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El declive de un gigante de la moda

El éxito menguante de Adolfo Domínguez en diez años de 429 millones a 31 en Bolsa

Los gastos financieros de su expansión devoran su beneficio. Cerró 290 tiendas en el último trienio

Adolfo Domínguez. // Luis Davila

Estanislao Carpio no ha podido celebrar su primer aniversario como consejero delegado de Adolfo Domínguez. El ejecutivo asumía en agosto de 2015 la dirección ejecutiva de la compañía en lugar del propio diseñador, que ha errado en su estrategia de expandir su negocio en busca de un nicho de mercado para el que han surgido más actores. Algunos, como Bimba y Lola o Textil Lonia, de su misma familia. Ahora será Costas Antimissaris, un ex de Inditex, quien tratará de reconducir un negocio venido a menos desde 2010. Números rojos, regulaciones de empleo, una deuda inasumible y facturación menguante.

Adolfo Domínguez precedió a Inditex a la hora de cotizar en Bolsa. Saltó al parqué en 1997, cuatro años antes que la matriz de Zara, con un target definido y frente al que no tenía excesiva competencia. En 2006 alcanzó un valor bursátil (capitalización) de 429 millones de euros, un tercio por encima del de Pescanova y casi a la par que Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF). La primera cayó en desgracia; la segunda vale 1.079 millones. Adolfo Domínguez apenas supera los 31 millones de euros de capitalización, lo que la convierte en carnada de OPA por su marca, posicionamiento en mercados como el japonés y perfil de cliente.

Pero, ¿qué le pasó al precursor de la moda gallega a gran escala? ¿Por qué se ha deshilachado su modelo? El punto de partida es el año 2006. Tenía 400 tiendas por todo el mundo, 68 más que el año anterior, con una apuesta fuerte por el mercado español -era época de vacas gordas para el consumo y la financiación bancaria- y el japonés, donde duplicó su presencia física en doce meses al pasar de 20 a 30 puntos de venta. No eran franquicias, su inmovilizado (inversión neta) crecía un 40% interanual. Sorprendían algunas de sus aperturas, como una gran tienda de la marca U en una calle periférica de Santiago de pisos para estudiantes. No duró mucho. Pero las ventas iban bien, con casi 182 millones de euros, y rozó un resultado neto de 29 millones.

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La apuesta de crecimiento a base de financiación bancaria, sin fondos propios, duró lo que fueron capaces de aguantar Lehman Brothers, Fannie Mae, Freddie Mac y el resto de fichas de dominó que fueron cayendo con el colapso financiero de 2008. Los gastos financieros pasaron de 221.000 euros de 2008 a los 1,3 millones de 2009, un umbral que se ha mantenido hasta la actualidad (en 2015 abonó 1,6 millones en este concepto, pero con casi la mitad de ingresos que hace seis años). Solo la venta de activos (inmuebles) salvó a Adolfo Domínguez en 2015 del quinto año consecutivo de números rojos. Vendió el edificio del Paseo de Gracia de Barcelona por 45 millones de euros. En el primer trimestre fiscal de 2016 obtuvo 1,2 millones por un inmueble del Paseo de la Habana de Madrid. Pocos extraordinarios que no impidieron que volviera a las pérdidas, ahora por 4,2 millones.

Con pocos activos disponibles para la venta y facturación en caída libre (ingresa la mitad que en 2007), Adolfo Domínguez no podrá encomendarse a más cheques que el que aporten sus líneas de ropa, calzado y complementos, y que éstas sean capaces de competir con la competencia. Alguna de la cual, por cierto, la lleva en la sangre. Textil Lonia, impulsada por los hermanos del modisto ourensano (Francisco Javier, Josefina y Jesús), fue tasada en 160 millones por el gigante del lujo Louis Vuitton, cinco veces más que Adolfo Domínguez SA, gracias al renombre que aportan firmas como Carolina Herrera o Purificación García. Lonia facturó en 2015 tres veces más, 306 millones de euros, y fue distinguida por Deloitte como una de las marcas de lujo más valiosas del mundo. Y Bimba y Lola, de las sobrinas del modisto, roza las ventas de su mentor con casi 100 millones de euros en ingresos. Adolfo Domínguez, una pionera, se queda pequeña.

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