El tipo de cambio de la libra se está comportando como el verdadero sensor de los problemas en los que se está internando Reino Unido, y más aún cuando otros indicadores, como la Bolsa, la prima de riesgo y el interés del bono británico, están distorsionados y emiten señales equívocas y -en apariencia- desconcertantes.

La decisión del Reino Unido de abandonar la UE precipitó una severa corrección de las grandes plazas bursátiles de Asia, América y Europa -en la UE se sumaron otras causas, como las dudas sobre los bancos italianos y portugueses- , mientras que el índice selectivo más importante de la Bolsa de Londres (el FTSE 100), situado sobre el epicentro del terremoto, subió en vez de bajar.

Este comportamiento aparentemente anómalo no refleja la magnitud del problema sino sólo una de sus derivadas: los inversores toman posiciones en grandes compañías británicas exportadoras y multinacionales -que tienen una elevada ponderación en el FTSE 100- porque sus resultados se ven muy beneficiadas por la depreciación de la libra. Más del 75% de los ingresos de las empresas del FTSE 100 proceden del exterior. Por el contrario, el FTSE 250 (con empresas menos relevantes y menos expuestas al mercado externo) sí cayó.

La prima de riesgo y el tipo de interés del bono soberano británico tampoco aparentan tensiones: los títulos se aprecian y merma la rentabilidad exigida al emisor, justo lo contrario de lo esperable.

En este caso los inversores no están descontando el deterioro previsible de la economía británica ni el alza predecible de su déficit público (4,4% del PIB en 2015) y el consiguiente aumento de la deuda (89,2% del PIB, cuatro puntos superior a la media de la UE), sino la creencia de que el Banco de Inglaterra va a lanzar una nueva ofensiva monetaria para la compra de deuda, lo que apreciará aún más su precio y permitirá generar plusvalías a quienes ahora toman posiciones.

Esta tendencia se ve favorecida porque, mientras en el FTSE 100 el 75% del dinero invertido procede del exterior, en la deuda sólo el 25,4% de los tenedores son extranjeros y casi el 60% está en manos de la banca británica.

El banco emisor debería subir tipos para detener el derrumbe de la moneda, intentar disuadir la huida de capitales y controlar la inflación que genere el "Brexit", pero ésta es aún baja, la prioridad es evitar el riesgo de recesión y el papel de atraer empresas y evitar su marcha lo va a ejercer el Gobierno bajando el impuesto de sociedades -dijo- del 20% al 15%.

Por lo tanto, lo que está haciendo el mercado de deuda no es apostar sobre la evolución de la economía sino sobre lo que vaya a hacer la autoridad monetaria. De hecho, muchos inversores, a la vez que compran deuda, están adquiriendo seguros de riesgo de impago (los CDS) para cubrirse de eventuales contingencias.