Un profesor de cine decía siempre que si uno no logra tener una vida fascinante jamás podremos contar algo que emocione. Es verdad, porque todos tienen una historia de vida, pero pocos una vida de historia. Aunque a veces sea dolorosa y difícil. Como la de Beni, de 56 años, que lleva once viúda y te puede decir de corrido los precios del chorizo y el detergente de cada supermercado porque el céntimo se nota. O como Manoli, de 68, que se quedó sin su Alberto (marinero) en lo mejor del cuento, recién jubilado. "Uno de los dos siempre se queda solo de primero", se resigna la primera. Percibe una paga de viudedad del 52% de la base reguladora, como su compañera; el Gobierno se ha comprometido a elevarla al 60% si hay Presupuestos Generales del Estado. No se lo cree ninguna de las dos porque estos votos oficiales ya son de 2011 y no hubo consumación.

"Cuando te casas en gananciales las deudas te las quedas después al 100%, pero la pensión no, del 52%", lamenta Beni. Compatibiliza los 650 euros de paga de viudedad con su nómina de auxiliar. Tiene dos hijos estudiando. "Lo primero siempre fueron ellos". Y salió adelante, haciendo números, madrugando y recorriendo los eroskis, carrefures y mercadonas para optimizar sus ingresos al máximo. Acaba de mudarse a un piso más asequible con una potencia contratada baja; se le saltan los plomos cada dos por tres. Pero paga menos de 30 euros de luz, no los 140 que abonó antes de abandonar el otro piso. Porque ella no dispone de un inmueble en propiedad, al contrario que Manoli. "¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Venderlo? ¿Deshacerme del patrimonio que nos costó tanto conseguir?", se pregunta.

"Nosotros no pedimos limosna. Yo si gano los 200.000 euros que gana Linde [por el gobernador del Banco de España], claro... Pero que coja mi pensión y mi nómina y que viva, y luego me diga cómo hace". Para Beni no hubo una única gota que colmó la paciencia de los pensionistas españoles. "Es fácil. Estás un 2 de enero, sales a la calle y empiezas a pagar con todas las subidas, y la alimentación ha subido una burrada. Yo no pido una cartilla de racionamiento, pero..." Irá, como Manoli, a la manifestación de hoy. La que todavía llora a su Alberto, con quien nunca se había ido de vacaciones hasta que partió. "Los políticos tienen miedo de nosotros porque somos muchos votos".