"Algo haríamos mal, toca aprender". "Ahora hay que reconducir esto". Las dos frases escuchadas a miembros de base de En Marea evidenciaban el estado de shock en que quedó el partido rupturista y que un resultado objetivamente bueno puede generar una pérdida de ilusión si las expectativas generadas son demasiado elevadas.

El 20-D, la entonces coalición superó al PSdeG en votos al Congreso. Cuando llegó Xulio Ferreiro, el alcalde de A Coruña, a la sede de la plaza de O Toural de la formación estalló en aplausos. El 26-J, tras perder un escaño por un puñado de votos y ser superados por los socialistas, las caras eran de evidente insatisfacción. Ayer, se combinaron la sonrisa forzada de Villares, la calma de Beiras y la desilusión evidente de Ferreiro o Martiño Noriega, regidor de Santiago. Faltó a la cita el otro "tenor", Jorge Suárez (Ferrol).

Sin embargo, Villares fue recibido con aplausos y despedido con el grito de guerra de la alianza -"Hai Marea!"-, aunque en privado todos reconocían el golpe sufrido en una característica determinante de esta nueva fuerza política: la ilusión. Aspiraban a crecer y crecer mientras el resto de la izquierda se desplomaba. Ahora lideran la oposición, pero fracasan en su intento de erigirse como referencia destacada. Y lo que es más importante para su forma de ver Galicia: el cambio parece más lejos que el sábado.