Hoy que es lunes toca ir a Teis, porque los martes y los jueves la comida se sirve en Barreiros. El hijo, la nuera y dos nietos de Javier Cid (77 años) se reparten en las casas de los abuelos durante la semana. La compañía es agradable y los euros no sobran; uno de los padres se rebajó el salario un 30% para rescatar la empresa en la que trabajaba, que pasó a manos de la plantilla, y otro nunca ha tenido un contrato acorde a su titulación universitaria. Y claro, cuenta Javier, "no les da". Lo dice un hombre que marchó en 1960 a Alemania, donde trabajaba "picando piedra" a veinte grados bajo cero. Que emigró "analfabeto perdido", que nunca tuvo juguetes, que tiene vivienda en propiedad que "hubo que sudarla". Extrabajador de Ascón y Santo Domingo, cobra 700 euros de pensión de jubilación. Bueno, con un extra de 1,7 euros al mes por la subida del 0,25%. Es uno de los miles de pensionistas que se han echado a la calle en una revolución que ha pillado a contrapié al Gobierno. "De tanto apretarnos el cinturón tuvimos que hacerle agujeros nuevos". No hay cintura para más estrecheces.

"No protestamos solo por las pensiones nuestras, es un todo. Es por las de los que van a venir". Amelia Rodríguez percibe una paga "buena", o al menos razonablemente mejor que la de un tercio de los de su quinta, que solo tienen derecho a la mínima. O que la media de los pensionistas gallegos, que perciben al mes 777 euros. Tan buena es esa paga que con la primera subida del 0,25% se le aumentaron las retenciones y acabó cobrando tres euros menos al mes de prestación. Ha acudido a las concentraciones de Vigo y de Madrid (fue en autobús con otras 23 personas), y no tiene pinta de que vaya a abandonar esa trinchera. Tampoco Juan Benavides, que cree que su pensión está "garantizada", pero la de sus hijos no. "Teníamos que salir a la calle, llevamos tres o cuatro años aguantando. Gran parte de la culpa es nuestra, pero ahora no cabe nada más en el saco". Están informados, comparten reuniones, tertulias y noticias por el móvil, leen del rescate de las autopistas o de los bancos y explotan.

Como Mucha Barciela, que repite como un mantra eso de que "no viven en el mundo real". Que vas al supermercado con 50 euros "y vienes con la cesta vacía". Se ilusionó con el movimiento 15M y cree que muchos de los políticos que emergieron de aquella hornada de indignación "cambiaron toxos por millóns". No es una yayoflauta, es que cobra 600 euros al mes. "Nos ocupan con muchas cosas, nos quieren distraer, pero todo esto no es normal". Y repite: "viven en otro mundo". En el de Celia Villalobos, quizás, o en el del gobernador del Banco de España, Luis María Linde, que tuvo que corregirse después de haber asegurado que los mayores tienen una renta extra porque sus viviendas son suyas y no pagan alquiler. Afiliada a Comisiones, se sorprende cada vez que actualiza la libreta por abonar una cuota cuando "casi no me da para vivir".

Juan tiene cuatro nietos en edad de trabajar, pero uno lo hace en Irlanda y otro no encuentra dónde. "Salimos a la calle a defender lo que habíamos conseguido, porque nuestra generación fue la que consiguió casi todos los derechos. Nos hemos gastado mucho en mandar a nuestros hijos a la universidad para que otros países se beneficien de su sabiduría". Sus pensiones se estiraron hasta la extenuación y, pese a un paro de más de 25%, no hubo un gran cisma social gracias, en gran medida, a ellas. "La crisis -sentencia Mucha- la pagamos nosotros. Los ricos cada vez se hacen más ricos".