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La gran perturbación británica en la economía global

La libra no halla remanso

El desplome de la moneda tras el "Brexit" se erige en el principal indicador de la crisis del Reino Unido, el factor más activo para atenuar daños y el más potente vehículo exportador de la tensión

Mark Carney. // Reuters

La libra esterlina se ha erigido en el principal exponente de la gran perturbación causada por la decisión británica de abandonar la Unión Europea y en el principal vehículo de transmisión de los daños y la inestabilidad a otros mercados y áreas. La renuncia del Reino Unido (quinta mayor economía del planeta) a permanecer en el mayor espacio económico por su contribución al PIB global ha puesto en marcha un movimiento de reajuste mundial a través de los flujos de capitales y de los mercados cambiantes, de deuda y de valores, y que sólo amainará cuando se disipen las incertidumbres y se establezca un nuevo encaje del Reino Unido en el mercado internacional y se alcance un equilibrio en el que todos los actores hayan reacomodado sus posiciones

La libra, que esta semana llegó a depreciarse hasta 1,28 dólares -en niveles de hace 31 años y por debajo de los 1,31 de las horas posteriores al referéndum-, acumula en lo que va de año un descenso del 13%, y con ello expresa el empobrecimiento en el que se prevé que va a incurrir la economía británica al menos a corto y medio plazo.

| Mercado único. La salida de la UE supone para Reino Unido dejar de ser miembro de pleno derecho de un mercado de casi 500 millones de habitantes (el tercero mayor del mundo en población tras China e India) y de la mayor economía planetaria por volumen de PIB (por delante de EE UU y China).

La UE es el destino del 45% de las exportaciones británicas, que aportan el 12,6% del PIB del país. Casi la mitad de la inversión extranjera en Reino Unido (el 46%) procede la UE. Y parte de la otra mitad es inversión de terceros países con destino a la Unión, y que utiliza Reino Unido bien como puerta de entrada en el continente a través de la City o como base de producción (caso de algunas fábricas automovilísticas asiáticas en suelo británico) para exportar al continente en un régimen de mercado único.

La industria financiera, en torno a la City, que representa el 12% del PIB y alcanza el 14% al sumar servicios anexos, es heredera de una gran tradición de Londres como plaza financiera mundial, pero su papel hoy como mayor centro de operaciones transfronterizos del planeta (por delante de Nueva York) es tributario de su condición de operador de referencia para Europa y canalizador del 60% de las transacciones financieras internaciones de los otros 27 países de la Unión. Parte de esta industria ha comenzado a otear nuevos emplazamientos en el continente para no quedar excluida del libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas que garantiza la UE dentro de sus fronteras.

El desplazamiento al continente de muchos inversores, operadores, miles de profesionales (se estima en 100.000 los empleos en riesgo) y de buena parte de la estructura de bancos de negocios y de inversión (el 46% son extranjeros), gestoras de fondos, "hedge fund", servicios jurídicos y fiscales, seguros, cámaras de compensión y de liquidación de las operaciones en euros -que permanecen en Londres, fuera de la eurozona, contra el criterio del Banco Central Europeo, por ser territorio de la UE- y también grandes empresas no financieras -algunas de las cuales ya lo han anunciado- mermará uno de los puntales de la economía británica y tendrá repercusiones de largo alcance.

El sector inmobiliario -como se había pronosticado- ha entrado en estado de "shock", con miles de inversores pretendiendo huir del sector de forma atropellada para protegerse de un eventual pinchazo de la "burbuja" inmobiliaria del país, sobre todo en el mercado de oficinas, en la convicción de que los precios se derrumbarán si el éxodo de sociedades mercantiles toma cuerpo. El mercado había alcanzado niveles de precios muy elevado, era objeto de gran demanda por inversores internacionales y el miedo al "Brexit" ya supuso la caída de la inversión en el 50% en el primer semestre. Esta semana, grandes gestoras internacionales suspendieron la cotización de seis de sus fondos inmobiliarios, bloqueando el equivalente a17.000 millones de euros por falta de liquidez para atender las demandas de salida.

Un derrumbe de los precios supondrá a su vez un impacto para la riqueza de las familias (muy endeudadas y con una elevada propensión a la propiedad), los balances corporativos y la banca, que tiene una importante exposición hipotecaria. Este factor es uno de los que ha penalizado, por efecto contagio, la cotización de los bancos europeos desde el referéndum del 23 de junio.

| PIB y tipo de cambio. El efecto de este recuento de daños sólo puede conllevar una merma del producto interior bruto (PIB) británico a corto plazo. Otra cosa es lo que ocurra en el futuro, una vez que el país se recomponga y sea capaz de reorientar sus potencialidades como país no miembro de la UE.

La caída de la libra (el Banco de Inglaterra había pronosticado una "drástica e inmediata depreciación" en caso de "Brexit") está anticipando esa merma, en la medida que el tipo de cambio de las monedas tiende a reflejar el valor de la economía que las sustenta y las respalda. El Tesoro Británico calculó que el PIB del país disminuirá entre el 5,4% y el 9,5% si el Reino Unido abandonaba la UE.

