Siempre habrá un teórico que defienda las bondades de la división -el manido Sun Tzu sería un buen ejemplo-, pero habrá otros (Séneca, Isaac Newton) que reivindiquen con aspavientos la estrategia colaborativa. Ayer, en la primera edición de los Diálogos España-Portugal, organizada por el Foro Económico de Galicia, los segundos fueron legión. Acostumbrados a hablar del Alto Minho como imán de inversiones que no dan llegado a este lado de la raia, economistas, empresarios y dirigentes públicos reivindicaron la necesidad de que ambas economías aprovechen sinergias y configuren una estrategia conjunta para salir al exterior con mayores garantías. "Tenemos una capacidad muy buena, Galicia y el norte de Portugal es un área lo suficientemente grande para competir a nivel europeo. Seremos más fuertes si trabajamos en conjunto", enfatizó el ministro luso de Economía, Manuel Caldeira Cabral. La mayoría de asistentes compró este discurso; algunos lo tacharon de optimista en exceso.

Lo que sí quedó claro durante la jornada es que, además de compartir cuadrante geográfico, sectores estratégicos y calificativo desde algunos rincones de Europa (Portugal y España fueron dos de las letras de los países PIGS -cerdo en inglés-, y que fueron sometidos a rescate), las diferencias entre ambas economías son notables. Lo ilustró el presidente del Grupo Europac, José Miguel Isidro, cuyo 40% de volumen de negocio procede de Portugal. "Hay una diferencia significativa de salarios", dijo, y sostuvo que los cuadros directivos cobran un 20% menos que en Galicia (y España). En mano de obra no ejecutiva, la horquilla se ensancha al 40%. Pero los ponentes, a preguntas de FARO, descartaron que el coste laboral decante por sí solo un proyecto de inversión a suelo luso. Aunque, según compartió Juan Costa, exministro de Ciencia y Tecnología (2003-2004) y socio de EY Global, "la moderación salarial ha mejorado la competitividad".

En el capítulo de ventajas competitivas de ambas economías reinó la disconformidad: los empresarios portugueses bendijeron el (renovado) sistema financiero español y su red de pymes; los españoles no disimularon su envidia con los costes energéticos lusos y su estructura administrativa. "Las empresas grandes logran grandes inversiones, pero las pequeñas tienen muchos problemas de acceso a la financiación", lamentó el ex presidente de la CEOE lusa, Pedro Ferraz da Costa (hoy responsable del Fórum para a Competitividade), que coincidió en su apreciación con el CEO de Grupo Frulact. "En 2009 fue el esfuerzo de las empresas" lo que permitió a Portugal encontrar cobijo en el exterior ante el vendaval económico interno. Y, reprochó João Miranda: "La estrategia del Gobierno llegó al final. Lo mejor en economía es la previsibilidad". Pero Isidro no escatimó en piropos a los vecinos portugueses: "Allí hay estabilidad, y España es una jaula de grillos con 17 comunidades con capacidad para legislar". Solo Miranda, y sobre la "capacidad de resiliencia" y para los idiomas de sus compatriotas lusos, barrió para casa. El auditorio se rindió, eso sí, a la revelación del ministro Caldeira Cabral: "Tenemos una ministra en exclusiva para eliminar burocracia". Con este plan de acción antiventanillas, articulado a través del Programa Simplex, "hemos reducido de 11 licencias a solo una el trámite ambiental; antes había que acudir a siete ventanillas, y ahora a una", zanjó.

La estrategia sin explorar

En todo caso el denominador común de la primera mesa redonda del foro ( ¿Qué ofrece el país vecino? ¿Podemos hablar de un mercado ibérico?), moderada por el director del Foro Económico y colaborador de FARO Santiago Lago, emergió de la segunda pregunta. Y con una unanimidad atronadora. "No hemos prestado la importancia que debería haber tenido al diálogo con Portugal, porque sería una ganancia extraordinaria en competitividad". Lo destacó Juan Costa y lo ratificó Miranda. "En un mercado cada vez más global deberíamos tener unas condiciones [de mercado] lo más similares posible". Da Costa llamó la atención a la ausencia de una estrategia portuaria conjunta para el arco atlántico, por ejemplo, y se confesó "sorprendido" de que "los dos países hayan sacado tan poco partido a nivel de comercio internacional teniendo en cuenta todo lo que nos pasa por delante". Incluso el rector de la Universidade de Vigo, Salustiano Mato, defendió durante la inauguración del foro la necesidad de una "mayor cooperación" entre instituciones académicas del arco atlántico para "tener más oportunidades".

Como rescatadas, supervisadas y evaluadas por la troika (FMI, BCE y UE), las economías de España y Portugal compartieron los rigores de una dura estrategia antidéficit que censuró el catedrático de la Universitat de Barcelona Antón Costas. "El sector privado estaba anoréxico y apagaron el motor del sector público para imponer una consolidación fiscal rapidísima. No sé en qué escuela de macroeconomía estudiaron", ironizó. Para su homólogo en la Georgia State University Jorge Martínez-Vázquez también fue errada la actuación del eurobanco, que actuó tarde. "Cedió a presiones moralistas, con un coste social bestial en aras de la disciplina fiscal. Esto no se puede volver a repetir".

Pero tanto los dos últimos ponentes (Pablo Hernández de Cos, del Banco de España, y el economista luso Ricardo Arroja) sí defendieron la necesidad de haber ejecutado medidas antidéficit impopulares y, como en la mesa (con cuatro ponentes), ejemplificaron la división reinante en el seno de la UE sobre la rigidez de los recortes. Solo la defensa de la secretaria de Estado de Economía, Irene Garrido, de lo que ella definió como "procesos reformistas" decantó por esta vez la balanza en favor de los segundos.