En un escenario con la política nacional bloqueada por la falta de mayorías necesarias para investir presidente y formar gobierno, los gallegos están llamados hoy a las urnas para decidir su futuro y determinar el nombre del inquilino que ocupe San Caetano para ponerse al frente de la Xunta. La convocatoria electoral afecta a 2.701.848 electores, lo que representa un incremento del 0,2% con respecto a los comicios de 2012. Del total, 2.255.579 tienen su residencia en la comunidad -de los que 78.172 podrán participar por primera vez-, mientras que otros 446.260 pertenecen al Censo de Residentes Ausentes y viven en el extranjero.

Las alternativas se reducen básicamente a dos opciones. Que el actual presidente, Alberto Núñez Feijóo, repita mandado, con mayoría absoluta o, a falta de ella, con el apoyo de Ciudadanos -en caso de que entre en el Parlamento-, o como segunda vía, un frente de los partidos de izquierda formado por PSOE, En Marea y Bloque, cuya supremacía de entre los tres determinarán hoy los Ciudadanos.

Feijóo es el único candidato, de entre los partidos que tienen probabilidades de acceder a la Cámara, que repite como cabeza de lista. De obtener al menos 38 diputados el PP, Feijóo revalidaría por tercera vez como presidente de la Xunta y su figura política cobraría aún mayor envergadura al ser el único presidente autonómico actual con mayoría absoluta. Como rivales, el líder del PPdeG se enfrenta a un elenco de candidatos que afrontan unas elecciones en las que se estrenan como cabezas de cartel, si bien, dos de ellos, Xoaquín Fernández Leiceaga y Ana Pontón, tienen una larga trayectoria política detrás, pues ya fueron diputados autonómicos con sus respectivos partidos, PSdeG-PSOE y BNG.

Leiceaga llegó tras ganar unas primarias de las que se autodescartó Gómez Besteiro -que iba a ser el candidato- por estar imputado. Y Pontón tomó las riendas en su formación en un momento de encrucijada para el Bloque tras el abandono de Xavier Vence por los pobres resultados electorales que cosechó el partido nacionalista en sucesivos comicios.

Por En Marea, la coalición resultante de la confluencia de Podemos, Anova y Esquerda Unida, el cabeza de cartel es el juez Luís Villares, que dio el salto a la política para ponerse al frente de la izquierda rupturista, lo que le supuso dejar a un lado la toga. Él es el cabeza visible de una candidatura con disparidad de sensibilidades.

Y por Ciudadanos, se estrena al frente de la lista Cristina Losada, que carece de experiencia política, pero que espera sacar provecho del tirón de Albert Rivera.

Estas elecciones, que coinciden con las vascas, se producen en un momento inédito en la política nacional, que sigue bloqueada por noveno mes -con dos citas con la urnas por el medio- y sin poder investir presidente ni formar gobierno. Quizás por ello, los comicios gallegos no sólo sirvan para elegir al inquilino de la Xunta, sino que también podrían actuar -con los resultados que deparen las urnas- como chispa para intentar desbloquear la política nacional, que salvo cambio sustancial en los actores principales, de momento está mostrando el camino hacia las terceras elecciones generales en un año.

Más allá de lo que pronostican las encuestas, un asunto capital es el nivel de participación del electorado gallego, ya que unas decenas de miles de votos pueden orientar el resultado final. En este escenario, los comicios autonómicos también servirán para medir la capacidad de resistencia de los Ciudadanos y su compromiso con la política, al ser las terceras elecciones a las que son convocados en menos de diez meses.

Mientras el voto de la derecha ideológica está concentrado mayoritariamente en el PP, a la espera del impacto que tenga Ciudadanos, en la izquierda está dividido entre En Marea, PSOE y BNG, además de una larga lista de partidos minoritario y al estar el voto repartido, a estas formaciones les resulta más difícil subir en escaños y acercarse a la mayoría absoluta.

La participación en las nueva elecciones autonómicas que se han celebrado hasta ahora en Galicia ha oscilado entre el 46,28% de 1981 y el 64,43% de 2009. En los comicios anteriores, la afluencia fue del 54,91%, la segunda menor. Ante una hipotética desmovilización por hastío a la política, los partidos ha insistido en pedir una alta participación y así de paso no perder opciones por quedarse sus simpatizantes en casa.