Este descenso se atenuaría hasta un rango de entre el 3,4% y el 7,8% si el país lograra negociar con sus exsocios algún tipo de acuerdo bilateral ventajoso. Pero hasta entonces la misma incertidumbre de un periodo negociador que puede llevar varios años erosionará de forma inevitable la economía del Reino Unido. El vehículo transmisor por el cual la merma del PIB se expresa en depreciación son las expectativas, los flujos de capitales y los intercambios. Muchos inversores están deshaciendo sus posiciones en libras para protegerse -de ahí la apreciación del oro, el dólar, el yen y otros activos considerados como refugio- y los especuladores apuestan a la baja contra la moneda para beneficiarse. Unos y otros anticipan el escenario previsible, en la medida en que la marcha de empresas y negocios hacia el continente, el cese de su actividad como gran plaza de operaciones para los 28 y la previsible merma de las exportaciones británicas al continente una vez que deje de ser parte del mercado único determinarán una abrupta caída de la demanda de la divisa británica y caída de su cotización.

A su vez, el previsible encarecimiento de las importaciones por el restablecimiento de posibles aranceles y otros costes de transacción promoverá una tensión inflacionaria -y más en un país con un saldo exterior por cuenta corriente del 5,2% del PIB, el más alto de las economías avanzadas- y, por consiguiente, una merma del valor del dinero, que es lo que está reflejando la actual corriente depreciadora, de modo que el mercado cambiario, al intentar situarse en el desenlace esperado, lo acelera: la depreciación es inflacionaria como lo es el déficit externo.

La caída de la libra es a su vez un mecanismo de la economía para intentar contener el alza del desequilibrio exterior, que presumiblemente se acentuará con la renuncia a la UE. La caída de la divisa permite ganar competitividad mediante el abaratamiento de las exportaciones y el encarecimiento de las importaciones, y promueve la sustitución de producción exterior por nacional, y, aunque conlleva el coste de generar inflación -hoy, en una tasa muy baja: 0,3%-, debería aliviar la pérdida de PIB y de empleo.

| Política monetaria. Al castigar a la libra, el mercado cambiario está expresando un pronóstico de posible recesión en el país y aventurando una respuesta expansiva de la política monetaria del Banco de Inglaterra. La entidad emisora, que gobierna Mark Carney, ya decidió una rebaja de las exigencias de reservas a los bancos para que aumenten su actividad crediticia y el día 30 desveló que este verano relajará las condiciones monetarias. Se presume un recorte del tipo oficial de interés (desde 2009 está en el 0,5%, su nivel más bajo en 315 años) y una nueva ronda de emisión de dinero (se especula con unos 75.000 millones), todo lo cual son fuerzas depreciadoras.

Las Bolsas, la prima y los bonos del Reino Unido emiten señales equívocas

  • El tipo de cambio de la libra se está comportando como el verdadero sensor de los problemas en los que se está internando Reino Unido, y más aún cuando otros indicadores, como la Bolsa, la prima de riesgo y el interés del bono británico, están distorsionados y emiten señales equívocas y -en apariencia- desconcertantes.La decisión del Reino Unido de abandonar la UE precipitó una severa corrección de las grandes plazas bursátiles de Asia, América y Europa -en la UE se sumaron otras causas, como las dudas sobre los bancos italianos y portugueses- , mientras que el índice selectivo más importante de la Bolsa de Londres (el FTSE 100), situado sobre el epicentro del terremoto, subió en vez de bajar.Este comportamiento aparentemente anómalo no refleja la magnitud del problema sino sólo una de sus derivadas: los inversores toman posiciones en grandes compañías británicas exportadoras y multinacionales -que tienen una elevada ponderación en el FTSE 100- porque sus resultados se ven muy beneficiadas por la depreciación de la libra. Más del 75% de los ingresos de las empresas del FTSE 100 proceden del exterior. Por el contrario, el FTSE 250 (con empresas menos relevantes y menos expuestas al mercado externo) sí cayó.La prima de riesgo y el tipo de interés del bono soberano británico tampoco aparentan tensiones: los títulos se aprecian y merma la rentabilidad exigida al emisor, justo lo contrario de lo esperable.En este caso los inversores no están descontando el deterioro previsible de la economía británica ni el alza predecible de su déficit público (4,4% del PIB en 2015) y el consiguiente aumento de la deuda (89,2% del PIB, cuatro puntos superior a la media de la UE), sino la creencia de que el Banco de Inglaterra va a lanzar una nueva ofensiva monetaria para la compra de deuda, lo que apreciará aún más su precio y permitirá generar plusvalías a quienes ahora toman posiciones.Esta tendencia se ve favorecida porque, mientras en el FTSE 100 el 75% del dinero invertido procede del exterior, en la deuda sólo el 25,4% de los tenedores son extranjeros y casi el 60% está en manos de la banca británica.El banco emisor debería subir tipos para detener el derrumbe de la moneda, intentar disuadir la huida de capitales y controlar la inflación que genere el "Brexit", pero ésta es aún baja, la prioridad es evitar el riesgo de recesión y el papel de atraer empresas y evitar su marcha lo va a ejercer el Gobierno bajando el impuesto de sociedades -dijo- del 20% al 15%.Por lo tanto, lo que está haciendo el mercado de deuda no es apostar sobre la evolución de la economía sino sobre lo que vaya a hacer la autoridad monetaria. De hecho, muchos inversores, a la vez que compran deuda, están adquiriendo seguros de riesgo de impago (los CDS) para cubrirse de eventuales contingencias.

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