A César Bonilla le gusta casi más hablar de su barco, hecho de madera de teca en Hong Kong que le compró en Formentera al padre de Isabel Sartorius, que de su empresa. "Bonilla a la vista" era la proclama que su padre lanzaba cuando era un joven cabo de maniobra que estiraba las escalas en tierra y regresaba a bordo en un chinchorro alquilado. La frase con la que respondía al "alto, quién va" y que le daba entrada al buque. "Cuando se estableció tenía dos hermanos en el negocio; uno era churrería Bonilla y otro, Bonilla el pequeño", cuenta. Hoy, a pesar de que la tercera generación está al frente y la firma es internacional, a César Bonilla le gusta ir todos los días a "dar algún consejo" porque, ironiza, "mandar, no mando nada". Experiencia y memoria no le faltan.

-Nació en el mismo año que la empresa. La lleva en el ADN.

-Pues sí. Porque mis padres se casaron el día de Reyes del año 1932 y yo nací el 7 de diciembre. Totalmente en el ADN porque mi abuelo ya era churrero; tenía un puesto en Ferrol y yo nací debajo del mostrador. Hay una foto en la bolsa de patatas que sale mi madre despachando en un puesto que ponían en agosto en la plaza de Armas de Ferrol por las fiestas. Y yo ya estaba ahí, vivo pero sin haber nacido. Ahora ya estoy gastando del año 85 porque el 84 ya lo cumplí en diciembre.

-Vaya hombre, todo el mundo quitándose años y usted va uno por delante.

-Yo no, soy sincero (Risas). Pasé noches enteras friendo patatas, pero no como ahora, que enchufas el freidor y hala. Iba a la fábrica del gas a buscar el carbón de coque, escogía las mejores piedras que dieran más calor y a las siete y media o las ocho bajaban las envasadoras, que eran mi madre y mi esposa y enlataban todo lo que yo había frito. Abríamos 24 horas. Y primero en bicicleta y luego en una moto Guzzi salía a repartir con latas de kilo retornables. Nos las hacían en La Artística y las etiquetas en la Imprenta Roel. Hoy las llevan a Corea.

-¿A qué otros lugares llegan sus patatas? Recuerdo aquel pedido de 3.000 latas para Japón hace cuatro años.

-Sí. Pero tardaron tres meses en llegar y por entonces no teníamos la instalación de ahora. A las latas podemos darles un año de caducidad con vacío total y nitrógeno líquido. En Japón no se promocionaron como debían, pero se venden en Boston, Nueva York, Panamá, Inglaterra, Ámsterdam e Italia además de en toda Galicia y en ciudades de España. Los distribuidores coreanos vinieron tres veces y vieron fábricas de todo el país y, a la tercera visita, hace unos dos años, concertamos el primer envío. Le dimos la exclusiva e hicieron una campaña de promoción tremenda hasta con una actriz famosa de la televisión, mandamos dos containers al mes. En Londres empezamos por una distribuidora que conocí en Portosín y me dijo que al exalcalde Boris Johnson, no podía faltarle una de nuestras latas en su despacho.

-Sus patatas maridan bien con Estrella Galicia. ¿Cómo se llevan con los Rivera?

-Muy bien. Estuvimos a su lado en Cuatro Caminos y conocí a Moncho Rivera. Antiguamente repartían el hielo y ya nos lo traían al local de la calle Orzán.

-Podrían ir juntos en el negocio porque se complementan.

-Sí. Porque una buena cerveza como Estrella Galicia pide unas buenas patatas. Pero Estrella Galicia es un emporio. Cuando estábamos en Cuatro Caminos había gente que iba de un local al otro para tomar cerveza y patatas.

-¿Qué le gustan más, los churros o las patatas?

-Van ligadas las dos cosas, siempre lo fueron.

-No siempre, dejaron de fabricarlas ¿no?

-Sí. Cuando nos trasladamos del Orzán a la calle Galera, mi padre vio que era mucho trabajo y que había que dejar las patatas. Y me quedó una pena?

-No me extraña.

-Porque además yo andaba con la moto por todos los barrios de A Coruña, pero él decía que no daba beneficio. Estuvimos sin hacer patatas desde enero del 58 hasta el 98. Me quedó tal trauma que cuando mi padre se fue para Vigo en los sesenta, que montó allí su Bonilla [sin A la vista], me dije "cuando pueda pongo una fábrica".

-Y desde entonces planeó la que tiene ahora en Sabón?

-Sí. Imagínese qué rabia le dio que no vino a verla. Murió en el 89 sin haberla visto.

-Pero aún tardó, desde los sesenta hasta el 88?

-Sí, porque había que hacer las cosas bien. Pero ya empezamos a hacer patatas antes, en la churrería de Cuatro Caminos. Venía Claudio Sanmartín a desayunar los domingos y llevaba patatas para su madre, y me decía: "Tienes que ponerlas en el mercado porque no las hay", pero esos cartuchos sin cerrar no se podían poner en un Claudio. Cuando estaba en Madrid comprando las máquinas y viendo fábricas me llamaron para decirme que lo habían matado.

-¿Y con qué factura más, con los churros o con las patatas?

- Fifty-fifty. [Su hijo Fernando, director general, apunta que las churrerías, sin reparto, generaron una facturación en 2016 de 2,8 millones y la fábrica, 4,1, en total casi 7 millones, un 10% más]. Cuando empezamos en la fábrica, de donde sale el reparto entre las 5 y 6 de la mañana, lo hacíamos con tres o cuatro furgonetas, y hoy tenemos 12, que a las seis de la mañana salen y reparten cerca de 26.000 churros de aquí a Ferrol. Tenemos un freidor diseñado por nosotros.

-Venden también el chocolate en tableta y en polvo.

-Sí, nos lo hacen en Chocolate Express desde 1932. Sabe igual que el que tomas aquí.

-Debe tener una legión de morriñentos, pero los churros no se pueden exportar. ¿No?

-Los coreanos querían que les mandáramos churros para allá, pero no se puede porque no damos más de un mes de caducidad. Vendemos churros congelados. Si coges churros aquí, fritos, los metes en el congelador y los descongelas en el grill mientras calientas el café no los distingues de los frescos. Hay hoteles de Barcelona, Madrid o Pamplona que los tienen.

-¿Y quién va a seguir la tradición familiar?

-No sé, la empresa seguirá. No va a cerrar. Ya nos la quisieron comprar pero claro ahora quieren comprarte un 51% y eso no es negocio. Empezamos en Sabón con 1.000 metros y ahora tenemos 3.400.

-¿Quién la intentó comprar?

-Hubo más de uno y más de dos. Mi asesor fiscal me dijo que había una oferta por el 51% pero no sé de quién. La fábrica nació así y así se queda. Conocí a unos que vinieron a la fábrica a preguntar y le dije que no estaba en venta, pero que dependía del precio. No querían ver nada, sólo comprarla. A los veinte días vinieron a pedirme ver las cuentas y les dije: "Estáis equivocados, la fábrica no está en venta", todo tiene un precio y si me dan una burrada... Ahora ver las cuentas? Les di unas cajas de patatas a cada uno y los despedí educadamente.