablo Iglesias, el líder de Podemos, partido que irrumpió en la escena estatal en las europeas del pasado año y puede dar el salto al Congreso con 49 escaños, y convertirse en la cuarta fuerza política de las Cortes. Iglesias ganó para los internautas y también para los expertos consultados por este diario. "Fue el único en el alegato final, que echó mano de las emociones", asegura Pablo Vázquez, y fue un acierto. "No dejó nada a la improvisación y llevaba el debate muy trabajado y estructurado" , explica Vázquez, para quien el dirigente de Podemos fue el más eficaz al trasladar su mensaje a sus potenciales votantes.

Igual que Rivera, Iglesias es un crack de la telegenia, el plató televisivo es su escenario natural y parece nacido para la discusión. Así que partía con ventaja frente a Santamaría y Pedro Sánchez. "Demostró una tranquilidad espectacular y su minuto final, "lleno de emoción, fue digno del Show de Truman", considera Enrique Varela. También ha demostrado que sabe corregir sus errores, ha escuchado a sus críticos y asesores, y ha sabido aminorar ese gesto ceñudo que le hacía parecer siempre enfadado y crispado y también ciertos tic de soberbia, comenta Varela. Para Bruno González, Iglesias lanzó "el mensaje más claro y más arriesgado por alternativo, pero lo hizo con seguridad y con emoción, lo que le permitió conectar con sus potenciales votantes". "Es el único que tuvo un discurso propio, guste o no", defiende Miguel Anxo Bastos, quien duda de si ganar el debate le permite "morder" en electorado ajeno, aunque lo intentó con sus críticas al PSOE y Pedro Sánchez, "su verdadero rival".

Un discurso alternativo de izquierdas y además en vaqueros, camisa azul y deportivas. Los expertos admiten que a estas alturas Iglesias no podía traicionarse a sí mismo y a los suyos. Acudir al debate con traje y corbata hubiese sido disfrazarse, pero al mantenerse fiel a su imagen, sigue habiendo una parte importante del electorado, el más mayor, que sigue sin darle una oportunidad."No son capaces de imaginarse a un presidente con coleta en Moncloa", reflexiona Bruno González, y coincide con Pablo Vázquez: "A una mayoría no les casa esa imagen con la de un presidente del Gobierno". Iglesias, con su mensaje y su imagen, se reforzó ante los suyos, pudo ganar votos al PSOE, pero no puede ir más allá. "No da el salto para ser segunda fuerza", considera Bastos.

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