Emmanuel Macron celebró el triunfo en la segunda vuelta de las presidenciales entre banderas tricolores y con el museo del Louvre de fondo. "¡Francia, Francia, Francia...!". Sólo faltaba "La Marsellesa", pero lo que sonó fue la adaptación de Herbert von Karajan del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, que cualquier francés puede tararear pero que pocos sienten como su canción. En la fiesta gala sonó el himno de la UE porque el europeismo, al igual que el liberalismo, han formado parte importante de la campaña de En Marche!, el partido que lleva grabadas las iniciales de su líder. Envuelto en la bandera de las doce estrellas, Macron resaltaba sus diferencias con Le Pen, pero ahora está por ver si su política es liberal y europeísta realmente, o lo es a la francesa.

En lo que atañe a la economía, no hay que olvidar que entre 1999 y 2015 Francia fue el país de la UE que en más ocasiones incumplió sus compromisos de déficit público sin estar en recesión: hasta once veces, según el instituto alemán IFO. Se pasó por el Arco del Triunfo las metas que fijaba Bruselas. Además, el peso del Estado continúa siendo paquidérmico. El gasto público supone más del 56% del PIB (doce puntos más que en Alemania y catorce más que en España), el 20% de los trabajadores del país son empleados públicos y el Estado controla o participa en muchos de los grandes grupos empresariales galos: Renault, PSA, Edf, Orange, Air France, Saint-Gobain... Y a todo ello se suman las discretas y al mismo tiempo efectivas trabas que Francia impone a las empresas extranjeras que entran a competir en el país.

Macron, que fue un "tiburón" de la banca Rotchschild y desde el ministerio de Economía y Finanzas del Gobierno de Hollande impulsó leyes para eliminar obstáculos a la actividad económica y para flexibilizar el mercado de trabajo, está ahora a los mandos de la política de Francia. En su programa económico se incluía un recorte de 60.000 millones en el gasto público (para bajarlo al 52% del PIB), la reducción de 120.000 funcionarios (sin tocar la sanidad), una bajada de impuestos a empresas de 20.000 millones de euros, un recorte de los privilegios de la casta política -como las jubilaciones de 4.700 euros al mes para los senadores-, la exoneración del tributo de vivienda al 80% de los franceses, un sistema de "responsabilidad" en materia de empleo en el que "el parado podrá rechazar una oferta de empleo, pero no dos" y gratuidad de los derechos de herencia.

Y para compensar, un pequeño aumento del salario mínimo (100 euros), promesa de extensión del seguro de paro a emprendedores y autónomos y un programa de 50.000 millones de euros en inversiones, con dos partidas de 15.000 millones para la formación de parados y la transición energética. Y todo ello con un escrupuloso respeto al objetivo del 3% de déficit. Fidelidad al tótem de la UE, o lo que es lo mismo, de Alemania. Ahora está por ver si la "Oda a la alegría" será el himno de Macron en el Elíseo o cambia de partitura.