En tiempos de inmediatez y trampas, el guión de Cuéntame cómo pasó se escribe en presente en las redacciones de los periódicos. La Fiscalía Anticorrupción investiga por presunto fraude a Hacienda a los protagonistas de la serie más popular de Televisión Española y el final de este capítulo está en manos del juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno. Ana Duato e Imanol Arias, brillantes estrellas de la pantalla, también son protagonistas en un oscuro caso de empresas pantalla. "¡Ay Jesús, Jesús", seguro que exclamaría doña Herminia si le ocurriera a los Alcántara.

Los actores se sienten traicionados por el responsable del despacho madrileño de abogados Nummaria, Fernando Peña, un ex inspector de Hacienda que en su declaración ante el juez Moreno -como imputado por delitos fiscales y de blanqueo de capitales- exculpó a Ana Duato y a Imanol Arias y aseguró que están "al corriente" de sus obligaciones con Hacienda.

Según la querella presentada por la Oficina Nacional de Investigación del Fraude (ONIF), Peña fue el "arquitecto" de la estructura societaria que los dos actores utilizaron para "ocultar al fisco parte de sus rentas, principalmente procedentes de su participación en la serie de televisión Cuéntame cómo pasó. En el caso de Imanol Arias la suma de dinero ascendería a 2,1 millones de euros y en el de Ana Duato a casi 800.000 euros.

A nivel legal está por dirimir si realmente los actores han tributado por sus ingresos en el impuesto sobre la renta de las personas físicas (afirman que regularizaron su situación) y a nivel ético si realmente conocían la red societaria tejida por Peña para ocultar el dinero.

Según destacan los expertos consultados, la principal novedad del truco fiscal que se sacó de la manga el despacho Nummaria es la utilización de la figura de la Agrupación Europea de Interés Económico (AEIE), una estructura legal que están muy poco arraigada en España, que está regulada por una ley de 2014 y que tiene por objetivo principal que personas físicas y jurídicas de distintos países de la Unión Europea puedan asociarse para realizar una actividad.

Según la querella de la ONIF, tanto Ana Duato como Imanol Arias emplearon una AEIE para cobrar algunas de sus rentas procedentes de su trabajo en Cuéntame. Una parte de sus ingresos acababa en estas agrupaciones, que distribuían sus beneficios entre sus socios, los cuales eran sociedades radicadas en el Reino Unido. Estas sociedades británicas estaban, a su vez, controladas por sociedades con sede en paraísos fiscales como Costa Rica e Islas Mauricio, donde pueden inscribirse a nombre de testaferros, la tributación es mínima y la opacidad máxima. Allí se pierde la pista del dinero gracias a esas empresas pantalla.

Por ejemplo si una persona crea a través de una empresa una AEIE junto con otras tres sociedades pantallas controladas por él mismo, se repartirá el beneficio entre las cuatro sociedades, de modo que tres cuartas partes de la ganancia pueden acabar sin tributar.

Tax Justice Network, plataforma internacional especializada en la lucha contra los paraísos fiscales, estima que la suma de dinero opaco en estos territorios oscila entre 16 y 24 billones de euros, de los cuales en torno a 550.000 millones tendrían como origen España. Pese a ello, desde el Gobierno español (el actual y los anteriores) en ningún momento se ha planteado cerrar el mercado a cualquier entidad de una jurisdicción que no acepte publicar registros con los dueños reales de las sociedades. Para España países como Panamá ni son considerados paraísos fiscales y cada vez es mayor la presencia de compañías españolas en esos territorios opacos. Oxfam Intermón y el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) denunciaron este mes que las empresas del Ibex-35 siguen aumentando su presencia en paraísos fiscales, ya que en 2014 el número de filiales en ellos subió un 10%, hasta 891. Los paraísos fiscales forman parte del engranaje de la globalización financiera. Los papeles de Panamá pusieron nombres y apellidos y el caso de Ana Duato e Imanol Arias ayuda a contarnos lo que pasa. Sin ficción, pero con pantallas.