En el futuro, las empresas tendrán mujeres y hombres tomando decisiones, y crecerán los empleos relacionados con los robots especializados en cuidados. Así lo cree Silvia Leal (Valladolid, 1971), doctora en sociología con una larga experiencia en empresas (SAP, Santander) que hace que sus reflexiones no sean pura especulación teórica. Su último libro es No te vas a morir (Punto Rojo Libros, 2017), en el que analiza el impacto de la robótica y la inteligencia artificial en la vida personal y profesional de la gente.

-Defiende que la tecnología no va a quitar empleos, sino a transformarlos.

Acaba con empleos que se automatizan, pero genera empleos relacionados con el desarrollo y el uso de la tecnología, como ha sido toda la vida. Hay que ponerse las pilas y formarse en los nuevos tipos de empleos. Uno de los campos donde va a haber un montón de empleo es todo lo que tiene que ver con la robótica social para niños o ancianos. Solo hay que ver la cara que se les pone cuando juegan con robots. Está el que desarrolla los programas; el sociólogo, el psicólogo, etc. que dice como deben ser los desarrollos; y luego el que maneja el robot. En casos de autismo funcionan superbien. Ahora, el que se quede tumbado, el que piense que esto es jauja, que no se tiene que formar, va listo, como siempre. La vida cambia.

-¿Pueden suplir los robots el trato humano?

No. Serán una herramienta más. El problema en muchas residencias es que no hay gente suficiente para atender emocionalmente a los ancianos. No tienes que cambiar a un señor por un robot, pero si no tienes a ese señor a lo mejor te apoyas en el robot para que le de cariño por la noche. Y dan cariño. O para ancianos alérgicos a los perros, que no pueden tenerlos... No suple, pero resuelve el problema. ¿Por qué hay tanta gente que se siente sola, por qué no hay gente en centros de atención? No se gasta dinero en eso. Si les pones un robot que les de atención emocional, les haces la vida muy distinta.

-Los robots también pueden utilizarse para el mal.

Sí, por ejemplo AnBot, un robot policía creado en China, que tiene una enorme garra metálica y despide una corriente eléctrica. Se teme que se utilice para controlar a la población. En Dubái (Emiratos Árabes), en cambio, se van a usar robots policía amables, para informar a los transeúntes. La tecnología no viene sin riesgos, pero el problema no es suyo, sino de de las personas. Somos capaces de hacer cualquier cosa con y sin tecnología.

-Defiende la importancia de leer o ver ciencia-ficción, y cómics, para sacar ideas.

Hay un montón de cosas que vienen de ahí. La internet de las cosas viene de la novela Ubik, de Philip K. Dick, que trata de objetos inteligentes que interactúan con las personas. Lo leyó Mark Weiser, del laboratorio de Xerox, y creó el concepto de la computación ubicua.

-¿Cómo hace para predecir los empleos del futuro?

Aplico el sentido común. No saco mi bola mágica y me lo invento. Por ejemplo: el impresor de órganos. Hay gente que necesita órganos, y la tecnología de impresión 3D está extendida.

En los colegios cada vez funciona mejor la mezcla de tecnología con profesores. Harán falta profesores expertos en inmersión tecnológica; también en los hospitales harán falta especialistas en ello. Son trabajos de toda la vida, pero hechos de otra manera. O educadores de chatbots... expertos en exoesqueletos, como alternativa a las sillas de ruedas...

-En Ingenio, sexo y pasión (coescrito con Jorge Urrea, LID Editorial) destaca el valor de incorporar a las mujeres al trabajo remunerado, pero a diferencia de la corriente de pensamiento actual, lo justifica con las diferencias entre sexos.

Hay que rentabilizar la diversidad. Las mujeres somos las que hacemos gran parte de las decisiones de compra. Si no piensas en ellas al innovar, lo tienes claro para venderles productos. Hombres y mujeres pensamos de manera distinta: se innova mejor y se toman decisiones más adecuadas si hay gente de los dos sexos en la empresa.

-Es partidaria de entregarse al trabajo. ¿Cómo se consigue eso sin quemarse?

Cuando un trabajo te gusta mucho es difícil no darlo todo, porque tendemos a obsesionarnos con él: está el famoso workaholic, concepto del que ahora se habla menos. Tienes que encontrar el equilibrio haciendo otras cosas que te gusten mucho mucho mucho, tanto como tu trabajo. Si no sabes disfrutar de tu vida personal, al final tienes un trabajo que te gusta y te metes mucho. A mi me ha pasado. Dejas de ser productivo. El trabajo también es relacionarse con los compañeros. No es una cuestión de horas, sino de que las horas que estés, estés a tope.