La que iba a ser una de las grandes operaciones en el agitado sector financiero español este año pasa a mejor vida. O, al menos, eso es lo que parece ante la defensa que Deutsche Bank hace de su decisión de quedarse con su filial aquí tras cuatro meses con el cartel de "se vende" de forma oficial y muchos más antes sondeando el mercado en búsqueda de interesados. Los hubo, muy pocos por los elevadísimos precios que se barajaron al principio del proceso. El banco alemán pedía hasta 2.000 millones de euros. Aunque finalmente a la recta final de la puja solo llegó Abanca. La entidad gallega presentó una oferta formal, que algunas fuentes sitúan entre 400 y 500 millones de euros. Pero pasados los ocho días que Deutsche Bank se dio de plazo para contestar a las propuestas en firme y ante la ausencia de respuesta alguna, Abanca optó por desmarcarse de la adquisición. Y ayer se dio por cancelada la operación.

"Confirmamos que seguimos comprometidos con nuestro exitoso y rentable negocio en España", aseguraron fuentes oficiales del Deutsche Bank a Europa Press, en un giro forzado de los acontecimientos por la reducida concurrencia a los intentos de venta y el montante que Abanca puso sobre la mesa. A esa "rentabilidad" de la filial suman fuentes financieras el éxito de la ampliación de capital de 8.500 millones de euros impulsada por la matriz.

A finales del pasado 2016, la red del Deutsche Bank en España alcanzaba las 235 oficinas, con 2.304 trabajadores. En Galicia solo están abiertas 6 sucursales. Cataluña y Madrid reúnen la mayor presencia, con 59 y 50 oficinas, respectivamente, de una entidad que replica el mismo modelo que tiene en su país de origen. Es decir, banca privada, comercial, corporativa y de inversión y gestión de activos.

Su balance alcanza activos totales por valor de 16.200 millones de euros. Tiene 650.000 clientes en España. El beneficio en 2016 ascendió a 5,7 millones de euros y a 6,33 millones durante el primer semestre del actual 2017.

Nunca hasta ahora ha llegado a pronunciarse públicamente de un proceso que levantó tanta expectación como reticencias por parte de sus competidores ante la valoración inicial que circulaba en el mercado. La intención era desprenderse de la parte minorista del negocio para centrarse exclusivamente en la rama mayorista. En el ecuador del proceso de desinversión, el importe llegó a bajar a 700 millones de euros.

Aunque se llegó a especular con la participación de BBVA y Credit Mutuel -presente ya en España a través de Targobank, la entidad con la que fue socia del Popular hasta poco antes de su caída- en la recta final de la puja, en el sector no descartan que finalmente fuera Abanca la única dispuesta a hacerse con las riendas de la filial en España del banco alemán.

Para Abanca esta era una plataforma importante de expansión tras librarse de las restricciones que la Comisión Europea impuso para el negocio de la antigua NCG por el rescate de los 9.000 millones de euros que desembocó en su nacionalización al 100% y la posterior subasta que ganó Banesco. Una vez que el equipo liderado por Juan Carlos Escotet abonó, incluso por adelantado, las cuotas al FROB y las autoridades comunitarias cerraron su tutela, la entidad cogió aire y se posicionó para volver a crecer. Ahí se enmarcan la compra de la financiera del Popular y la creación de una en México. Escotet ha comentado en varias ocasiones que Abanca dispone de 1.400 millones disponibles para posibles compras, aunque condiciona cualquier paso a que sea verdaderamente rentable para el grupo. Como ocurrió con el Deutsche Bank, todas quinielas de posibles movimientos corporativos incluyen a la entidad gallega.