Luis de Guindos, que acaba de ser confirmado como ministro de Economía, dejó escrito su testimonio de los últimos cuatro años de política económica cuando parecía dispuesto (así lo había dicho) a no seguir en el Gobierno. Aunque el libro España amenazada, de reciente publicación, es un alegato justificador de cómo se condujo la crisis económica desde la llegada del PP al Ejecutivo en la última semana de diciembre de 2011, la obra está trufada por algunas referencias autocríticas y esfuerzos de sinceridad que, aunque sutiles en muchos casos, socavan algunos mitos edificados por el PP en los últimos años, lo que da a la obra un mayor valor testimonial. De todos los aspectos desmitificados por el ministro, ninguno lo es tanto como la figura de Rodrigo Rato, el conductor de la política económica del PP entre 1996 y 2004, y de quien De Guindos fue secretario de Estado.

"Rato no es economista, ha sido sobre todo un político", declara De Guindos en su primera mención a quien, pese a ser licenciado en Derecho, fue considerado hasta su caída en desgracia en 2012 como el gran gurú de la economía española. La autocrítica de De Guindos se remonta a sus años en el Gobierno. Por vez primera alguien con responsabilidades en el Ejecutivo de Aznar admite que la burbuja inmobiliaria española comenzó entonces y que así lo denunciaron a finales del mandato del PP el Banco de España, la OCDE y el entonces economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff.

Tampoco Rato fue un visionario de la crisis. Mientras el PP acusaba a Zapatero de no haber visto llegar la recesión, Rato, entonces al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI), también negó la crisis, tal y como el propio FMI admitió en un informe autocrítico posterior a la dimisión del político español y como ahora testimonia De Guindos. En el verano de 2007, el año en el que empezó la crisis inmobiliaria y de las titulizaciones de crédito en EE UU con las primeras quiebras bancarias e inmobiliarias (a Europa la crisis llegó un año más tarde, 2008). De Guindos, entonces en la dirección española de Lehman Brothers, llamó a Rato desde Chipre y le transmitió las sombrías expectativas que se cernían sobre la economía internacional: "Rodrigo, esto no me gusta nada". Rato lo tranquilizó.

Tal como aseguró el expresidente de Bankia en algunas conferencias pronunciadas en aquellas fechas, Rato le aseguró que no se percibían síntomas inquietantes. Poco después anunció su marcha del FMI sin agotar el mandato. De Guindos juzga la decisión como "decepcionante" porque "el nombramiento de Rato para este puesto a mediados de 2004 durante el Gobierno socialista fue un triunfo de la diplomacia española" y porque nunca explicó su renuncia. Desde entonces (2007) la maldición persigue a Rato: "A partir de ahí su trayectoria se tuerce".

Dos años después, en 2009, en plena lucha en el seno del PP por el control de Caja Madrid y la sucesión de Miguel Blesa, Rodrigo Rato fue "el candidato de Rajoy" pero una vez, explica De Guindos, que le pidió al presidente del PP el apoyo para ser nombrado presidente de la caja, lo que ocurrió en 2010.

De Guindos proclama que tanto la fusión de Caja Madrid con otras seis cajas en 2010 como la salida a Bolsa en 2011 fueron "graves errores". Y aquí vuelve a quebrar una de las coartadas de Rato, quien aseguró que fue presionado para tomar ambas decisiones. De Guindos asegura que al día siguiente de la fusión para la creación de Bankia comió con Rato y que le advirtió de que la operación era un error. Rato estaba entonces convencido de su conveniencia: defendió la operación porque "necesitaba ganar tamaño para mejorar el balance".

Las luchas intestinas en el PP siguieron con el enfrentamiento entre Rato y José Luis Olivas, presidente y vicepresidente de Bankia, respectivamente. En 2012, ya siendo ministro, De Guindos, limitó los salarios de los presidentes de entidades financieras que hubiesen recibido ayudas públicas. Fue cuando descubrió, entre otros casos, que Rodrigo Rato, que ya había pedido ayudas públicas para Bankia, tenía un salario que era el 3% superior a la media de las remuneraciones de los cuatro mayores banqueros del país.

El hoy ministro de Rajoy quiebra otro de los mitos cuando asegura que cuando el PP llegó al Gobierno en los última semana de diciembre de 2011 y durante los primeros meses de 2012 España se financiaba en los mercados "relativamente bien", en contra de lo que se dijo después, y que fue, a partir de la Semana Santa de ese año, cuando disparó la prima de riesgo y la situación se volvió crítica. El problema de España era Bankia, le había advertido el 15 de febrero a De Guindos la jefa de la misión del FMI, Celya Pazarbasioghu, quien había hecho "un trabajo tan fino que al final acertó bastante en las cifras". "La entidad entonces presidida por Rodrigo Rato era el principal problema del sector financiero en España".

Sin perjuicio de los problemas de partida de las cajas fusionadas, Rato habría contribuido al desastre porque ni él ni sus personas de mayor confianza era banqueros con experiencia. Bankia, según De Guindos, "era percibida como un coloso con los pies de barro, con un balance no creíble y una gestión no profesional".

En los cinco primeros meses de 2012 Rato visitó quince veces a De Guindos en el Ministerio. Y en ellas le informó de los frustrados intentos de fusionar Bankia con La Caixa, y luego con Liberbank y Unicaja.

La "troika" apremió a Rajoy

Como el FMI, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), también fue conminatorio. De Guindos confirma ahora lo que entonces se divulgó. Draghi le dijo en Barcelona el 3 de mayo: "Hay que actuar en Bankia". Esto desmiente otra versión que circuló entonces según la cual fue la gran banca española la que forzó la dimisión de Rato. La realidad es que el FMI, el BCE y la UE, alarmados porque Bankia arrastrase al Tesoro español como hizo la banca en Irlanda en 2010, exigieron al Gobierno de Rajoy que actuase. De aquí que mientras el Banco de España estuvo dispuesto a aceptar el plan de recapitalización que propuso Rato (más liviano), De Guindos lo consideró insuficiente. Sus datos (más de 20.000 millones) eran los que ya le había transmitido el FMI.