La industria alemana del motor añade una muesca más a su historial de escándalos recientes. En el 2014, un año antes del estallido del Dieselgate, Volkswagen encabezaba, junto a Daimler (dueño de Mercedes) y BMW, una campaña para demostrar que los nuevos vehículos diésel habían logrado reducir las emisiones de gases contaminantes. El objetivo era poner freno a la campaña de los reguladores para reducir la presencia de este tipo de vehículos en las carreteras a base de más impuestos y unos objetivos de emisiones más estrictos. Para demostrarlo, encerraron en laboratorios de Aquisgrán y Albuquerque a 25 humanos y 10 monos, respectivamente, para someter a sus pulmones a largas sesiones de inhalación de humo, según revelan investigaciones publicadas por el diario estadounidense New York Times y el alemán Süddeutsche Zeitung.

El estudio, que no llegó a ser publicado, corrió a cargo de la Asociación Europea de Estudios sobre la Salud y el Medio Ambiente en el Transporte (EUGT, por sus siglas en inglés), un lobby financiado por Volkswagen, BMW y Daimler, para combatir la campaña anti-Diesel. En la investigación, los animales eran obligados a inhalar durante horas el humo que despedía un Volkswagen Beetle mientras se distraían con los dibujos animados que se proyectaban en una pantalla gigante. Pero la prueba tenía truco. El vehículo se encontraba bajo el dopaje mecánico del software que reducía de forma drástica las emisiones cuando detectaba que estaba siendo sometido a examen y cuyo escándalo saltaría a la luz tan solo un año después y que se cobraría una factura de 26.000 millones de dólares a Volkswagen en concepto de indemnizaciones a la Justicia estadounidense.

Este proceso, que, según el New York Times, fue impulsado por Volkswagen, tuvo su réplica en suelo europeo con una diferencia. En lugar de emplear a una decena de monos, para estas pruebas realizadas en las instalaciones de la Universidad de Aachen (Alemania) fueron 25 humanos los que se ofrecieron como conejillos de indiasbajo el beneplácito de la comisión de ética del centro.

Tras el revuelo creado por esta investigación, Daimler y BMW salieron al paso de las acusaciones criticando estos experimentos y alegando que no sabían que Volkswagen estaba falseando los datos del estudio mediante su software. Volkswagen, por su parte, entonó el mea culpa. "Creemos que los métodos científicos utilizados eran equivocados y que habría sido mejor no haberlos llevado a cabo", recalcó la firma a través de un comunicado. "El responsable de esto deberá rendir cuentas", advirtió Hans Dieter Pötsch, presidente del consejo de supervisión del grupo Volkswagen.