En la empresa gallega existe una obvia querencia por el anonimato, la no figuración, el incógnito. Se produce una catástrofe en lo más recóndito del mundo y ahí aparece un móvil para grabarlo todo. Como si la memoria no pudiese ser solo de papel, que ahora se oxigena con píxeles. Este mismo mundo no conoció la cara de Amancio Ortega hasta el 15 de septiembre de 1999, con sesenta y tres años, cuando la expansión de Inditex se estudiaba en Harvard o Berkeley. Antes de conocerlo le llamaban míster Zara, como al Triángulo de las Bermudas, como a la Santísima Trinidad. Aquel 15 de septiembre se terminaba la epifanía con aquella foto, en una esquinita de la memoria del gigante textil, que fue la única instantánea que existió de Ortega durante años. Gesto serio, sin corbata. El pontevedrés Jacinto Rey también tuvo el mismo rictus durante años, el de la única foto que existía de él antes de que San José saliera a Bolsa en 2009. A Epifanio Campo (Puente de Domingo Flórez, León, 1952) la revelación le ha llegado a su fallecimiento.

Nos creíamos que internet era la llave infalible de la indiscreción y nos encontramos con que del impulsor de un conglomerado industrial hay contadas imágenes. Ya dijo Eric Schmidt eso de que "internet es el primer invento de la humanidad que la humanidad no entiende". Epifanio Campo, fallecido ayer a los 63 años de edad víctima de un cáncer, evitó lo que Ortega y Rey hicieron a regañadientes: el posado. "Pasaba completamente desapercibido. Por supuesto que acudía a actos pero se quedaba apartado, en una esquina. Estaba en muchos sitios pero no figuraba. No era así". Habla Manuel Prol, exdirector general de Banco Gallego y actual directivo de SabadellGallego. "Tuvo un abanico amplísimo de contactos, de socios, de amigos porque trabajó a favor de muchas cosas".

Y en ese círculo que prejuzgamos -o puede prejuzgarse de- elitista, no había élites. Eran invitados. "Sentaba en la misma mesa a Arias [por el expresidente del Pastor, José María Arias], a Feijóo o al hombre que le arreglaba las bicicletas". Los comensales de este líder discreto lo visitan hoy por última vez donde no habrían querido invitar el convite. Tenía apenas 63 años.

Uno de sus amigos viajaba ayer en coche desde San Sebastián para honrar su memoria. Era Juan Manuel Urgoiti López de Ocaña, expresidente de Banco Gallego y, más tarde, presidente interino de Pescanova. "Epi era un señor caballero, no podía faltar". "Un amigo de verdad para lo bueno, lo regular y lo malo". Se conocían desde hacía tres décadas. "Era algo que esperábamos porque estaba malito, pero me he llevado un disgusto tremendo". Sucede cuando, como dicen de Campo, se va una "buena persona". "Galicia pierde un puntal, he tenido la suerte de ser su amigo. Porque fuimos grandísimos amigos durante treinta años sin fisuras".

Epifanio Campo Fernández no se llamó Antonio -como su padre- por su padrino, que no tenía hijos. El Epifanio senior, que era además el padrino, pidió a su hermano que le dejara al chaval para que se criara con él, y se convirtió en lo más parecido al progenitor. Su padrino, recuerda el presidente de la EF Business School de A Coruña, Venancio Salcines, "había registrado una gran zona de subsuelo" en Meirama. La Fenosa de Pedro Barrié de la Maza tuvo que indemnizarlo por los terrenos y amasó mucho dinero. "Epifanio Campo fue heredero de su padre y su padrino". Se convertiría en el cabeza de familia.

Epi era muy familiar, dice de él José María Arias. "Tenía una conversación fantástica, era realmente entrañable". El presidente de la Fundación Barrié reivindica la pasión de Campo por Galicia. "Era infatigable y estaba muy preocupado por el desarrollo de nuestra tierra, Galicia". Accionista y cliente de Banco Pastor. Su amigo. "Pertenecía a esa clase de profesionales empresarios que hacen de su vocación su verdadero objetivo, sin alardear y sin vocación de protagonismo". Conocido y reconocido en Vilalonga (Sanxenxo), donde falleció y será enterrado, allí presidió el club de fútbol local y promovió, entre otras cosas, la construcción del local social. Vivía en A Coruña, pero Sanxenxo era su hogar.

No fue infalible. El hombre de la "memoria prodigiosa" falló en sus inversiones inmobiliarias (en A Toxa) y, añade Salcines, con las inversiones en el Pastor y el Gallego. Hizo mucho dinero con la venta de las siderúrgicas en las que participó con Edelmiro Manuel Añón, pero la relación se enfrió con los años. Con 63 años sucumbió a lo único que es inevitable.