Con un crecimiento que no repunta, una Reserva Federal (Fed) temerosa de hacer descarrilar a los mercados y un Congreso incapaz de acordar planes a más de varios meses vista, la economía de EEUU se ha resignado a avanzar con la mirada puesta en el corto plazo y el fantasma de la recesión siempre presente. El crecimiento anualizado del 1,2% en el producto interior bruto (PIB) en el segundo trimestre del año ha dejado fríos a los expertos, que esperaban un repunte respecto al comienzo del año con un crecimiento por encima del 2%.

El consumo de los estadounidenses, que supone dos tercios de la economía, generó casi en exclusiva riqueza en la economía estadounidense en el segundo trimestre, mientras que la inversión de capital, indicador del músculo empresarial, perdió gas y ha devuelto las dudas sobre la solidez de los cimientos de la recuperación. El aumento del consumo y la fuerte reducción de los inventarios sugiere que los consumidores han realizado esas compras gracias a descuentos.

La inflación se resiste a acercarse al objetivo del 2% pese a la inyección masiva de dólares, el consumo récord de los estadounidenses y a que Estados Unidos abandonó oficialmente la recesión en el verano de 2009.